El régimen definitivo necesita estímulo para crecer
Las necesidades son muchas y no son pocas las instituciones y los sectores que claman por más fondos públicos. Se requiere más dinero para educación y asistencia social, los rectores piden más para el FEES, faltan carreteras de buena calidad y policías, así como un tren interurbano. La lista es de nunca acabar.
Indudablemente, la mayor parte de estos reclamos están justificados, pero algunos datos ayudan a entender por qué es imposible satisfacer a todos. Claro que debo confesar que veo el problema desde la óptica de un ingeniero que ha hecho su carrera profesional en el sector privado.
Lo primero que debemos comprender es que a junio el país tenía un déficit fiscal del 1,5 % como resultado de un superávit primario del 0,9 %, pero el pago de intereses acumulado fue de un 2,4 % del PIB, lo que nos lleva al número negativo antes indicado.
Es fundamental para la imagen y la salud financiera de un país dar el adecuado servicio a su deuda (pago de principal e intereses), pues en el momento en que deje de hacerlo nadie le prestará dinero y el problema será mayúsculo, con consecuencias económicas, sociales y políticas graves, muy dolorosas para los ciudadanos.
A veces es difícil entender cómo llegamos al punto de arrastrar un déficit financiero alto y una deuda no solo grande, sino también muy cara para nuestras posibilidades. Pero veamos:
En el primer semestre del 2024, la recaudación del impuesto sobre ingresos y utilidades fue un 2,52 % como porcentaje del PIB, que si la comparamos con el mismo período del 2022 observaremos una caída de casi un 11 %.
La recaudación del impuesto sobre la renta que proviene de personas jurídicas (las empresas) también es menor. No debe extrañar, puesto que las empresas del régimen definitivo industrial, en los últimos diez años, crecieron solamente un 0,5 % como valor agregado de la industria manufacturera. Si los que pagan impuestos se estancan económicamente, igualmente lo harán los impuestos que recauda el gobierno.
En resumen, el aporte que proviene de los impuestos que pagamos las personas físicas más los que pagan las empresas (régimen definitivo) no caminan al ritmo de las crecientes necesidades del país y la ciudadanía.
Está claro que debemos hacer algo para cambiar esta tendencia, de lo contrario seremos un país cada vez más endeudado y pobre, y dejaremos a las generaciones venideras sin mucha esperanza de un futuro mejor.
Lo primero que debemos hacer es empezar a ver a toda persona trabajadora y empresa del régimen definitivo que paga impuestos con una luz diferente, pues de ellas depende el Estado para nutrir sus finanzas y cumplir con su obligación de atender las necesidades de la totalidad de la ciudadanía.
Durante años o décadas, la mayoría de las políticas de fomento económico han sido encauzadas a atraer empresas a las zonas francas, con muchísimo éxito, y debemos seguir haciéndolo. Pero hemos olvidado dar estímulos al régimen definitivo y a la gente que trata de surgir en un ambiente hostil que promueve una altísima tasa de informalidad; no por nada Costa Rica es el país de la OCDE donde es más difícil empezar un negocio.
El valor agregado real de la industria manufacturera del régimen definitivo representó en el 2015 un 76,5 % y en lo que va del año alcanza un 50,2 %, es decir, tenemos una caída del 34,37 %, o, dicho de otra forma, el régimen definitivo se está encogiendo, lo cual explica que año tras año se le complique más al Estado conseguir los ingresos que necesita.
Es evidente que la principal fuente de ingresos del Estado se está secando, por lo cual es vital entender que al régimen definitivo hay que estimularlo para que crezca y sea más competitivo. Por ejemplo, las exportaciones en el primer semestre del 2024 de este régimen decrecieron un 1,7 % contra el mismo período del año anterior.
Ayudar al que paga impuestos con incentivos para la reinversión, la exportación y menos trámites será una magnífica inversión, que se traducirá en mayores ingresos y bienestar para todos; o lo que es lo mismo, que tengamos suficiente cuero para hacer todas las correas.
Hago énfasis en que no quiero decir que debemos dejar de atraer inversión hacia los regímenes que ofrecen beneficios fiscales y de otra índole, por el contrario, debemos seguir haciendo atractivo el país para que más y mejores empresas vengan a establecerse, dentro de los sectores estratégicos claramente definidos, sin caer en la tentación de permitir que del régimen definitivo migren al de zonas francas y, mucho menos, que de zonas francas compitan con aquellas que pagan todos los impuestos.
Al fin y al cabo, las empresas del régimen definitivo sostiene los regímenes especiales y son las que pagan impuestos para que sean invertidos por el Estado en pro del bien común.
El autor es director general del Grupo Vical y vicepresidente de la Cámara de Industrias.