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Editorial: El reto de la vejez

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Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos, en el 2050 la cuarta parte de la población costarricense estará constituida por adultos mayores. El país no está preparado para eso. El sistema de salud, ya agrietado e insuficiente, deberá atender enfermedades más complejas de un creciente número de personas. El sistema de pensiones se ha quedado corto desde ahora y la ministra de Desarrollo Humano e Inclusión Social, Yorleny León Marchena, señala la imposibilidad de atender a toda la población necesitada mediante el sistema público de cuidado de los adultos mayores.

Hay 146.905 beneficiarios del Régimen No Contributivo (RNC), administrado por la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). El 96 % de ellos son adultos mayores que no lograron cotizar para obtener una pensión en la vejez. La pensión básica del régimen es de ¢82.000 mensuales, una suma muy modesta en vista de los gastos necesarios para atender a personas de edad avanzada, pero miles de solicitudes se acumulan, pese a las 13.000 pensiones concedidas cada año.

El solicitante de hoy esperará entre dos y tres años para obtener una respuesta y, según los administradores, la demanda duplica la capacidad. Por eso plantean la posibilidad de no recibir nuevas peticiones. El año pasado hasta se llegó a hablar de reducir los beneficios por primera vez en la historia a un monto propuesto de ¢68.464.

El Estado puede decidir si ajusta los beneficios a la baja o deja de atender nuevas solicitudes precisamente porque los beneficiarios no cotizaron para jubilarse mediante alguno de los fondos básicos (Invalidez, Vejez y Muerte, Poder Judicial o Magisterio Nacional). La falta de afiliación a uno de esos regímenes, claro está, es un fuerte indicador de pobreza. Muchos de estos ancianos, no obstante la obtención del modesto beneficio, siguen en la informalidad, intentando complementar sus ingresos de diversas formas. Más de 80.000 adultos mayores de 65 años recurren al empleo informal para subsistir.

El sistema de salud, por su parte, ya da muestras de insuficiencia, cuya principal manifestación son las listas de espera en constante crecimiento. En años venideros, la situación se verá agravada por la creciente complejidad de las enfermedades que aquejan a los adultos mayores y el aumento del número de pacientes. Costa Rica exhibe la longevidad de su población con justo orgullo, pero el éxito es también el origen de los grandes retos del presente y el futuro inmediato.

El desarrollo del Sistema Nacional de Cuidados y Apoyos para Persona Adultas y Personas Adultas Mayores en Situación de Dependencia (Sinca) avanza con lentitud en relación con las necesidades, y la ministra León, también presidenta ejecutiva del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), admite con realismo la imposibilidad de enfrentar el reto con los recursos de la institución.

El sector viene desarrollando instrumentos para identificar hogares en condiciones de pobreza, pobreza extrema o vulnerabilidad donde habitan personas con discapacidad o en situación de dependencia, lo cual eleva los gastos. Además, a finales del año pasado se creó un subsidio para cuidadoras, asignado a mujeres en condición de pobreza extrema encargadas de personas dependientes. El subsidio es de ¢100.000 al mes y la meta es conceder 3.000 beneficios este año y 6.000 al concluir la administración.

Son esfuerzos loables, pero las necesidades son enormes y no hay duda de su acelerado crecimiento. Ya no es posible posponer soluciones ni intentarlas con cuentagotas y por separado. Hay una idea muy clara del futuro que se avecina y el compromiso es actuar desde ahora con sentido de la responsabilidad.