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Una 'Emmanuelle' recia y sin hamaca de mimbre inaugura el Festival de San Sebastián

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Abc.es 
Qué buena manera de empezar un festival: el personal encendido con la película de inauguración, 'Emmanuelle'; con dos tipos ocurrentes para la gala, Buenafuente y Berto Romero; con Javier Bardem recogiendo su premio ; con Emilia Pérez, o Karla Sofía Gascón, en el arranque de la Sección Perlas, y con la sensación, siempre agradable, de que uno se encuentra ante un bufé libre de películas que no podrá ponerse entero en el plato y mucho menos digerirlo. No ver todas las películas, y lo sabemos unos cuantos, es un regalo que te concede el cine después de haberte exprimido. Pero había que ver 'Emmanuelle' aunque sólo fuera por aquello. Es el título que inauguraba la 72 edición del Festival y venía cargado de dos o tres recuerdos, todos pertenecientes a la anatomía de Silvia Kristel , la Emmanuelle de toda la vida. Es una película dirigida por Audrey Diwan , cineasta de prestigio y no como aquel director 'piernas' que firmó la original, Just Jaeckin , que solo hacía películas para que fuera el mundo erotizado y babeante, es decir, todo el mundo, a verlas. Lo primero que se puede decir de esta nueva versión de 'Emmanuelle' es que no hay en ella ni rastro de la poltrona de mimbre, con lo que la protagonista, Noémie Merlant , tiene otros espacios para complacer visualmente al espectador y a la espectadora, un cuarto de baño de avión, habitación lujosa de hotel, bañera, amplias camas o cuchitril en la trastienda de una discoteca. Lo segundo, y opinable, es que tampoco hay rastro de Silvia Kristel, tal vez una actriz más limitada que Noémie Merlant, pero que seguirá siendo por los siglos de los siglos Emmanuelle. Merlant es elegante y atractiva, sí, pero no rezuma la ligereza, la simpatía, la burbuja de champán y el natural erotismo de su predecesora. Tiene una dureza de rostro, un gesto áspero, que te diluye el hielo de la copa. El argumento que organiza el guion de Audrey Diwan y su puesta en escena tampoco tiene especiales burbujas, con Emmanuelle en un avión, la escenita tonta en el baño, la llegada al mundo exótico y su tarea fiscalizadora en un hotel de lujo que regenta Naomi Watts (cuánto más morbillo tendría Naomi que Noémie)… En fin, una historia cuyo interés crece tanto como mis inversiones en bolsa (con minúscula) y que tiene dos o tres momentos con su punta de picardía, con un cubito de hielo, con una maquinilla de afeitar y con un extra con el mismo texto que la maquinilla de afeitar. El elemento masculino en esta película tiene la misma metralla que una pistola de juguete, y salvo Will Sharpe, que interpreta a un tipo que podría tener algo de interés en otro hemisferio, no hay material macho para Emmanuelle. Así es la vida con el paso de las décadas. Lo que sí tiene, y de sobra, son coartadas para el análisis y para el floreo de los analistas de la actualidad, con palancas como una mirada distinta a lo femenino (¿?), una atención especial a los placeres sexuales de la mujer (¡!) o un vistazo de clase a los hoteles de lujo (…) La otra película inaugural, la de la Sección Perlas, 'Emilia Pérez', que asombró en el pasado Festival de Cannes, sí es algo ocurrente, brillante y serio. La dirige Jacques Audiard y tiene tres interpretaciones femeninas magníficas, Zoe Saldana, Selena Gómez y Karla Sofía Gascón, para tres personajes asombrosos, en especial el de Emilia Pérez, un sanguinario capo de cartel del narcotráfico que se cambia de sexo para desparecer. Es musical, es drama, es intriga, thriller y una reflexión profunda sobre la transición (no sobre nuestra Transición, que sobre eso ya reflexiona el grueso cerebral de nuestra política). Y eso, que, de aquí en adelante, todo por venir.