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Сентябрь
2024

Cómo salir de la trampa del ingreso medio

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Cuando un país de ingreso medio, como Costa Rica, experimenta desaceleraciones sistemáticas del crecimiento porque no puede con las nuevas estructuras económicas necesarias para sostener ingresos altos, se dice que cayó en la trampa del ingreso medio.

En otras palabras, crece poco y le es imposible competir con productos intensivos en mano de obra barata, porque los salarios son relativamente altos, y tampoco contra productos sofisticados tecnológicamente, porque posee pocas capacidades domésticas de innovación.

Hablo de capacidades domésticas de innovación, ya que me estoy refiriendo a las empresas del régimen definitivo, que producen al 85 % de los bienes y servicios en Costa Rica, en contraste con las situadas en el régimen especial, principalmente multinacionales, que sí cuentan con ellas.

El Banco Mundial recomienda a los países de ingreso medio dos transiciones sucesivas para desarrollar las estructuras económicas apropiadas con el fin de llegar a ser economías de ingreso alto.

La primera es moverse de una estrategia para acelerar la inversión a otra centrada tanto en la inversión como en la infusión de tecnologías. Por ejemplo, traer tecnología de fuera y difundirla internamente. Una vez que el país ha tenido éxito, la segunda transición consiste en pasar a una estrategia que implica prestar más atención a la innovación.

Costa Rica registra cierto éxito en la primera transición, gracias a la atracción de inversión extranjera directa de media y alta tecnología orientada a la exportación, así como al desarrollo de encadenamientos productivos entre las empresas multinacionales y las domésticas (sobre todo, pymes), lo que ha facilitado la transferencia de tecnología y conocimientos a estas últimas y mejorar la productividad.

En materia de competencia, sin embargo, tenemos una agenda por concluir. Por ello, sin dejar de fortalecer los programas de encadenamientos productivos e inversión pública y privada, debemos avanzar hacia la segunda transición: desarrollo de capacidades domésticas de innovación, acompañado del fortalecimiento de la competencia.

Nuevo enfoque

Si queremos salir de la trampa del ingreso medio, necesitamos ver la trampa a través del lente del paradigma de crecimiento schumpeteriano, es decir, un paradigma que coloca la noción de “destrucción creativa” y el cambio institucional en el centro del crecimiento económico.

Es un proceso en el cual la innovación vuelve obsoletos tecnologías, productos y procesos productivos, pero crea nuevas ventajas cuando desplaza a las empresas que se quedan rezagadas en un mercado competitivo.

Debe tenerse presente el papel que desempeñan tanto los cambios en la estructura económica como en las instituciones de apoyo para el crecimiento y el desarrollo económicos. El enfoque tiene que ser un proceso que toma, como si fueran bloques de construcción, el microcrecimiento de las empresas y su interacción competitiva, en el cual los factores institucionales afectan esa interacción y, por ende, la construcción exitosa de estos bloques.

El desarrollo de las capacidades domésticas para la innovación constituye el principal cuello de botella para un crecimiento alto y sostenido de la economía, y, sin embargo, es la única receta para salir de la trampa del ingreso medio.

Una manera de atacar los principales cuellos de botella son los clústeres o aglomeraciones de empresas cuyo principal objetivo es la mejora de la productividad y competitividad.

En un clúster existe una concentración no solo de productores de bienes similares, sino también de proveedores de insumos, empresas de sectores auxiliares y compañías de distribución, a las cuales se les unen esfuerzos de organizaciones de educación e investigación (universidades y centros tecnológicos) y otras, como gobiernos y asociaciones empresariales.

Todas trabajan de manera conjunta en pos de la mejora y, por ende, de su productividad. Un ejemplo es el País Vasco, en España, donde la participación de las pymes en investigación y desarrollo (I+D) es la más alta en toda Europa. Los clústeres han sido fundamentales para mejorar la coordinación con diversas entidades a cargo de la formación de capital humano y obtener financiamiento para la innovación.

Clústeres nacionales

El Programa Nacional de Clústeres lleva siete años. Recientemente, mediante un decreto ejecutivo, se les encargó a tres ministerios (MEIC, Comex y Trabajo), pero sin definir quién es el líder.

Pese a lo anterior, se cuenta con varias iniciativas en agroindustria, logística, ciberseguridad, ciencias de la vida, servicios corporativos, TIC y turismo, gracias a la participación del sector empresarial y al apoyo de la academia y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Una reforma a la Ley del Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD) los hizo sujetos de financiamiento, y ahora las asociaciones de clústeres podrán presentar proyectos al SBD con miras a mejorar las capacidades domésticas de innovación en sus empresas, por consiguiente, su productividad y competitividad, pero se requiere que el Estado dirija y apoye el PNC, comenzando con la firma de la reforma, la definición de un líder y de los mecanismos para la eficiente coordinación interinstitucional público-pública y público-privada dentro del programa, es decir, la definición de una gobernanza apropiada para el desarrollo de los clústeres.

Dos sugerencias: que la gobernanza radique en el SBD, donde su consejo es presidido por el MEIC, rector de la política relacionada con las pymes; y fortalecer las capacidades de la Comisión de Promoción de la Competencia (Coprocom) para que el entorno en que operan las empresas de los clústeres sea cada vez más competitivo y así funcione realmente la “destrucción creativa”.

rmonge@academiaca.or.cr

El autor es economista, presidente de la Academia de Centroamérica.