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Сентябрь
2024

Padres de normalistas desaparecidos se pronuncian tras 10 años: "seguimos con lo mismo: no hay verdad"

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Margarito -de 76 años- es padre de Carlos Iván. Luce cansado del viaje desde Ayutla a la Ciudad de México y de regreso hasta Chilpancingo. Por cuestiones de salud, hace tres años dejó de marchar, se distanció del movimiento, no dejó la lucha, pero ya no puede alzar la voz como antes.“Desde el principio así hemos andado… ya con el tiempo, ahorita, a 10 años seguimos diciendo lo mismo: no hay verdad, justicia siquiera”, reclama, con hartazgo.​Cristina recuerda a Benjamín en su playera bordada a mano, en sus aretes, en el cartel con su rostro. Se mudó a Tixtla para estar cerca de la Normal y en días recientes, ha sido de las madres más activas en este décimo aniversario. Ha marchado en Chilpancingo, Iguala, en la Ciudad de México, desde hace una década cuando comenzó el movimiento y no lo dejará de hacer.“Han sido muy difíciles estos 10 años sin saber de nuestros hijos, de caminar, de exigencia, ha sido muy difícil”. Carlos Iván y Benjamín Ascencio, estudiantesde primer año de la Escuela Normal Rural, Raúl Isidro Burgos, siguen siendo buscados por sus padres. A una década, Margarito y Cristina accedieron a conversar una vez más sobre estos dolorosos hechos en los que “vivos se llevaron” a sus hijos.De los 43 padres que hace 10 años iniciaron la búsqueda, apenas 20 se mantienen activos, han muerto tres, y ninguno está exento de problemas de salud. En otros casos, la lucha por la verdad la continúan los hermanos menores.“Yo no sabía cómo estaba el movimiento”.- Margarito"Su 'chavo' estudiaba y le ayudaba en el campo, le gusta mucho el deporte", destaca Margarito Ramírez. Llegando de la escuela, Carlos le pedía permiso para salir a jugar un rato. “En eso se entretenía”.“Uno se da cuenta… si anda mal el hijo, hay que corregirlo, hablar, y si uno sabe que anda haciendo cosas malas no tiene derecho a decir por qué le pasó esto…”, advierte. Días antes -recuerda- había una reunión de la escuela a la que asistiría, pero no tenía mucho que lo había visto, así que mejor el dinero del viaje se lo iba a dar. “Era importante ir -admite- yo no sabía cómo estaba el movimiento, que los hacían secuestrar carros, cosas que uno ignora, los del Comité sabían, los que llevan más tiempo, ellos saben cómo dirigen, cómo mandan, yo ignoraba que hacían eso, desde luego… Si hubiera sabido, que mejor no hubiera seguido estudiando”, reclama.Él estuvo en la normal solamente dos mesesCuando Benjamín terminó su bachillerato, uno de sus maestros que le dio clases le platicó de la normal, y sacó su ficha. Llegó un 10 de mayo, con regalos para sus abuelas, para su hermana y para su madre.“Les quiero contar algo”, dijo bien contento, recuerda Cristina; “ya tengo mi ficha, voy a entrar a la normal de Ayotzinapa porque ahí está internado, es para hijos de campesinosde bajos recursos como nosotros”, y pidió a su madre que le encendiera una veladora.Cuando llegó el día de irse, “se llevó cargando su rastrillo, escoba, machete, alimentos, bien cargado se fue… y a la semana regresó… Pero ya diferente, llegó contento, pelón, bien quemado, ronco, lastimado de sus brazos”.“Él estuvo en la Normal solamente dos meses, yo la última vez que platicamos comimos juntos fue el 15 de septiembre de 2014, yo no conocía la normal, no conocía Tixtla. Pero desde entonces me sentía triste… no sé qué me preocupaba, no me explicaba, me sentía muy triste”.Cristina se enteró hasta el 29 de septiembre, cuando uno de sus hermanos le marcó por teléfono.–¿Ya sabes de Benjamín?, preguntó. –No sé nada, hasta ahorita en la escuela. –Yo tengo un periódico aquí que dice que 57 estudiantes están desaparecidos. En el periódico dice que en Iguala… y ahí está el nombre de Benjamin. –¿No te han dicho algo?, insistió.De inmediato, recuerda Cristina, tomó sus cosas para llegar a la Normal. En el camino observaba los autobuses de estudiantes que llegaban a la escuela esperando encontrar entre los muchachos rapados a Benjamín. Llegó hasta el portón de la escuela, que es vigilado por estudiantesde guardia y pidió ver a su hijo.