Salir para adelante
Si alguien nos contase que para este próximo diciembre del 2024 podríamos llegar a tener un país con 25% de pobreza, el dólar a $16, el precio de una pizza con cerveza y adicional de helado a $580, el 62% del trabajo formal en el sector privado y el sueldo más alto en dólares de toda la región, seguramente lo trataríamos como un alucinado.
Y sin embargo, esa idea de "bienestar latinoamericano" fue la que vivimos hasta mayo del 2018, una suerte de status quo criollo atado con alambre que con la primera corrida bancaria del gobierno de Macri comenzó ya a derrumbarse.
Desde ese punto en adelante la sociedad probó con diferentes recetas, pero todas ellas, desde Mauricio Macri con Juntos por el Cambio hasta Alberto Fernández con el peronismo, dejaron como balance un país peor del que encontraron.
Recaudaciones, Milei-Macri vs. Riquelme y otras urgencias
En los últimos ocho años pasamos de una pobreza del 25% al 50%, de un dólar de $16 a uno de $1000, del 62% del trabajo formal en el sector privado al 48% y de la pizza con cerveza y helado de $580 a $12200. ¿A quién le sirve un país así?
Para colmo, el 60% de la población, alrededor de 27 millones de personas menores de 40 años, comenzamos a vivir algo que nunca nos había sucedido, porque no habíamos nacido o porque éramos muy pequeños y es el miedo a una inflación de tres dígitos, fuera de control, que te desacomoda cualquier organización de la vida cotidiana. Suena sensato que gran parte de la población haya estado al borde de un ataque de nervios.
Diagnósticos como "tuvimos una pandemia" o "de pronto tuvimos una guerra" son las razones -o más bien excusas- que más se escuchan en el peronismo, salvo excepciones. Esto profundiza la desconexión con la sociedad: cuando el diagnóstico de muchos dirigentes es el cambio social que produjo el encierro durante la pandemia, le estás haciendo recordar a las personas que hubo un momento en su vida que la pasó realmente mal debido también a la cuarentena, cuya extensión también fue fruto de una decisión política. Un argumento auto exculpatorio además, que sirve como coartada para evitar cualquier autocritica, dado que supone que su malestar se debe centralmente al bicho que de pronto interrumpió nuestras vidas y no a la mala gestión de gobierno que se hizo durante los últimos cuatro años. Andrés Manuel López Obrador en México, Justin Trudeau en Canadá, Pedro Sánchez en España y Emmanuel Macron en Francia tuvieron la misma pandemia y pese a todo lograron renovar sus gobiernos ante las urnas.
Durante todos estos años, el 90% de la clase política en Argentina en algún momento fue parte del ejecutivo nacional, algunos con mayor responsabilidad, otros con menos y otros tantos, sobre todo los más jóvenes, con casi ninguna responsabilidad... pero casi todos en algún momento estuvimos adentro. Por eso fue queda más en evidencia la desconexión del sistema político, que ofreció como opciones electorales a la sociedad en las elecciones generales del 2023 al mismo personal que protagonizó y profundizó todos los problemas. Salvo una claro: Javier Milei.
Las aguas del León
La desconexión que tiene el sistema político tradicional con la sociedad no se reconecta de un día para el otro. Es algo que el GPS del Presidente Milei sabe interpretar, y que está moldeado por tres factores que funcionan como parámetro de referencia en el mar que tiene que navegar.
El primer factor está asociado a la crisis de representación que está viviendo el sistema político en Argentina. Juntos por el Cambio está al borde de su extinción, mientras la Unión Cívica Radical vota en el Senado de las tres formas que se puede votar una misma ley: algunos senadores a favor, otros en contra y alguno que se abstuvo. Menos mal que no existe una cuarta forma de votar y que no existe el día Osvaldo. El PRO perdió a su vez el centro agroexportador de la provincia de Buenos Aires (Bahía Blanca, Azul y Olavarría) en el marco de una profunda crisis interna, en donde una parte del partido quiere fusionarse con La Libertad Avanza.
