Naciones Unidas y los futuros
A partir de este domingo, y hasta el lunes 30, la Asamblea General de las Naciones Unidas, la instancia más representativa de la organización, desarrollará su Semana de Alto Nivel.
Se trata del momento cumbre de cada período anual de sesiones —en este caso el 79, inaugurado el martes 10—, durante el cual decenas de jefes de Estado y Gobierno, cancilleres y otros dignatarios confluyen en la sede de Nueva York para desarrollar intensas agendas.
El gran eje de la semana es lo que se conoce, aunque sin serlo, como “debate general”: la sesión plenaria de la Asamblea que se celebra a partir del martes para que los representantes nacionales fijen posiciones ante sus pares. Además, participan en reuniones especiales, realizan encuentros bilaterales e interactúan con organizaciones no gubernamentales y grupos de interés.
Como ha sucedido durante tres años consecutivos, el presidente Rodrigo Chaves estará ausente y nuestra delegación será encabezada por el canciller, Arnoldo André Tinoco.
Abanico de retos
Durante el debate general se criticarán o justificarán guerras como las de Ucrania, Gaza y Sudán, y las pavorosas tragedias humanitarias que generan. Se hablará del desafío existencial que plantea el cambio climático; del hambre, el terrorismo, las migraciones masivas, la delincuencia organizada, la inteligencia artificial y las pandemias.
Será imperativo, además, abordar la crisis del sistema multilateral, del que la ONU es el gran eje, y las reformas necesarias para que, a un año de cumplir 80, la organización temple sus músculos más fláccidos y refuerce su amenazada relevancia.
De las resoluciones que adopte la Asamblea de aquí a diciembre, saldrán guías políticas de importancia para abordar algunos de estos retos. Sin embargo, la acción en el terreno escapa a su ámbito. En la ONU, corresponde a otros órganos, como el Consejo de Seguridad y las agencias especializadas del sistema.
Los mayores obstáculos para abordarlos, sin embargo, surgen fuera de la organización. Las nuevas confrontaciones, la reemergencia de bloques geopolíticos, las violaciones flagrantes al derecho internacional, la nueva carrera armamentista —convencional y nuclear— y el protagonismo de agrupaciones plurilaterales paralelas, que van desde el G7 hasta los Brics, debilitan cada vez más su capacidad e influencia.
Por supuesto, los más afectados por estas corrientes que menoscaban la labor de las Naciones Unidas somos los países débiles, que apostamos, como motor y contención, a la vigencia de un sistema internacional basado en reglas comunes y guiado por visiones y gestiones colectivas.
Mirada prospectiva
En este contexto de grandes desafíos, adquiere particular importancia una actividad que se desarrollará entre hoy y mañana. Me refiero a la Cumbre que, por una resolución de la Asamblea, aprobada el 12 de setiembre del 2022, deberá adoptar por consenso un Pacto para el futuro.
De acuerdo con esa decisión, el contenido del documento deberá ser “conciso y orientado a la acción”, e incluir capítulos sobre desarrollo sostenible y financiamiento para el desarrollo; paz y justicia internacional; ciencia, tecnología, innovación y colaboración digital; juventud y generaciones futuras; y transformación de la gobernanza global.
El consenso requerido, al que con frecuencia se tiende en la ONU, es un instrumento de doble filo. Por un lado, otorga a los documentos aprobados indudable alcance universal, que los dota de legitimidad y mayor fuerza; por otro, se las quita, porque la unanimidad obliga al menor denominador posible y da a unos pocos países un virtual poder de veto.
Entorno complejo
El contexto global actual es muy distinto del que prevalecía a comienzos de este siglo, cuando el fin de la Guerra Fría aún rendía frutos universales.
Fue posible entonces, en el año 2000, realizar una cumbre que reunió a 143 jefes de Estado y Gobierno, y aprobó la Declaración del milenio, con gran orientación hacia los derechos humanos, la democracia y el buen gobierno. Además, condujo los objetivos de desarrollo del milenio (ODM). Los de desarrollo sostenible (ODS) se adoptaron en el 2015.
En el 2005, coincidiendo con los 60 de las Naciones Unidas, su Cumbre Mundial adoptó una Declaración final de igual o, incluso, mayor trascendencia que la del 2000.
El documento hizo más permeable el concepto de soberanía nacional; convirtió la seguridad humana en eje básico para el actuar de la organización; e introdujo el principio de “responsabilidad de proteger”. Según este, el Consejo de Seguridad puede decidir distintas modalidades de intervención en aquellos Estados que cometan o no sean capaces de evitar atrocidades contra su población.
Ahora la situación ha cambiado, para mal. La posibilidad de alcanzar acuerdos unánimes y robustos confronta enormes obstáculos. Son los mismos que erosionan el desempeño general de la organización.
En estas circunstancias, será prácticamente imposible que el Pacto para el futuro tenga un nivel de solidez y aspiración similar al de los documentos del 2000 y el 2005. Su negociación ha sido particularmente difícil. El viernes aún no se había logrado consenso, por posiciones intransigentes de ocho regímenes autocráticos: Rusia, Bielorrusia, Bolivia, Eritrea, Irán, Nicaragua, Siria y Venezuela.
Sin embargo, no dudo de que, al menos, establecerá puntos de referencia adecuados para abordar los temas de que se ocupa, y dibujará líneas para mayores avances en ellos.
Otras iniciativas
Mediante otras actividades que trascienden su debate general, durante la Semana de Alto Nivel se analizarán el avance en el cumplimiento de los ODS, los desafíos generados por el crecimiento en el nivel de los océanos, la resistencia antimicrobiana y antibacteriana, y la eliminación de las armas nucleares, un tema en el que Costa Rica ha tenido gran liderazgo.
Tales asuntos nos refieren a futuros múltiples de la humanidad. En ellos, la urgencia y la trascendencia se funden. La ONU carece de recursos y competencias para, por sí misma, definir su curso, pero puede y debe intentarlo. Para esto, el replanteamiento de su estructura y gobernanza, y su adaptación a las nuevas dinámicas internacionales será indispensable.
Esta es la tarea inmediata por afrontar con vistas a sus 80 años. Quizá este 2024 sirva como impulso.
El autor es periodista y analista.