–¿Cómo se llama su hijo?, preguntó uno de los guardias que traía un cuaderno, ahí estaba escrito su nombre: Benjamín Ascencio Bautista.Y me dice: ‘tía, su hijo está desaparecido, pero no te preocupes, los estamos buscando, antier llegaron más compañeros, ayer más y ya fueron a buscarlos porque se dispersaron, los corretearon la policía, se escaparon por las montañas’”.Los engañosDesde el principio los estudiantes vieron cómo patrullas de Huitzuco, Cocula, Iguala se llevaron a los estudiantes, cuestionó Cristina. Ellos dicen ‘no nos pudieron llevar a todos porque ya no cupimos en las patrullas’.“Uno de ellos dijo que escuchó: –¿Qué hacemos con los estudiantes?. –Llévalos con el patrón de Huitzuco, llévalos."Entonces, no podemos decir que desaparecieron, no se abrió la tierra, fueron llevados por las patrullas. Por eso la exigencia de que los presenten con vida, se los llevaron vivos”, insiste.Se muestra decepcionada con la respuesta gubernamental, con el Estado Mexicano, y argumenta:“Empezaron a encubrirse, a mover los documentos, los archivos, el gobierno de Enrique Peña Nieto de construir la verdad histórica, dijeron que los estudiantes fueron calcinados en el basurero de Cocula el mismo día 26 al amanecer 27, cuando descubren que los teléfonos estaba en el Campo 27.“Empezaron a manipular las investigaciones, encubrirse en todo, y por eso no se puede esclarecer el caso, todo fue un engaño”, insiste.Padres, enfermos y agotados; Hermanos que heredan la luchaEn 10 años, la lucha por encontrar la verdad se ha desgastado por el hilo más delgado: la salud de los padres.Margarito ya se mueve menos, hace tres años le operaron de la próstata en Jalisco y tiene que regresar en un par de semanas para unos estudios.Ya no se siente tan bien. De los compañeros que iniciaron la lucha con él, son mayores, y muchos están enfermos; Yo dije: “claro, no puedo andar en marchas gritando, haciendo cosas”.“Yo me retiré de los demás compañeros. Permanecí siete años allí, me enfermé, estaba en tratamiento. Ahorita estoy a tres años de la operación, pero sigo en tratamiento.“Fallecieron compañeros y por eso digo se anda quedando uno ahí, cansancio… Ya mucha señora ya de edad, y ya andan enfermas mal, y así se va quedando la enfermedad, y si se murió, pues ya no va a seguir la lucha”.Si bien él ya no puede encabezar las protestas, no quita el dedo del renglón y a las autoridades pide: “Que pongan de su parte, que nos den respuesta”.“Desde el principio así hemos andado ya con el tiempo, ahorita, a 10 años seguimos diciendo lo mismo no hay verdad, justicia siquiera”, es el reclamo. Luis Ángel Gómez, es hermano de Marco Antonio. Tenía 17 cuando comenzó a gritar consignas, lucha que le cambiaron la vida. Habla por su madre:“La he visto ponerse triste, no comer, aislarse, encerrada en su cuarto, no ha querido recibir visitas, ya no hacemos fiestas en la casa, ya no festejamos”, y admite: “hemos caído en depresión”. Durante una década ha evitado salir a los medios, porque “ha preferido reservar esa parte”. Sin embargo, advierte, “ahorita lo vemos necesario porque no hay respuesta, no hay verdad, no hay justicia”.Después de 10 años de ver reportajes, películas, series, libros, admite: “Deja mucha incertidumbre de que muchas personas sacan noticias, pero sin certeza de que sea cierto”.“Respetamos la opinión pública, lo que la gente pueda decir, pero ¿Qué nos garantiza que sea cierto?“Que, en la sierra, que, en Iguala, que, en el cuartel militar, que, en la montaña, que, en cuartos subterráneos, que, en fosas, vaya que hemos encontrado, nos dicen… Ya no sabemos ni en qué creer… si creímos en la respuesta de aquel entonces EPN, creando la verdad histórica, qué esperamos de la sociedad que a veces solo quieren perjudicar para que la verdad no se sepa”.Que alguien se animeEste 26 de septiembre se cumplen 10 años sin saber nada de sus hijos, hablaron con Enrique Peña Nieto, con Andrés Manuel López Obrador, y ya hubo una reunión con Claudia Sheinbaum. Pero Cristina, simplemente, ya no espera nada de nadie, hoy, hace oraciones para “que alguien se anime a decir dónde están”.“No puedo decir que espero nosotros como madres, o como madre de Benjamín, no me rendiré, necesito saber de mi hijo, de sus compañeros, igual… pedirle al pueblo de México, a la comunidad internacional, a los medios, que nos sigan acompañando, que sepan que estamos las madres en busca de nuestros hijos.“Tenemos que seguir adelante, no podemos llegar a 10 años sin saber nada de ellos, por el amor que tenemos a cada uno nos vamos a mantener de pie porque vivos se los llevaron, vivos los queremos”, concluye.HCM