El peronismo tuvo la peor cosecha de gobernadores electos desde la vuelta de la democracia, perdió todo el centro productivo de la Argentina (Santa Fe, Entre Ríos, San Juan, San Luis, Chaco), quedó tercero cómodo en Mendoza y sin una estrategia para volver a "amigarse" con el peronismo de Córdoba. No alcanza solo con la provincia de Buenos Aires y eso Milei lo aprovecha.
El segundo factor es la autoría y responsabilidad de la crisis económica que, por ahora, una parte importante de la sociedad no le atribuye a las medidas tomadas a partir del 10 de diciembre del 2023. La culpa de los que gobernaron en el pasado es algo que sigue presente.
El tercer factor es el antagonismo que existe entre los sectores políticos más importantes de nuestro país -sobre todo el PRO, Coalición Cívica y un sector importante del radicalismo- con el peronismo y viceversa. Un ejemplo claro de esto es lo que sucedió en la votación previsional, cuando los senadores del PRO votaron junto al peronismo a favor del aumento de los jubilados y a las pocas horas Mauricio Macri avaló el veto del presidente Milei.
El ejercicio de la diferenciación permanente entre los sectores más relevantes de la política nos permite imaginar que si Sergio Massa hubiese quedado fuera de la segunda vuelta, no hubiese sido impensado que un sector importante del peronismo hubiera buscado ser parte del gobierno de Milei, y que veríamos a Patricia Bullrich junto a Macri y Vidal pidiendo por el respeto de las instituciones y el no avasallamiento del poder legislativo y judicial. O sea, habrían priorizado el clivaje de la vieja grieta por sobre el clivaje de la nueva que se anuncia. Esta división es una de las explicaciones de por qué Milei con tan solo 38 diputados y 7 senadores logró aprobar la ley bases.
Los últimos dos gobiernos han cansado a la sociedad. La estresaron, la desorganizaron y le empeoraron todos los aspectos de su vida cotidiana. ¿Qué hemos hecho para merecernos esto? El divorcio de la sociedad con las casta es como el de una pareja que lleva muchos años de relación (y de desgaste). No es una decisión que se toma de un día para el otro, pero cuando se toma es muy difícil que se vuelva para atrás.
Todas para el V.A.R
Estilos como el de Milei, Jair Bolsonaro o Donald Trump terminan cansando a la sociedad. Cuando la rabia deja de ser una canalización del stress para convertirse en su causa, el círculo se cierra. Son gobiernos además que viven además en una especie de V.A.R interminable y repetitivo, como vimos en Argentina en todo el tratamiento de la Ley Bases, por ejemplo. La misma mecánica que los trajo al poder hace muy difícil después que la pelota ruede: todo está trancado, judicializado, lleno de idas y vueltas. Más que fútbol, el juego que proponen es un beisbol. De cualquier manera, existen muchas posibilidades de que Milei aun cansando a los argentinos siga jugando sólo en un frontón, si es el único que sigue encuadrado en lo nuevo.
Esto obliga al sistema político a salir del submarino interior y de sus conjeturas que no son más que deseos proyectados ("el Gobierno se cae en marzo") que no hacen más que demostrar lo desconectados que siguen estando con la sociedad.
"Lo nuevo"
Milei puede agotar y dejar de ser una opción ganadora en el 2027, pero seguramente en ese caso será reemplazado por algo "nuevo" y no anclado en el pasado que angustió tanto a la sociedad.
Aquellos dirigentes políticos que tengan la intención de liderar encuadrándose en eso "nuevo" deberán tener un conjunto de características, pero sobre todo dos que son centrales y que operan como premisas. La primera: tienen que estar dispuestos a perder algo, a hacer algún sacrificio, no existen más las condiciones de posibilidad de un liderazgo conservador en Argentina. La segunda: tienen que ser ungidos por el voto popular y no por la decisión de cuatro dirigentes en una mesa ratona, sean del partido que sean. La "casta", sea del signo que sea, ya no puede elegir a nadie por si sola.
Por eso creo es un buen intento, por ejemplo, el de Juan Grabois, que intenta en su confrontación las "ideas del humanismo" y las "ideas de la libertad" conectar con la sociedad desde un ángulo nuevo.
La única salida que queda es para adelante.