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La «vuelta al cole» resucita el falso estoicismo: de emperadores a empresarios

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«Sé algo que te va a cambiar la vida… solo tienes que prestar mucha atención, porque yo pasé de ser como tú a comprarme una mansión de lujo. Es un paso muy sencillo, solo sigue mis consejos: levántate a las 5:00 de la mañana. Tu cuerpo hará ‘‘reboot’’ después de seguir el ayuno intermitente. Inténtalo durante 30 días. Mi secreto está en que después de levantarme medito leyendo al filósofo Marco Aurelio, hago yoga kundalini durante 15 minutos y me lavo la cara. Como bayas de goji y espinacas, que es lo que me funciona a mí. Después directo al gimnasio con energía: hay que aprovecharla, porque hoy cada minuto de tu tiempo cuenta. Porque vale tanto como el dinero. Hablando de dinero, si quieres conseguir ser como yo, aquí tienes mi curso completo donde cuento todos mis trucos y mucho más por X euros. Invirtiendo tan poco al mes conseguirás ser millonario. Si quieres conseguir tus sueños, empieza ya. Ahora es el momento». Al leer este texto resulta probable que el lector se sienta impresionado, pero al encontrarse con un vídeo corto en las redes sociales, no sería extraño escuchar estos mensajes encubiertos que promueven la productividad relacionando este contenido con una vida sana y prometiendo un éxito millonario. Este tipo de mensaje promueven el «falso estoicismo».

Y es que, en efecto, el estoicismo es la filosofía de moda. Resulta innegable que el movimiento filosófico que promueve la serenidad en tiempos de incertidumbre es «trending topic». Acapara numerosos vídeos en las redes sociales, donde se muestran imágenes generadas con inteligencia artificial de esculturas clásicas marcando abdominales que corresponderían a supuestos filósofos pensantes que han promovido la fórmula «mens sana in corpore sano». En realidad, es fascinante observar cómo un modo de vida milenario como el estoicismo continúa resonando en la actualidad. Esta corriente de pensamiento nunca fue una filosofía moralizante que dictaba cómo vivir, sino una constante búsqueda de valores adecuados que derivan en una buena vida.

El estoicismo de Zenón de Citio, fundador de esta corriente en la Atenas clásica del siglo III a. C., entabló la separación entre física, lógica y ética, mientras que a su vez hacía hincapié en que dichos elementos se encontraban enlazados en una estructura coherente que formaba un todo único. El historiador Diógenes Laercio comparará esta filosofía con un ser vivo, asemejando la lógica a los huesos y tendones; la ética, a las partes más carnosas, y la física, al alma del ser humano.

Posteriormente, la corriente se puso especialmente de moda en la antigua Roma. Por ejemplo, Cicerón, aunque nunca se identificó como estoico, se ocupó ampliamente de dicha teoría en sus obras filosóficas. En el mundo grecorromano, varias figuras públicas destacadas estuvieron vinculadas a la escuela estoica, como Catón el Joven, Séneca o Hierocles. Pero sobre todo fue Epicteto y sus obras, recogidas por su alumno Flavio Arriano, las que ejercieron una gran influencia sobre Marco Aurelio, emperador romano entre 161 y 180 d. C. Sus escritos, «Meditaciones», actualmente resultan un éxito de ventas en las librerías. Con este resurgimiento, el estoicismo no solo marcó un punto crucial en la historia antigua, sino que también ha acabado proyectando su sombra hasta nuestros días.

Entre los romanos constituyó una guía para las élites, es decir, un ejercicio didáctico para entender la vida desde máximas sencillas que encerraban una filosofía profunda. Hoy, en un mundo complejo y ansioso, este antiguo sistema filosófico resurge como un faro de sabiduría, ofreciendo claridad y serenidad en medio del caos moderno, al promover un estilo de vida en el que prima la sencillez, idealizando la sobriedad y la entereza del individuo, en definitiva, facilitándonos poner distancia entre nosotros y el ruido y la confusión que caracteriza nuestra sociedad. Seguir ciertos preceptos de esta corriente clásica y ejercitar de manera práctica eso que se dice ahora de «pensar como un estoico» nos lleva a un estado mental quizá idóneo para producir, o simplemente para vivir el presente. Marco Aurelio nos estimula a ello diciendo: «En cada acto pregúntate: ¿cómo me afecta esto? ¿No me arrepentiré de ello? Dentro de poco habré muerto y todo habrá desaparecido. ¿Qué busco entonces, si el acto presente es propio de un animal racional, social y sujeto a la misma ley que el dios?». Aunque vivimos en un frenesí de ansiedad constante, agobiados y colapsados por las inquietudes diarias, o precisamente debido a ello, buscamos la tranquilidad que refleja este pensamiento antiguo al incitarnos a ser mejores y a vivir una vida más «mindfulness».

