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Сентябрь
2024

El Real Madrid se gusta, teme y disfruta contra el Espanyol (4-1)

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El fútbol da para tanto, para tertulias, y mensajes en las redes, para crónicas y cientos de palabras porque no hay manera de pillarle el truco. Llevamos dando vueltas al fútbol del equipo de Carlo Ancelotti, que no perdía, pero que sus victorias dejaba un regusto de leve insatisfacción, estábamos divirtiéndonos con la cantinela de jugar bien o ganar, y resulta que contra el Espanyol, en el mejor partido de de LaLiga, fue el que casi se le escapa al conjunto blanco. Que Courtois, del que hemos contado que puede ser que sea mejor que Casillas se mete un gol y que Vinicius, del que hemos dicho que está lejos de su mejor forma, se queda en el banquillo, y el rato que sale es para ser absolutamente decisivo como sólo puede ser él.

Sin el brasileño, al que Ancelotti dio descanso, como a Rüdiger, Rodrygo se colocó en la banda izquiera y Güler en la derecha. Se fue quedando sin chispa el joven jugador turco con el paso de los minutos, pero tiró del Real Madrid en el comienzo del partido, partiendo desde la línea de banda hacia cualquier lado del campo, buscando al compañero y desmarcándose para servirle de apoyo. Hace muchas cosas y las hace bien.

Quizá porque con él, el equipo tenía un jugador de más toque, el Real Madrid salió al campo con otra cara y otro estilo: con más estilo con la pelota, triangulando por dentro y robando rápido. Era un equipo más corto que otras veces, que presionaba bien y jugaba mejor. Se cansó de llegar al área rival, con Modric y Valverde al mando en el centro y Bellingham, otra vez, desplegando su fútbol. Cuando el equipo juega y también cuando no le acompañan, el futbolista inglés es fabuloso. Y el Madrid se gustó y el Bernabéu vio el partido que le gusta ver: el rival sin salida y el balón yendo y yendo hacia el área rival. Los cinco defensas del Espanyol, todo el equipo en realidad, achicaba agua, se iba a hacia atrás y cerraba espacios. La consigna era resistir. Y lo lograron. El Madrid remató hasta 14 veces en la primera mitad, pero en casi ninguna sorprendió al portero, bien colocado y blocando los tiros demasiado centrados. Le faltó al equipo local claridad en el último instante, en el remate o en el pase decisivo. Todo indicaba, sin embargo, que era cuestión de tiempo, pues el choque estaba decididamente inclinado hacia la pobladada área del Espanyol.

 

Pero, las cosas que pasan, no llegó el gol, el Madrid se cansó de intentarlo y Puado, con un tiro desde el centro del campo que casi sorprendió a Courtois, dio una pista a sus compañeros: había un portero al que atacar.

Mejoró algo el equipo catalán ante el cansancio del Real Madrid, pero nadie podía imaginar lo que sucedió al comenzar la segunda parte. Lo previsto era el gol del Real Madrid, eso de lo que cae por su propio peso, pero Joan García se inventó un pasó maravilloso para una contra veloz que terminó con un pase atrás, que era a ningún sitio: no llegaba ningún rematador, pero dio en el pie de Courtois, el mismo que contra el Stuttgart lo paró casi todo y se fue dentro. Hay historias que no hasta imposibles de imaginar.

Lo que estaba siendo un partido tranquilo, uno de los miles del Bernabéu, en el que el rival cae porque es imposible aguantar el dominio constante del Madrid, se convirtió en otro, también visto cientos y cientos de veces en este estadio: el de la remontada, con el tiempo en contra, el momento en el que la grada y el equipo se encuentran. Fue Bellingham el que comenzó todo, al robar un balón y dejar su remate en la línea de gol. Carvajal, que no tuvo su mejor día y se fue tocado, remató con la rabia que llevaba todo el mundo encima por cómo había sido la película.

Ya estaba Vinicius en el campo, por cierto. Hubo una jugada que se lio a regatear sin provecho y lejos del área y hubo ese murmullo que no termina de crecer y que huele a reprobación. Si Vinicius lo oyó, se hizo el sueco. Le dio igual. Seguramente no le gustó ser suplente, seguramente se preguntó por qué él y sin seguramente, salió al campo a dejar claro que es indispensable en este equipo. El Madrid ya iba a por todas, a correr, lejos de la academia del primer tiempo. Vinicius, claro, se inventó un pase de exterior a Rodrygo, que se coló por donde no se podía. Luego, para confirmarse, marcó Vini. Y Mbappé de penalti.

El Madrid se divierte.