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2024

La victoria española en la Guerra de las Naranjas de 1801 y por qué reclama Portugal el municipio de Olivenza

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La Guerra de las Naranjas fue un breve conflicto armado entre España y Portugal que tuvo lugar en mayo de 1801. Fue motivado por la negativa de Portugal a cerrar sus puertos al comercio británico, en un contexto en el que España y Francia, aliados bajo el Tratado de San Ildefonso (1796), exigían a Portugal alinearse con el Bloqueo Continental impuesto por Napoleón Bonaparte para aislar a Gran Bretaña económicamente. Portugal, históricamente aliado de los británicos, se resistía a romper relaciones con su principal socio comercial, lo que provocó tensiones con sus vecinos ibéricos.

La guerra fue declarada por Carlos IV de España el 20 de mayo de 1801, bajo la presión francesa. El ejército español, comandado por el general Manuel Godoy, invadió rápidamente el Alentejo portugués. En menos de un mes, las fuerzas españolas lograron avanzar sin encontrar una resistencia significativa por parte de los lusitanos, que no estaban preparados para un conflicto bélico. Uno de los momentos más simbólicos del conflicto fue la toma de la ciudad de Elvas.

Godoy, en un gesto de burla, envió a la reina de España un ramo de naranjas que había recogido de la región de Elvas, de ahí el nombre del conflicto. Este acto tenía como objetivo demostrar la rapidez y facilidad con la que España había logrado su objetivo. Sin embargo, aunque la guerra fue breve y de bajo impacto militar, tuvo consecuencias políticas y territoriales duraderas.

El conflicto concluyó rápidamente con la paz de Badajoz el 6 de junio de 1801, por la que Portugal aceptó varias condiciones impuestas por España y Francia, entre ellas el cierre de sus puertos a los británicos y la cesión de algunas plazas estratégicas, como la villa de Olivenza y sus territorios circundantes.

El contencioso por Olivenza

La cesión de Olivenza fue uno de los puntos más relevantes de la Guerra de las Naranjas, y es el origen de un contencioso territorial entre España y Portugal que aún persiste. La villa de Olivenza, situada en la provincia de Badajoz, formaba parte de Portugal desde la Guerra de Restauración portuguesa (1640-1668), cuando los lusos lograron su independencia del reino español. Sin embargo, en el tratado de paz de 1801, Olivenza y sus alrededores fueron entregados a España, que incorporó el territorio a la provincia de Badajoz.

Portugal nunca reconoció plenamente la legitimidad de esta anexión. Tras la caída de Napoleón y el fin de las guerras napoleónicas, el Congreso de Viena de 1815, donde las potencias europeas se reunieron para reorganizar el mapa político del continente, incluyó una cláusula que ordenaba a España devolver Olivenza a Portugal. Sin embargo, España nunca cumplió con esta cláusula, pues las negociaciones de la Conferencia de París (1817-1819) no desembocaron en este resultado debido a la ocupación portuguesa de la Banda Oriental del Río de la Plata, el actual Uruguay. Teniendo en cuenta que la frontera estipulada en un tratado sólo puede alterarse en función de otro tratado de igual naturaleza, subsiste íntegro el Tratado de Badajoz de 1801 como fundamento jurídico de la soberanía española sobre Olivenza.

Desde entonces el estatus del territorio ha sido motivo de tensiones diplomáticas entre los dos países.

A pesar del mandato del Congreso de Viena, Olivenza ha permanecido bajo soberanía española desde 1801. En la práctica, el conflicto no ha derivado en enfrentamientos bélicos o tensiones serias en los últimos siglos, y las relaciones entre España y Portugal han sido generalmente cordiales, especialmente desde la entrada de ambos países en la Unión Europea en 1986. Sin embargo, el asunto de Olivenza sigue siendo un tema delicado, y periódicamente surge en debates políticos y diplomáticos.

Desde el punto de vista legal, Portugal sigue reivindicando el territorio de Olivenza como parte de su soberanía, aunque no ha ejercido presión diplomática significativa sobre España para la devolución. El gobierno portugués sostiene que el tratado de 1801 fue impuesto por la fuerza y que la situación debe corregirse conforme al acuerdo del Congreso de Viena. Por su parte, España considera que Olivenza es parte de su territorio y que los lazos históricos y culturales de los habitantes de la villa con España justifican la soberanía española.