El problema es que, en un giro perverso, los obsoletos libros de autoayuda y cuidado personal han sufrido su particular metamorfosis en las redes sociales. Aludiendo a esta filosofía tan significativa en la Antigüedad, reducen sus consignas a meras fórmulas publicitarias. Se han tomado fragmentos de las obras de diversos autores vaciándolos de contenido. Se ha puesto al emperador romano como líder a seguir, convirtiéndolo en un modelo de eficacia, productividad y éxito financiero mediante un giro bastante torticero del lenguaje. En definitiva, se ha pasado del emperador al empresario.

Poder o sabiduría

¿Cómo es posible pasar de la simplicidad y la «apátheia» estoica, entendida como ecuanimidad o liberación de las pasiones mundanas que nos restringen, a la productividad y el éxito actual? Quizá la figura de Marco Aurelio sea la clave. Se percibe equívocamente a este emperador como una estampa militar que comanda sabiamente sobre un triunfante imperio, conquistando y acumulando tesoros a través de la virtud, que es lo que define al hombre («vir») como hombre, la virilidad. En esta interpretación moderna se anima a los individuos a verse a sí mismos como emperadores (llámenlos «empresarios» en la actualidad), a que sean muy «conscientes» de su lugar en el mundo, lo que les dará un completo control para no verse afectados por las circunstancias externas.

También se distinguen como soldados, militares autoempoderados, dueños de su propio destino a través de su capacidad de total dominio y autodisciplina personal en el gimnasio. Sin embargo, esta percepción es una tergiversación del estoicismo, ya que reduce la filosofía a una búsqueda de poder personal y control. Cuando uno se sumerge en los textos estoicos originales, rápidamente se da cuenta de que esta interpretación moderna apenas rasca la superficie de la filosofía estoica. El estoicismo no trata de poder o control, sino de vivir de acuerdo con la naturaleza y cultivar la sabiduría. Algunos dirán que si el destino te da una bofetada no la sentirás porque «eres estoico», y a través de esa calma podrás conseguirlo todo, incluyendo la fama y la riqueza. Todo lo contrario a los pensamientos de Marco Aurelio: «Lo que te sucede estaba dispuesto desde la eternidad y la trama de las causas estaba tejiendo desde siempre tu ser real y ese suceso concreto».

Que no todo sean mordaces críticas. Porque el estoicismo continúa siendo una fuente inagotable de enseñanzas, al igual que cualquier otra filosofía de la Antigüedad. Nos insta a ser fieles a nosotros mismos, a seguir el camino de la rectitud: «Una vez que te has aplicado estos calificativos –bueno, digno, veraz, prudente, concorde, magnánimo–, atiende que estos no cambien y, si se pierden, regresa rápidamente a ellos. […] Si te das cuenta de que has fracasado y no tienes control, márchate rápido a un rincón […] donde recuperes el control, o abandona completamente la vida con ánimo sencillo, libre y con dignidad, habiendo hecho al menos esto: abandonarla de este modo».

No deja de resultar irónico. Parece más probable que Marco Aurelio hubiera sugerido a varios de los actuales gurús de ese falso estoicismo que, habiendo abandonado de forma tan flagrante la moderación, la bondad, la veracidad y la coherencia, mejor sería quitarse de en medio. Mientras tanto, nosotros no nos dejaremos engañar y usaremos el estoicismo como una guía atemporal para cultivar la sabiduría.

Es interesante analizar las «Meditaciones» de Marco Aurelio, uno de los pocos textos conservados fragmentariamente del estoicismo. Y es que es imposible considerar las aportaciones filosóficas de este grupo heterogéneo de sabios sin señalar un importante desafío: la escasez de textos originales. No disponemos de una sola obra completa de ninguno de los tres líderes iniciales de la escuela estoica, Zenón de Citio, Cleantes de Aso y Crisipo de Solos, a pesar de su prolífica producción y posterior fama. Su recepción en la Roma antigua la encontramos en una serie de apuntes sobre ciertos pensamientos de un emperador que jamás los organizó para su publicación. «Meditaciones» nunca fue un libro, ni un diario, tampoco una serie de memorias que sirviese para una posterior autobiografía, sino retazos de ideas y argumentos dirigidos a uno mismo que para Marco Aurelio fueron conocimiento en su pura esencia, sin decoros ni pretensiones. Quizá sea esa intimidad como sello distintivo la razón por la que este texto tan personal nos sigue cautivando.