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Сентябрь
2024

Refugio trabaja para sanar jaguares heridos por incendios en Brasil

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Corumba de Goias. La veterinaria Pollyanna Motinha aplica las últimas vendas a Itapira, una jaguar con quemaduras en las cuatro patas. El imponente animal pronto sanará, pero su hogar en el Pantanal, un santuario de biodiversidad, sigue en llamas.

Los incendios no cesan en Brasil debido a la sequía histórica que los expertos vinculan con el cambio climático. Nubes de humo cubren casi dos tercios del país, incluidas algunas de sus principales ciudades, como Sao Paulo y Río de Janeiro.

Los fuegos dejan una huella especialmente destructiva en la fauna de las regiones selváticas de la Amazonía, en el noroeste, y el Pantanal, el mayor humedal del mundo.

Hábitats calcinados, animales heridos o muertos. En lo que va de setiembre, esta región del sur de la Amazonía registró 1.452 focos de incendio, casi cuatro veces más que el mismo mes del año pasado, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).

“Hoy en día vemos a animales en lo alto de la cadena alimenticia, como los jaguares, que sufren con los incendios. No es algo que ocurría con frecuencia antiguamente”, dice a esta agencia Motinha.

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El jaguar (Panthera onça), el mayor felino de las Américas, está catalogado como especie “casi amenazada” de extinción. En el Pantanal, pesa en promedio 100 kilos y habita cerca de los márgenes del río Paraguay. Se estima que quedan menos de 2.000 ejemplares en la región.

Itapira, que significa “piedra levantada” en lengua indígena tupi-guaraní, fue rescatada de los incendios gracias a Nex NoExtinction, un refugio a las afueras de Brasilia especializado en el rescate de estos felinos heridos. Fue hallada escondida en una tubería, a más de 1.200 km, cerca de Miranda, una zona afectada por las llamas en el estado de Mato Grosso do Sul.

A pesar de tener solo dos años y estar herida, Itapira, con manchas negras y marrones, es un animal imponente. Antes de empezar el procedimiento curativo, es sedada con dos dardos anestesiantes disparados con una cerbatana por el equipo.

Junto a su esposo, el también veterinario Thiago Luczinski, Motinha y un par de estudiantes limpian las heridas y monitorean la salud del animal, que pesa 57 kilos. Luego de un mes de tratamientos casi diarios, se nota una mejoría en las quemaduras de las patas. Estas son envueltas en bolsas para aplicar ozono, un desinfectante y cicatrizante.

Las quemaduras de segundo grado le impedían usar sus garras correctamente, lo que afectaba su capacidad para cazar en el Pantanal, donde se alimenta de capibaras y caimanes, explica Luczinski. “Si no hubiese sido traída para acá, posiblemente ya no estaría viva o estaría en un estado deplorable”.

A pesar de su recuperación, el futuro de Itapira preocupa. “Es un problema serio. Hoy está a salvo, pero regresará a una región que aún tiene incendios”, apunta Luczinski.

Además de Itapira, otros dos jaguares tratados en NEX pronto estarán listos para volver a la naturaleza. NEX lleva 24 años salvando a estos felinos, y sus instalaciones están abiertas a investigaciones de universidades locales y al Instituto Smithsonian de Estados Unidos.

Más de 70 felinos pasaron por el refugio, que actualmente alberga a 25 ejemplares, entre jaguares y pumas. Muchos fueron rescatados de haciendas. Una de ellas, una hembra llamada Amanaci, fue gravemente herida por los incendios de 2020 en el Pantanal.

“El caso de Amanaci es triste porque no pudo volver al Pantanal. Se quemó tan gravemente las patas que perdió los tendones que le permiten mover las garras”, afirma Silvano Gianni, cofundador del refugio junto a su esposa. Sin embargo, en cautiverio tuvo dos crías, y cuando esté listo, el menor, Erê, será liberado en la zona de origen de su madre.

En Brasil, los santuarios de animales como NEX son mayoritariamente privados y enfrentan dificultades económicas. Los recursos no son suficientes para atender la gran cantidad de animales heridos, comenta Motinha. “La demanda es muy alta. El gobierno intenta ayudar a través de organismos ambientales, pero hay muy pocos agentes disponibles. Sin la ayuda de los particulares, el proceso no sería efectivo”, asegura.