Contra las sesiones de control
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Uno no puede evitar imaginarse el consejo de administración de una empresa cotizada cayendo en las mismas dinámicas en las que caen las sesiones de control al gobierno. O, para ser más concretos, la junta general de accionistas, que es lo más parecido conceptualmente a un pleno. Me imagino a alguien preguntar al director de operaciones sobre el estado de una infraestructura de la manera más demagógica, pueril y ridícula posible , algo así como: «Señor director, ya sabemos que este verano ha estado más preocupado en ir al peluquero y mirar Twitter que de su cometido, pero teniendo en cuenta que usted solo quiere cobrar y que le da igual no ya la empresa sino la propia democracia, no sé qué esperamos. En fin, a lo que voy. ¿Me puede decir si va a ponerse a trabajar ya o por el contrario va a seguir tiñéndose las canas todo el otoño?». A lo que el director respondería algo así: «Usted, que es una pobre analfabeta y no tiene ni idea de nada viene aquí a hacer el ridículo con preguntas capciosas que solo muestran la rabia que siente por no estar en este despacho, pero mire, le diré que sí, que tengo pensado ponerme a trabajar el mismo día que lo haga usted, que lleva cobrando dietas desde los dieciocho años mientras hay gente en España que pasa hambre». Sería algo escandaloso. No solo por la ausencia de responsabilidad y de profesionalidad sino por la más alarmante carencia de educación, respeto al otro y formalidad. Bien, pues eso es una sesión de control. Debería ser una cita periódica en la que el Legislativo pregunta, controla y supervisa la labor del Ejecutivo y este rinde cuentas a la Cámara, que es una manera de rendir cuentas al pueblo al que representa. Pero exactamente en ese sainete se ha convertido: ni la oposición tiene interés en conocer ni el gobierno en responder . Parece urgente modificar el reglamento para que estas sesiones mantengan un mínimo decoro, una etiqueta de base y unos niveles de profesionalidad y respeto. Quizá deba incluirse incluso un curso de modales, respeto e inserción en sociedad para aquellos diputados que lo necesiten. Pero, sobre todo, resulta indispensable que el reglamento se cambie para que el ministro se vea obligado a responder a lo que le preguntan. No es tolerable que no lo hagan y no pase nada . El proceso actual es solo una manera de decir que responder es solo una de las opciones que tiene el gobierno. Hay otra, que es no hacerlo. Y no tiene consecuencias. No entiendo, por lo tanto, por qué motivo va nadie a optar por la opción difícil. Un ejemplo. Nogueras pregunta a Montero si lo firmado entre PSC y ERC es o no un concierto y le reclama transparencia. Montero dice que lo busque ella y que saque sus propias conclusiones . Y se queda tan ancha. Otro: la diputada popular Bella Verano - nombre que trae recuerdos del concurso de Drag Queens de Las Palmas- le pregunta a Puente si está previsto conectar Huelva y el Algarve por alta velocidad, a lo que este, en una intervención marca de la casa, responde que su señoría no tiene ni idea de trenes, que los portugueses no tienen ni idea de Alta Velocidad y que, por lo tanto, no le queda más remedio que sacarle los colores en público. ¿No habría sido más elegante responder que las prioridades del estado en materia de infraestructuras pasan por priorizar otras vías y que, no obstante, emplazan a las instituciones andaluzas y onubenses a explorar alternativas de cara al escenario 2035? Parecida respuesta a Eduardo Carazo, que le pedía explicaciones por la situación del ferrocarril. Podría haber dicho: «Lamentablemente, las labores de mantenimiento y las obras en estaciones clave, unidos a los picos de demanda de un país tan turístico nos hace atravesar por momentos difíciles que estamos tratando de mejorar». Pues nada. A negar la mayor: todo es mentira , el tren está en su mejor momento y lo que usted ha sufrido son espejismos. Así toda la mañana, en intervenciones que les ahorro. Me permito recomendarles que, si tienen algo mejor que hacer, no pierdan el tiempo con esto. Les aseguro que no lo merece.