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Con la partida del exdictador Alberto Fujimori, Fuerza Popular (FP) no solo pierde a su líder histórico, sino también a quien supuestamente iba a ser su carta presidencial en las elecciones generales del 2026. Como se sabe, el 15 de julio su hija Keiko Fujimori lo afilió y anunció como candidato, pese a que la mayoría de los juristas coincidieron en que el indulto no lo facultaba a postular. En el fujimorismo hicieron oidos sordos y dejaron en manos de los organismos electorales - que busca capturar el Congreso - la decisión sobre el futuro electoral de su líder histórico.
Pero como se sabe, el 11 de setiembre hubo un giro inesperado: el exdictador falleció.
Con su ausencia, no habrá otra alternativa para la presidencia en Fuerza Popular (FP) que no sea Keiko Fujimori. Tampoco se puede mirar a su entorno familiar, pues su hermano Kenji Fujimori está alejado de la política. Nace así, la incertidumbre sobre lo que le depara a un fujimorismo sin Fujimori de cara a los próximos comicios generales. Es una incógnita el peso político y electoral que tenga su recuerdo y su su hija sabrá canalizarlo en una eventual cuarta postulación.
Fujimorismo sin Keiko, la excandidata natural de la derecha peruana
El historiador y analista político Daniel Parodi considera que “tal vez habría que pensar en un fujimorismo no solo sin Alberto Fujimori, sino también sin Keiko Fujimori”. “En el fujimorismo, desde que gobernaba Alberto, se impuso una lógica caudillista dinástica en la que el padre debía ser sucedido por la hija. Pero hoy el espectro de la derecha es más grande que el propio fujimorismo”, reflexionó.
El antropólogo Eduardo Ballón coincide y recuerda que, incluso antes del deceso del exdictador, Fujimori Higuchi había dejado de ser la aspirante natural de la derecha. Y sin la presencia de su padre, agregó Ballón, “pierde una ficha importante que le permitía moverse de una manera distante a cómo tendrá que hacerlo ahora si pretende, como muchos creemos, ser la candidata presidencial”. “Es un espacio que no es fácil (para el fujimorismo)”, dijo.
Retroceso electoral y proliferación de la competencia
En la última década, Fuerza Popular perdió respaldo en las urnas. En los comicios del 2016 obtuvo el 32.64% de votos válidos en primera vuelta y logró tener 73 congresistas electos, una representación histórica que no supo aprovechar. En 2021, apenas logró el 10.99% de votos válidos y el ingreso de 24 parlamentarios.
La proliferación de partidos políticos en ese proceso electoral generó puntos a favor y en contra. Por un lado, Fujimori Higuchi pudo pasar a segunda vuelta teniendo la menor cantidad de votos que obtuvo en las tres oportunidades que postuló a la presidencia. Y por el otro lado, superó esa etapa teniendo a dos de sus rivales - Rafael López Aliaga y Hernando De Soto - pisándole los talones.
Para el 2026 la competencia sería mayor. La proliferación desmesurada de organizaciones políticas - 35 inscritas y 25 en proceso de estarlo - podría ocasionará la fragmentación de los votos en la primera vuelta.
El politólogo y profesor de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, Alonso Cárdenas, recalca que un escenario electoral con 60 agrupaciones políticas, permite que un candidato a la presidencia, con un porcentaje reducido de votos, pase a segunda vuelta. En esa situación, añadió, a la hija del exdictador debería serle suficiente el voto duro del fujimorismo. “Hay un núcleo duro de simpatizantes que con pocos votos puede hacer que Keiko Fujimori pase a segunda vuelta”, dijo el politólogo Cárdenas
Pero en realidad no sería tan fácil. El antropólogo Ballón recuerda que en este periodo, Fujimori Higuchi formó un aparato político donde tiene un control básico, liquidó la competencia que pudo haber sido su hermano Kenji y algunas figuras del fujimorismo histórico terminaron marginadas, pero eso no la potenció electoralmente. “Hay una base clientelar que está ligada a Alberto Fujimori, pero es evidente que ella tiene una dosis de capital que a estas alturas es menor de lo que podría haber sido”, comentó.
