Carlos Bernasconi en Cusco
Si hay una cualidad, entre varias vistas, que proyectaba la obra del artista Carlos Bernasconi (1924 – 2023) era que esta no dejaba indiferente al espectador. Tampoco nos referimos a una poética que se imponía de golpe en él, por el contrario, esta seducía por medio de la sugerencia y el sentido lúdico de sus piezas que abarcaban una variedad de técnicas que plasmaba en múltiples intereses temáticos. Esta es una de las razones por las que resulta difícil, hasta hoy, clasificar su obra. Por eso, lo más acertado es llamarlo artista multidisciplinario. Bernasconi ingresó, y con mucha solidez, a parcelas como la pintura, la escultura, la cerámica, el grabado, la xilografía, la joyería y la literatura.
Este 2024, Bernasconi, ya en edad venerable (se deduce), iba a cumplir 100 años. Pero tuvo que partir en noviembre del 2023. Lo hizo teniendo en mente proyectos por delante y en pleno trance creativo.
“Mi papá trabajaba todos los días. Incluso el día que se sintió mal, vino a su taller. Seguía trabajando en todas las técnicas. En cerámica, en bronce. No estaba preparando otra exposición”, declara para La República la actriz e hija del artista, Cécica Bernasconi.
No debe ser extraña la inquietud sobre si Bernasconi estaba preparando otra exposición. Recordemos la última, llevada a cabo en la sala Luis Miró Quesada Garland de la Municipalidad de Miraflores, en el 2022: la retrospectiva La libertad del arte. Esta muestra cautivó a la crítica y, en especial al público. Bernasconi, hay que subrayarlo, no solo era destreza técnica, su propuesta transmitía sensaciones, comunicaba. “Muchos decían que era un artista del Renacimiento. Siempre fue un hombre muy curioso. Manejaba técnicas que hoy muy pocos dominan, El hacía sus cosas solo, no pedía que otros le ayuden, le gustaba tener control sobre los materiales que intervenía. Era una artista a la antigua”.
En su libertad técnica y temática, Bernasconi tenía ese mágico poder de desconectar al espectador, es decir, de ampliarle la visión de vida. Se entiende, entonces, que tuvo no pocas personas que admiraban su trabajo. Uno de ellos, es el curador Sergio Velasquez Calvo, de quien nació la idea de la exposición Carlos Bernasconi en el Valle Sagrado de los Incas, la cual se podrá apreciar desde el 22 de septiembre hasta el 30 de noviembre en MANTAY Galería de Arte Moderno del hotel Tambo del Inka.
“No es toda la obra de mi padre, pero hay sesenta obras que reflejan su mundo creativo. Que esta muestra se haga en el centenario de su nacimiento, es un homenaje para él. Antes expuso en Cusco y le había ido bastante bien, espero que en esta ocasión sea igual”, señala Cécica.
Sesenta obras no es un número menor, pero en el caso de Bernasconi, este nos da una idea de lo mucho que aún falta por mostrar y seguir reconociendo de él. Al respecto, Cécica indica:
“Hace un tiempo, Anamaría McCarthy, en una entrevista, dijo que cuesta reconocer la magnitud de la obra, el talento de mi padre. Mi padre vivía para trabajar. Cuando murió, tenía pintura azul en las manos”.
La cita que Cécica trae a colación no debe pasar desapercibida. En su morfología no solo percibimos una postura, sino también un magisterio ético que debería ser seguido por todo artista o creador que se respete como tal. Si costaba reconocer la obra de Carlos Bernasconi, obedecía a una realidad. No fue un artista periférico, tampoco marginal. Sin embargo, Bernasconi no gustaba de las capillas, menos de los grupitos, huía de las argollas con tal de cuidar su mundo interior. Esa quizá sea una de las razones por las cuales “cuesta” enfatizar en el discurso escrito de los especialistas lo evidente de una obra que trascendió estando el artista en vida. Hay, pues, una tarea pendiente, y aún más tratándose de un creador con público que lo legitima, que no es nada poco.
“Nos interesa que los más jóvenes conozcan la obra de mi padre. Dejó también un libro de cuentos. Leía muchísimo y era una persona muy enterada de la actualidad. No le gustaba la situación del país. Hablamos de una persona que vivió varios gobiernos. Vio de todo. Su refugio nunca dejó de ser su trabajo, podía indignarse con lo que pasaba, pero siempre volvía a su taller”.
Si van al Valle Sagrado, vayan a ver la exposición de este tremendo creador.