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Сентябрь
2024

El fenómeno de los menores influencers se agiganta en un vacío legal

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Abc.es 
Internet ha dado un vuelco a las aspiraciones de millones de niños que, familiarizados con los dispositivos móviles tanto como con los juguetes convencionales, ya no sueñan solo con ser futbolistas, profesores o cantantes, sino que también fantasean con convertirse en 'estrellas' de las redes sociales . Bien sea por iniciativa propia o empujados por los progenitores, su presencia en las diferentes plataformas digitales es una realidad y hoy en día es fácil encontrar cuentas populares en las que la práctica totalidad de los contenidos son protagonizados por los pequeños de la casa. No todos ganan dinero con su actividad, pero para los que sí monetizan gracias a su destreza ante la cámara, el ordenamiento jurídico español carece de una regulación específica, lo que abre el debate sobre la posible desprotección de los menores. A pesar de los riesgos asociados, ya que se trata de un segmento de población especialmente vulnerable, el fenómeno ha crecido a pasos agigantados por las dinámicas de la sociedad. A los 11 años, el 41,4% de los niños de nuestro país dispone de un teléfono móvil y el 92,4% ha navegado en internet en los últimos tres meses , proporciones que se elevan hasta el 68,8% y 92,8% respectivamente cuando llegan a los 12 años, según el Instituto Nacional de Estadística. Además de la penetración de la tecnología en su vida, cabe resaltar el tiempo que pasan cada día en las redes . El estudio 2024 de IAB Spain revela que los usuarios de entre 12 y 17 años les dedican una hora y diez minutos, siendo sus favoritas WhatsApp, TikTok, YouTube e Instagram. Por otro lado, el 66% de quienes se encuadran en el mencionado grupo de edad buscan información en estos entornos virtuales antes de adquirir productos o servicios y la mitad declara que las plataformas influyen en su compra final. Las redes sociales forman parte de la cotidianidad de los más jóvenes, acostumbrados a seguir a perfiles que poseen una nutrida comunidad de fieles y que generan tal volumen de ingresos que no precisan de otro trabajo. La admiración por esas figuras, unida a la percepción de que se han vuelto millonarios sin apenas esfuerzo, anima a muchos menores a emularlos, pero los expertos alertan de que los padres han de extremar las precauciones ante la exposición continuada de sus hijos, así como de la conveniencia de que exista una normativa concreta que controle las condiciones en las que llevan a cabo el proceso de creación. Mònica Ricou, profesora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), asegura que las plataformas podrían establecer más barreras para evitar que los niños que no cumplen la edad estipulada se abran una cuenta, pero recalca que la responsabilidad recae sobre los padres , de ahí la importancia de que tomen conciencia sobre los peligros de la exhibición pública de sus vástagos. El pasado junio, el Consejo de Ministros aprobó en primera vuelta el Anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de las personas menores de edad en los entornos digitales, que contempla medidas como elevar de 14 a 16 la edad mínima para consentir el tratamiento de datos personales , lo que implica que, hasta ese momento, tampoco podrán crearse una cuenta sin el consentimiento de sus padres o tutores legales. Al margen de la ausencia de una herramienta eficaz que garantice que el usuario tiene la edad que dice, en los supuestos en los que exista la autorización paternal y el canal del menor genere ingresos, Ricou cree que es necesaria una puesta al día normativa. «El artículo 6 del Estatuto de los Trabajadores prohíbe la admisión al trabajo a los menores de dieciséis años y por debajo de esa edad, si intervienen en espectáculos públicos, señala expresamente que solo se autorizará en casos excepcionales por la autoridad laboral , siempre que no suponga un peligro para su salud ni para su formación profesional y humana», recuerda la experta, que subraya que haría falta un artículo en el Estatuto de los Trabajadores referido a los desempeños en el mundo virtual o bien una ley específica. «Lo ideal sería actuar en el marco europeo y si no, a través de un convenio internacional», matiza. Asimismo, la docente de la UOC reivindica la realización de campañas de sensibilización porque «a todos nos extrañaría ver a un niño trabajando en una panadería y, sin embargo, no ocurre así en las redes». Dado que son los propios padres los que consienten la exposición de sus hijos, Ricou considera que debería interceder el Defensor del Menor para poner coto a estas prácticas. Hay pequeños que son auténticas celebridades. En España, uno de los canales destacados es el de Las Ratitas, dos hermanas, Gisele y Claudia, que aterrizaron en YouTube en 2015 y que suman la friolera de 25,5 millones de suscriptores . MikelTube es otro de los que triunfa con sus vídeos, acumulando 9,45 millones de suscriptores, algo más que TeamNico, activo desde 2013 y que ha alcanzado 4,09 millones de admiradores. Fuera del territorio nacional, el estadounidense Ryan Kaji es uno de los niños influencers de referencia. La revista Forbes, en su lista 