La evaluación del papel de la hija
A futuro, explicó Cárdenas, con la ausencia del exdictador, el elector albertista también evaluará el papel que tuvo su hija en los últimos años, desde el indulto y su relación familiar. “Existe la percepción de que usaba al papá. Lo inscribió en el partido y el señor Fujimori, por su edad, debió estar en reposo”, opinó.
Otro punto a analizar, según Cárdenas, es la postura que tuvo Fujimori Higuchi con la liberación de su padre. “Está ampliamente documentado que ella se negó a que su padre salga vía indulto y expulsó del partido a su hermano Kenji”, recordó.
Durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski el exdictador fue indultado. Pese a que saludó la liberación de su líder histórico, el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de Fuerza Popular, discrepó de la manera que se tomó esa decisión y luego, mediante la difusión de los “Mamanivideos”, denunció que hubo una negociación entre la gestión de PPK y un grupo de congresistas liderados por Kenji Fujimori, para aprobar la excarcelación a cambio de votar en contra de una vacancia presidencial.
En 2018 la Corte Suprema declaró nulo el indulto. Cuatro años después el Tribunal Constitucional revocó esa decisión y decidió que sea liberado. Pero la Corte Interamericana de Derechos Humanos se pronunció en contra. La excarcelación recién pudo concretarse con una nueva composición del TC en diciembre del año pasado.
El periodo de libertad de Fujimori duró nueve meses. Falleció el mismo día que murió el líder terrorista Abimael Guzmán y durante el régimen de Dina Boluarte, investigada por las violaciones de derechos humanos contra los manifestantes.
La muerte de Fujimori no es el fin del fujimorismo
Su partida, sin embargo, de acuerdo a los analistas consultados por este diario, no significa la muerte del fujimorismo.
“El fujimorismo es la versión contemporánea del clientelismo y patrimonialismo que arraigaron en el país inclusive antes de la fundación de la República. Visto así, es muy difícil que esta cultura política desaparezca y más porque durante la década fujimorista se crearon las condiciones para desmontar la precaria institucionalidad existente”, opinó Parodi.
Cárdenas coincide con esta visión porque considera que las prácticas del periodo de Fujimori están latentes. “Ese modo de gobernar con mano dura y controlando las instituciones, corrompiendo actores públicos y privados y despreciando el sistema de derechos humanos y la indolencia, sigue vigente. Puede haber muerto Fujimori, pero el fujimorismo como manera de gobernar sigue”, lamentó.
Ballón advierte que lo que viene es una campaña del fujimorismo por santificar la figura del exdictador. “Y convertirla en parte central e histórica de este país en los últimos 50 años. Es claro que Keiko Fujimori buscará recuperar para ella algunos elementos y formas del discurso del padre, manteniendo la distancia”, analizó. “Y eso funciona en un país donde la memoria es frágil”, añadió.
Pero, en medio de la atomización de la derecha, no sería la única. “El fujimorismo no nos dejó un Fujimori, nos dejó cientos de pequeños fujimoris (…). Y esta es nuestra política contemporánea”, concluye Parodi.
Fujimorismo y su imagen oficialista con Dina Boluarte
Fuerza Popular es la única organización política que, votando en bloque, rechazó la admisión a debate de siete mociones de vacancia presidencial contra Dina Boluarte. Además que es una de las bancadas que apoyó declarar improcedente una denuncia constitucional contra Boluarte por las muertes en las protestas del 2022 y 2023.
El partido político de Keiko Fujimori y sus aliados del Congreso, vienen sosteniendo a un régimen con 5% de aprobación.
En la campaña electoral del 2021, Boluarte era una férrea antifujimorista. Tres años después le abrió las puertas del Museo de la Nación y de Palacio de Gobierno a Fuerza Popular para rendir homenaje al exdictador que antes denunció.