De la Torre Eiffel al cielo
Insomnes y expectantes primero; emocionados y agradecidos después… así nos dejaron nuestros campeonísimos representantes en los Juegos Paralímpicos de París 2024, ya de vuelta a la patria, para disfrutar juntos las memorias que nos traen más allá de sus triunfos.
En la delegación descuella sin igual en todo el planeta nuestra reina de la velocidad y su lazarillo, Omara Durand y Yuniol Kindelán, cuyas lágrimas y zapatillas en mano tras cerrar su brillante trayectoria con el oro en los 200 metros, conmovieron a millones. Su beso al tartán morado del Stade de France quedó para la historia: fue la última carrera en que ella siguió el camino por el cual él le guiaba para encontrar la luz, la gloria ya eterna.
Omara no creyó en obstáculo alguno y así fue sumando éxitos hasta sellar su leyenda con 11 coronas paralímpicas y 14 del orbe. Tras ese efusivo abrazo con Yuniol, envueltos con nuestra enseña nacional, apenas nos quedan palabras, solo agradecerte y decirte: nuestros aplausos estarán también cuando logres vencer los nuevos retos que te has impuesto, los tendrás siempre.
Tras su estela, siguen jóvenes impetuosos como el saltador Robiel Yankiel Sol y el jabalinista Guillermo Varona. Yankiel escaló al Olimpo por segunda ocasión; para Varona fue su primer asalto, grandioso, exultante, por encima de cualquier pronóstico.
Y qué decir del guerrero de «La Taconera»: Yunier Fernández partió en su silla de ruedas desde su humilde barrio en la artemiseña localidad de Guanajay para estremecer las gradas de la Arena Sur parisina con su raqueta atada a su mano derecha.
Yunier Fernández. Fotos: Calixto N. Llanes, especial para JR
Yunier acarició su medalla dorada en paratenis de mesa (categoría MS1), como repasando años de sacrificios, dolores, sinsabores. Por eso lloró tras su triunfo, demasiado peso sobre una silla de ruedas. Ahora a disfrutarlo campeón, con tu bandera —tal cual la reclamaste— y junto a tu inseparable hermano, amigo y entrenador Rieldis Ortega.
Sheyla Hernández estuvo cerca de la cima, la acarició, pero logró un metal plateado con el cual aportó la medalla número 100 de la mayor de las Antillas en Juegos Paralímpicos. La joven holguinera y su entrenadora Ibis Dueñas con certeza seguirán conquistando tatamis en la categoría J2 para judocas con grave deficiencia visual.
Un pequeño guantanamero emuló al mítico Hércules: Pablo Ramírez esbozó la más espléndida sonrisa en La Chapelle Arena, tras conquistar el subtítulo paralímpico, superado apenas por tres kilogramos más que alzó el campeón de su división en la competencia de halterofilia adaptada.
La sorpresa la dispuso sobre el tartán Yamel Luis Vives, subtitular en la prueba del hectómetro en la categoría T44, pese a su poca experiencia internacional, muestra de las potencialidades que posee para brillar en el próximo ciclo paralímpico. Vives abrió el medallero para Cuba.
La cuenta la cerró el bronce conquistado por el jabalinista Ulicer Aguilera, quien hizo volar el dardo hasta los 62,51 metros, marca personal y récord para América, pese al fuerte dolor que apenas le permitía tomar carrera de impulso. Una semana antes el joven holguinero sufrió un desgarro muscular en su pierna izquierda, pero ni ello se le interpuso en batallar ante sus rivales en el interior del óvalo del Stade de France.
Al iniciar estas líneas dije: «nuestros campeonísimos»… lo sostengo, porque todos los demás también son campeones: desde el «pequeño gigante» Ever René Castro o la veterana Noralvis de las Heras, capaz de imponer marca personal en la bala (F64) a sus 59 años, los muchachos del parataekwondo, el tiro y tiro con arco, o el paranadador Lorenzo Pérez, séptimo en la final de los 400 libres (S6) —monarca paralímpico en 100 m en Río 2016—, quien adelantó que a partir de ahora incursionará en pruebas de lanzamientos de paratletismo.
Sirvan estas líneas como homenaje a todos los entrenadores, encabezados por la profe Miriam Ferrer, quienes se han consagrado como técnicos, pero por encima de todo, por la grandeza humana de sus legados.