'Top Creators' de 2023, calcula que el pequeño cosechó ese ejercicio unas ganancias de 85 millones de dólares . Sus padres comenzaron a subir vídeos suyos cuando tenía tres años y hoy el canal ha alcanzado los 37,7 millones de suscriptores. En Instagram también abundan los menores que han dado el pelotazo, como el británico @masons.world_, de seis años, que ha conquistado a un millón de personas, o la japonesa @coco_pinkprincess, de trece, que acumula 529.000 fans. Los niños son un imán para el público. «El contenido en el que aparecen siempre ha funcionado. Pasaba también en prensa y televisión. Simplemente por el hecho de que salgan, es más probable que la gente se quede frente a la pantalla porque generan atracción», asegura Marina Hernández, head of social y contenido de Good Rebels, agencia digital 360º. YouTube y TikTok son sus terrenos de juego por excelencia porque, en la mayoría de ocasiones, las publicaciones están enfocadas al entretenimiento. Estos canales conviven con cuentas en las que los influencers son los padres , pero muestran a sus hijos de forma habitual en el contenido. «En este caso, la audiencia son familias, un nicho muy goloso para las marcas», dice. La experta cree que en los años venideros pervivirán estos prescriptores digitales, pero el fervor actual decaerá. «En el marco europeo, cada vez habrá más concienciación colectiva sobre los derechos digitales y la privacidad, ya que nos estamos dando cuenta de la parte perversa de estos entornos. De hecho, ya hay una masa crítica que cuando lee 'cuenta gestionada por los padres' lo critica», apunta. Como consecuencia, «las marcas van a tener más reticencias a la hora de estimular esta industria». En Good Rebels ya desaconsejan las colaboraciones con niños entre sus clientes y en las circunstancias en las que tengan sentido revisan las condiciones con lupa. A Fernando Checa, profesor del Máster en Redes Sociales de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), le parece que el número de influencers por debajo de la mayoría de edad se estabilizará a futuro por la madurez del mercado . «La primera persona que graba un vídeo maquillándose genera un fuerte alcance, pero cuando hay muchas haciéndolo, disminuye. El problema son los niños que se pasan el día en Instagram o TikTok en tensión porque no logran los resultados que quieren, imposibilitándoles una carrera profesional en torno a la creación de contenido », comenta como uno de los perjuicios del anhelo infantil por tener una tribu virtual. La XVIII Encuesta Adecco 'Qué quieres de mayor', en la que han participado más de 1.110 habitantes de España de entre cuatro y dieciséis años, revela que 'youtuber' es la tercera ocupación más deseada por los chicos, en cuyo top 10 se cuelan las de 'streamer' y 'tiktoker', mientras que en el ranking de las chicas, influencer se sitúa en la décima posición. Los menores que se han lanzado a la aventura digital abordan temáticas diversas, aunque Checa apunta que el denominador común es que son contenidos muy infantiles, vinculados a videojuegos o probar juguetes. «Lo preocupante es que los perfiles femeninos están evolucionando hacia vídeos de rutinas de maquillaje y cuidado de la piel que no necesitan a su edad y que incluso pueden provocarles efectos negativos». Los tutoriales englobados bajo el hashtag Sephora Kids son un botón de muestra. «Los chavales de hoy en día están acostumbrados a que les graben y les encanta, pero pensemos si a los 14 años, edad en la que hasta ahora se pueden abrir una cuenta sin permiso de los padres, tiene el suficiente criterio para saber si lo que están haciendo es correcto o no. Quizá lo que hoy suben dentro de unos años les avergüenza», reflexiona. Laura Barroso, investigadora de la Cátedra de Derechos del Niño de Comillas ICADE, advierte de que la exposición en redes de menores y la difusión de información personal puede poner en riesgo su privacidad e intimidad, además de exponerles a sufrir algún tipo de violencia, como discriminación, recibir mensajes de odio o amenazas, ciberacoso… «Desde el punto de vista de la prevención, es importante capacitar a los niños acerca de sus derechos, las oportunidades y riesgos de compartir contenido en internet, orientarles en cómo actuar ante posibles situaciones de violencia y dónde pedir ayuda, dotarles de aptitudes digitales y de herramientas para proteger su privacidad, explicarles cómo crear y difundir contenido en línea de manera segura, y fomentar que su comportamiento en medios digitales no incite al odio o la violencia y respete los derechos de los demás», subraya la investigadora, que considera que también se debería apoyar a las familias para que cuenten con competencias y habilidades que les permitan acompañar a sus hijos en el uso seguro de internet, y sensibilizarles en la importancia del derecho a la privacidad y cómo protegerlo. Para Barroso, si bien es clave conocer los riesgos, no hay que perder de vista las oportunidades que puede presentar el entorno digital para la infancia, como el acceso a información y la posibilidad de hacerse escuchar en materias relevantes que les afectan. El reto, por lo tanto, es conseguir espacios en línea protectores para la infancia donde los jóvenes puedan expresarse de manera segura y responsable.