Carmen de Burgos frente a María de la O Lejárraga
La Biblioteca Nacional está de oferta. Haciendo bueno eso de “es el mercado, amigos”, la institución del paseo de Recoletos aprovecha, principalmente, sus fondos para hacer un 2x1. Pack completo: Carmen de Burgos (1867-1932) y María Lejárraga (1874-1974); una sala, la grande, y dos exposiciones por el precio de una. Coetáneas, las similitudes entre ambas son inevitables: escritoras, feministas (cada una a su manera), exiliadas, pioneras..., pero con dos maneras muy diferentes de afrontar sus vidas. Si la primera, tras “malcasarse” –como define la comisaria, Concepción Núñez Rey, de esta parte del recorrido–, no tardó en buscar la emancipación; la segunda vivió tras la alargada sombra de su marido, Gregorio Martínez Sierra.
Es De Burgos la encargada de abrir este doble recorrido que pasa por imágenes, cuadros, reconocimientos, fotografías, libros, cartas y otros documentos de las dos protagonistas. La historia de la almeriense no podía empezar en otro lugar que no fuera su tierra, “donde corrieron los días más hermosos de mi existencia”: “Esa tierra mora, en mi inolvidable Rodalquilar, se formó libremente mi espíritu y se desarrolló mi cuerpo. Pasé a la adolescencia como hija de la natura, soñando con un libro en la mano a la orilla del mar o cruzando a galope las montañas...”, escribía en agosto de 1909.
Después, llegaría el torbellino que supuso esta señora a la que se señala en la muestra como la primera periodista española en 1903 en el “Diario Universal”, donde firmaba con el seudónimo de “Colombine”. Su nombre era sinónimo de “regeneracionismo y feminismo”, como muestra el recorrido. Desplegó un ideario de europeización de la sociedad española y pasó a ser la figura femenina de la Generación del 98, en la senda de los Salmerón o Giner de los Ríos; al tiempo que defendió la educación de la mujer.
En 1909, volvió a ser pionera, esta vez, como corresponsal de guerra en Melilla, a donde le envió el “Heraldo de Madrid”. Junto a su hermana, captó la situación de los soldados en sus campamentos: “Yo he visto la guerra, he presenciado la tristeza de la lucha; he contemplado el dolor de las heridas en las frías salas de los hospitales, y he visto los muertos en el campo de batalla”. Hizo del “¡Guerra a la guerra!” su lema.
Para Núñez Rey, estamos ante “la gran figura femenina” de los inicios del siglo XX en España, ante una mujer que contribuyó a “un mundo pasional con ansias de libertad”. Desde luego, no se conformó con lo que tenía: fue corresponsal en Francia e Italia, visitó los países escandinavos y recorrió México, Panamá, Argentina, Cuba y Bolivia impartiendo conferencias como presidenta de la Liga Internacional de mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas.
Una voz en la sombra
La segunda parte de la sala grande es para María de la O Lejárraga, “una voz en la sombra”, subtitula la exposición en referencia a su renuncia de fama. “Sabe que no va a poner en valor su trabajo”, reconoce la comisario Carmen Domingo, y por ello firmó con el nombre de su esposo. “Ambos lo emplearon”, dice al tiempo que asegura que “toda la intelectualidad de la época” era conocedora de la dupla que formaban. “Declaro para todos los efectos legales que todas mis obras están escritas en colaboración con mi mujer (…) Y para que conste firmo esto en Madrid a catorce de abril de mil novecientos treinta”, confesaba el editor en un documento original que también se puede ver en la Biblioteca Nacional.
Dramaturga, política y articulista, Lejárraga fue “una mujer capaz de reinventarse constantemente”, pues también fue maestra. Sin embargo, de poco sirvió la popularidad tras la muerte su marido, cuando comenzó a publicar con su nombre: el premio fue “salir con sus hijos de España y vivir en el exilio”, cuenta la comisaria.
“Los textos que escribe sobre feminismo y sus conferencias de finales de los años 20 y 30 siguen vigentes”, añade de quien extendió “Canción de cuna”, en un momento en que la literatura española quedaba en terreno patrio. Además, de ser la libretista del “Amor brujo”, obra cumbre en la carrera de Manuel de Falla.
“Fue una pionera. Los textos que escribe sobre feminismo y sus conferencias de finales de los años 20 y 30 siguen vigentes, podrían servirnos de discurso a las feministas de hoy”, añade Domingo.