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La electrónica es sensual si toca Caravan Palace

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En la tensión que produce el caos reside la belleza del jazz. Es una música libre, indisciplinada, coherente dentro del desorden. Se basa en estímulos y miradas, en conexiones y vibraciones. El jazz es el «scatting» de Ella Fitzgerald, el método de Charles Mingus o el frenesí de Duke Ellington frente a las teclas del piano. Y en estos grandes nombres, entre una lista interminable, se inspiran y remueven los ritmos de Caravan Palace, pero, y siguiendo la filosofía jazzística, dando un paso más allá: la banda francesa añade al sensual swing de los años 30 lo atrevido del sonido electrónico. Son hacedores de un estilo musical innovador, un electro swing que apela a las teclas de Ellington de la misma manera que a la filosofía de Daft Punk. «Queremos transmitir que la música es vibración», resume a este diario Zoé Colotis, cantante y parte de la banda francesa que completan Arnaud «Vial» de Bosredon y Charles Delaporte.

La historia de Caravan Palace es casi tan peculiar como sus canciones. Fundada en 2005, nació como consecuencia de un proyecto audiovisual que pretendía reunir las películas pornográficas de los años 20 y 30 y «modernizarlas», cambiándoles el montaje. Para ello, hacía falta una banda que sacara el descaro sonoro de lo vintage y le dotase de una percepción actual. Porque quizá el porno no pasa de moda, sino la forma de ofrecerlo. Ahí surgieron las primeras composiciones al estilo Caravan Palace y, aunque finalmente el proyecto no salió adelante, sí se abrió una ventana hacia una música innovadora y rompedora. Comenzaron a crecer en MySpace, consolidaron sus éxitos a través de YouTube, y la banda ya protagoniza varios «trends» bailables en Tik Tok: «Hay mucha libertad y creatividad en internet y en las redes sociales, y nos gusta más descubrirlo que controlarlo», asegura Colotis.

Pero, más allá de pantallas y cuerpos cabizbajos, lo que reivindica Caravan Palace a cada canción que lanza es el movimiento, el disloque del esqueleto. Lo volvieron a demostrar el pasado marzo al publicar «Gangbusters Melody Club», su quinto álbum de estudio. Canciones como «Mirrors», «MAD» o «Reverse» vuelven a invitar al oyente a una experiencia sin receta, sin más fórmula que la de exprimir el lado experimental de la música y sin llegar a perderle el respeto. «Nos gusta la cultura del baile, de la fiesta. Si te olvidas de tu cuerpo lo puedes pasar fatal, y nos gusta reivindicar la libertad del movimiento, compartir vibraciones», asegura la cantante. Toda persona, por tanto, a la que le guste entrar en calor y «que sea curioso de la nueva música es bienvenido en el club», apunta, confesando que también les gustaría «que vinieran Rosalía, Demon Albarn, Prince, Stevie Wonder o Ella Fitzgerald... sería interesante una colaboración de todos ellos, algo retro, futurista».

Tal y como hicieron con «Lone digger» y el álbum «Robot face», trabajos con los que, en 2015, colocaron el electro swing en las listas de éxitos, la banda francesa continúa bajo el principal método de «seguir nuestra intuición, lo que nos gusta y emociona. A veces le ponemos algo más rockabilly o de R&B. Y lo que más nos influye es el jazz, porque tiene muchísimas posibilidades. El resultado no es algo tan popular como el rap, pero tiene público en todas las partes del mundo, así que seguiremos», afirma Colotis. También lo tienen en España. Quizá, cada vez más. Este nuevo álbum lo presentaron en Barcelona, el pasado 9 de junio, y en las Noches del Botánico de Madrid, el 11 de junio. «Nos encantan las aventuras, sorprender a nuevos públicos. Y eso es lo que vamos a seguir haciendo –confiesa Colotis– hasta que nos muramos, diría yo».

Melodías y contrastes

Hay algo que en Caravan Palace, además de la sensual fusión de estilos, también es constante: el miedo a repetirse. «Lo combatimos intentando seguir el camino de siempre, que es empezar un álbum con una canción, dejándole espacio, hacer otra, y luego volver a la primera. Ahí vemos si el estilo continúa teniendo coherencia», describe Colotis, quien pone su voz a estos ritmos, aunque «no buscamos darle a los temas ningún significado». Las letras de sus canciones se edifican de una manera también peculiar: la melodía es la que manda en todo momento. «Según si la música necesita una ‘‘b’’, más suave, o una ‘‘p’’, más cortante, o un sonido más largo, como una ‘‘u’’... cuando tenemos estas piezas, intentamos pensar en mensajes, para crear contrastes». Todo ello, rindiendo homenaje, insiste Colotis, a Billie Holliday, Fitzgerald, Nina Simone... «no sé ni por dónde empezar ni acabar esa lista».

«Gangbusters Melody Club» es el segundo álbum que la banda graba con un sello propio. Algo que dota de aún mayor unicidad al grupo, pues esa independencia discográfica les aporta incluso de una mayor libertad creativa. Van, en pocas palabras, más a su aire, porque pueden permitírselo. ¿Es necesaria esta autogestión para resistir en una industria de tendencias tan marcadas? «Antes también sentíamos que teníamos libertad», explica la artista, «pero es cierto que ahora, como somos menos personas, los debates son más rápidos, hay menos intermediarios, y las decisiones se toman más rápidamente». Menos reuniones y más estudio, eso es lo que más les interesa. «Es interesante comprender cómo funciona la industria, cómo cambia mucho y rápidamente. Pero, sobre todo, nos concentramos en el carácter orgánico de la música», asegura.