Leyes para reyes, por Diego Pomareda
Los autoritarios, por naturaleza, tienen como prioridad la concentración del poder y, con ello, el debilitamiento de los instrumentos de control. Esto último viene dándose en la Comisión de Constitución con la aprobación del dictamen que dispone que las decisiones del Congreso solo podrán ser revisadas por un órgano que ellos eligen y pueden remover; es decir, por el Tribunal Constitucional.
¿Tiene algún incentivo un congresista para actuar objetivamente en la Comisión de Ética si sabe que mañana puede ser el próximo acusado? Ninguno ¿Qué motivaría a los miembros del TC a contradecir la voluntad de un Congreso que los designó? Nada ¿Es posible hablar de un auténtico proceso competencial cuando el árbitro está del lado de una de las partes? No.
Para frenar estos incentivos perversos, se permitió que el Poder Judicial pudiera tutelar los derechos fundamentales en caso de que el Congreso cometa una arbitrariedad. Además, se estableció que el TC necesitaría una mayoría calificada de cinco votos (sobre siete) para resolver conflictos entre poderes del Estado, lo que garantiza una amplia deliberación y consenso.
Sin embargo, estas barreras contra el abuso han sido demolidas por la Comisión de Constitución con dos claros objetivos: (i) que el Congreso no sea controlado por jueces imparciales y (ii) que le sea más fácil obtener fallos favorables en caso de conflicto con otros poderes del Estado. En definitiva, están allanando el camino para ser el primer poder del Estado, no solo en la práctica, sino también en el diseño constitucional.
Este desequilibrio entre poderes que tiene como principal promotor a quien afirmó que “son reyes (…) las autoridades del Legislativo” confirma la tesis del autoritarismo parlamentario y la mutación forzada hacia un semiparlamentarismo en el Perú. No obstante, lo que esta mayoría abusiva no parece prever es que la reforma que hoy aplauden, impulsada a raíz del caso de la Junta Nacional de Justicia y por lo que se viene hasta el fin del periodo legislativo, podría convertirse, más temprano que tarde, en su peor pesadilla.