La denuncia falsa de César, alias Ramaathis Mam, tras la muerte de su mujer: «No he olido el cadáver porque tengo sinusitis»
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La tarde del 4 de septiembre César acudió nervioso, con un relato repleto de incongruencias, algo que no pasó desapercibido a ojos de los agentes que lo atendieron en el cuartel de la Guardia Civil de Villalbilla. El hombre, de 65 años, acababa de denunciar la desaparición de su mujer, Raquel B. L., de 54, a quien supuestamente no veía desde primera hora del pasado 31 de agosto. De nada le sirvió explicar que la última vez que supo de ella físicamente salía con su vehículo, un Toyota de color azul oscuro, para visitar a su madre en Griñón. Desde ese momento, él era el principal sospechoso de la extraña ausencia, sea cual fuere el paradero de la perdida. Mientras César regresaba al domicilio, un chalé unifamiliar en el número 15 de la avenida del Romero (en una zona que se conoce como la segunda fase del Robledal), el caso pasaba a manos del equipo de Policía Judicial de Paracuellos del Jarama. Los investigadores repasaron la historia recopilada: a las 9.30 horas, el denunciante observó a Raquel marcharse del domicilio; a las 11.30, fue ella la que le contactó por teléfono para decirle que ya estaba en el municipio toledano y que se había dejado el cargador del móvil, una razón por la que su marido le instó a apagar el móvil para no quedarse sin batería. Tras ello, la nada. Ni llamadas ni mensajes, tan solo una conexión más a Whatsapp 24 horas después de esa última conversación. Pero las piezas difícilmente encajaban, lo que llevó a los agentes a establecer dos líneas de trabajo en paralelo. Por un lado, se establecieron varios dispositivos de búsqueda alrededor de Villalbilla, participando en ellos patrullas de seguridad ciudadana, agentes del servicio cinológico con varios canes de rastreo, especialistas del Seprona, Equipo Roca, Usesic, drones y Protección Civil. Fue en uno de estos operativos cuando se localizó el coche de la desaparecida, estacionado a solo unas calles de la residencia del matrimonio. La segunda pata de la ecuación versaba alrededor del propio César, vigilado en la distancia y ajeno entonces a la sombra de la sospecha. Más allá de si fuera cierto o no lo aportado, los agentes no tardaron en preguntarse por qué el hombre había tardado hasta cuatro días en presentar la denuncia. Con las piezas del tablero cada vez más claras, las pesquisas se centraron en la geolocalización del terminal de Raquel, cuyas conexiones más recientes dejaban entrever una circunstancia clave: el teléfono de la mujer se encontraba en la vivienda, un hecho incompatible con la hipotética falta de batería de la propietaria al llegar a Griñón. Así, sin levantar del todo la liebre, pidieron al marido que autorizase un registro voluntario, algo a lo que este negó. Lo siguiente fue solicitar la correspondiente autorización judicial, haciéndose efectiva pasado el mediodía del domingo 8 de septiembre. Hasta la casa acudieron los investigadores, acompañados con perros del servicio cinológico para examinar todas las estancias. En una especie de zulo, al que se accede por un pequeño hueco a ras de suelo, encontraron el cuerpo sin vida de Raquel. Estaba tendido sobre una cama, junto a varios blíster de pastillas y un pequeño altar a modo de ofrenda. El mismo César había comentado que él y su esposa simpatizaban con movimientos espirituales como los Hare Krishna, por lo que podría haber entrado de forma voluntaria al habitáculo para rezar, y que anteriormente ya había intentado quitarse la vida con medicamentos hasta en dos ocasiones. De hecho, el hombre en esos círculos se hacía llamar Ramaathis Mam, un alias con el que había firmado numerosos libros relacionados con este campo. Según una escueta biografía publicada en la red, «a los 10 años estaba tan deprimido por tener malas notas que pensó seriamente en el suicidio», pero unos seres se le aparecieron. Los mismos seres que a los 27 años regresaron para decirle que debía viajar a la India para su desarrollo espiritual. Allí pasó los siguientes 11 años, «en un templo bajo el entrenamiento de un maestro espiritual que decía que estaba aguardando su llegada». De vuelta a la escena del suceso, el marido de la fallecida, que en ese momento no estaba en el chalé, trató de escapar al regresar y darse cuenta de la presencia policial. Fue en vano. Pese a que el hedor antes de cruzar el umbral de la puerta de entrada era insoportable, aseguró a los presentes que no había olido nada raro porque tenía una sinusitis. La pareja, sin hijos en común, no tenía denuncias previas por violencia de género ni orden de alejamiento, informaba ayer el delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín. Aunque el informe preliminar de la autopsia ha determinado que el cadáver no presentaba signos de violencia, los agentes están a la espera del análisis toxicológico, que podría arrojar una sobredosis de fármacos. Tras pasar a disposición judicial en la tarde de ayer, César, que será investigado por la supuesta comisión de un delito de homicidio o bien de inducción al suicidio, negó ser el autor de los hechos. El juez, sin embargo, le envió ayer a prisión provisional comunicada y sin fianza.