A lo largo de los siglos, Olivenza ha experimentado una españolización progresiva. Aunque antes de 1801 la región era predominantemente portuguesa, el cambio de administración llevó a la imposición del castellano como lengua oficial y al progresivo abandono del portugués. Hoy en día, la mayoría de los habitantes de Olivenza se identifican como españoles y hablan castellano, aunque existen algunas influencias culturales y lingüísticas portuguesas en la región.

A pesar de la incorporación de Olivenza a España, el patrimonio arquitectónico y cultural de la villa refleja su pasado portugués. La ciudad conserva numerosos ejemplos de arquitectura portuguesa, como las murallas y la iglesia de Santa María Magdalena, construida en estilo manuelino, característico de Portugal. En este sentido, Olivenza ha sabido mantener una identidad cultural que fusiona elementos españoles y portugueses.

Las relaciones transfronterizas entre Olivenza y las regiones portuguesas vecinas también son fluidas. La cercanía geográfica y los lazos históricos entre las dos comunidades han fomentado la cooperación en temas económicos, culturales y turísticos. La villa organiza eventos que celebran su herencia luso-española, lo que atrae a visitantes de ambos países y contribuye a reforzar la convivencia pacífica entre las dos identidades.

En cualquier caso, tampoco debemos olvidar que, tal y como cuenta la página web del Ayuntamiento de Olivenza, el origen del municipio es castellano y está ligado a la definitiva reconquista de Badajoz por el rey de León, Alfonso IX, la primavera del año 1230. Para recompensar la participación que los Templarios a su servicio tuvieron en esa campaña, Alfonso IX les concedió los enclaves de Burguillos y Alconchel. Desde ese punto, la Orden creó la encomienda de Oliventia, erigiendo un templo a Santa María y levantando un castillo.

Alfonso X el Sabio desalojó a los Templarios de aquella valiosa posición en la frontera y entregó el lugar al Concejo y Obispado de Badajoz. Los Templarios dejaron su legado arquitectónico con la construcción de un Castillo y un Templo a Santa María, y organizando la explotación del término, y poco después paso a manos del Concejo y Obispado de Badajoz.

Más tarde, Olivenza sería cedida por al rey D. Dinis de Portugal (Tratado de Alcañices, 1297). D. Dinis elevó la antigua aldea castellana a la categoría de villa, reconstruyó la fortificación templaria e impulsó la colonización del término con portugueses.

El mal momento político que pasaría posteriormente el reino de Castilla y las distintas contraofensivas musulmanas permitieron al rey portugués Dinis, reinando Fernando IV de Castilla, recuperar e intercambiar varias villas y plazas de una manera muy beneficiosa, entre ellas Olivenza, que fue acrecentando sus defensas, tanto en épocas de paz como de guerra, en un esfuerzo por mantener a salvo tan estratégico lugar, lo que ha dejado hasta hoy como herencia la torre del homenaje, la más alta de la frontera, multitud de torreones, fragmentos de murallas, de un foso inundable.

Los monarcas portugueses reforzaron con diversas medidas la posición estratégica de Olivenza, concediendo privilegios y regalías al vecindario y realizando importantes obras defensivas, como la torre del Homenaje del alcázar de D. Afonso IV o el soberbio puente fortificado sobre el Guadiana de D. Manuel I (Puente de Ajuda), con 19 arcos y 450 metros de tablero. Del reinado de D. Manuel datan también otras notables construcciones, como la iglesia de la Magdalena, la Santa Casa de Misericordia o el portal de las Casas Consistoriales.

Tras el esplendor del siglo XVI, Olivenza se verá envuelta de forma muy directa en la Guerra de Restauración (1640), siendo conquistada en 1657 por el Duque de San Germán y devuelta a Portugal al firmarse las Paces de Lisboa (1668). De este período data el diseño de sus fortificaciones abaluartadas, cuya construcción se dilataría durante la siguiente centuria.

El siglo XVIII se inicia con la Guerra de Sucesión española, durante la cual es destruido el puente de Ajuda (1709).