No se comen a los gatos
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PUEDEN matarme. Pero cada vez estoy más convencido que el problema de rechazo a los migrantes no es por el color de su piel. Sino por el color de la fama que los precede. Un color tenebroso, intimidante, amenazador que ha ido dándole forma a su fama durante los últimos treinta años del proceso. Graves problemas de convivencia entre la población autóctona y otros de origen norteafricano ha hecho crecer un rechazo evidente contra todo lo que no sea identificado como de casa. Hace treinta años nadie se preocupaba mucho por tener un vecino en su barrio recién llegado de más allá de Melilla. Hoy, en Alcalá de Guadaira, andan pidiéndole explicaciones a su alcaldesa, Ana Isabel Jiménez, por un... Ver Más