Chaves y los límites de la decencia
Al presidente Chaves no se le pide que hable bonito, ni siquiera que se exprese medianamente bien. No es eso. Lo que preocupa es su incapacidad para defender sus proyectos dentro de los límites de la decencia.
¿Cuáles son estos límites? Uno, hablar con la verdad, ya que demuestra honradez. Dos, la capacidad para discrepar debatiendo los argumentos, no atacando a las personas, porque así demuestra capacidad de razonamiento lógico. Tres, el respeto a la vida privada de la gente, pues demuestra dignidad.
En no pocas ocasiones, Rodrigo Chaves transgrede el límite de hablar con la verdad, una y otra vez, sobre todo con respecto a proyectos heredados de administraciones anteriores.
Un ejemplo es el proyecto Paacume (o, como él le dice, Agua para la Bajura). Afirmó que ahora sí iba a llevar agua a las comunidades, dando a entender que antes no. Pero en realidad el proyecto sí lo contemplaba.
De la misma manera, no ha dicho la verdad con respecto al financiamiento para la devolución de tierras a la población indígena o cuando ha culpado a la Contraloría o a la Asamblea Legislativa de sus propias chambonadas. La lista es larga.
La Nación, medio al que Chaves a menudo descalifica, le señaló 52 falsedades. Uno se pregunta cuál es el propósito de no decir la verdad. No lo sabemos, pero sospecho que lo que busca es destruir a quienes lo adversan, o ponerse él en un pedestal. Qué patético.
Ligado a lo anterior, he visto en el presidente otra carencia, otra transgresión a los límites de la decencia: el ataque sistemático y rastrero a quienes discrepan de sus pretensiones. La burla chabacana, vulgar y ofensiva dirigida a los diputados, a la contralora, a los rectores de las universidades públicas, al Poder Judicial, a los periodistas se ha vuelto costumbre; vergonzosa costumbre.
El extremo, que sería risible si no fuera peligroso, es llamar “dictadura perfecta” al sistema de pesos y contrapesos que caracteriza a los sistemas democráticos, y que ha puesto límite a sus pretensiones de gobernar fuera de la legalidad. Pero además, sin dar un solo argumento inteligente, sin mostrar un ápice de capacidad de razonamiento, lo cual me confirma lo que escribí en otro momento: lo que natura no da, Ohio no lo presta.
En su afán por ridiculizar e insultar, el presidente transgrede un tercer límite de la decencia: el respeto a la vida privada. Disfruta haciendo referencia a lo que él cree que son las preferencias sexuales de la gente, a chismes de cantina sobre las adicciones, entre otras que no menciono por respeto a las víctimas de sus enfermizas insinuaciones.
¿Cómo puede caer tan bajo un presidente? ¿Piensa que los costarricenses transitamos por el mismo albañal y encontramos graciosas sus vulgaridades? Algunos de sus ministros le ríen las gracias, supongo que para congraciarse con él, no porque se rebajen a ese nivel. Mas esa explicación en modo alguno es justificación.
El presidente Rodrigo Chaves debe ponerse a estudiar, a entender cómo funciona nuestro ordenamiento jurídico; llevar un cursito de lógica para que aprenda a razonar correctamente, no torcidamente. Tal vez si corrige estas “pequeñas” falencias, podría llevar adelante su gobierno por la senda del progreso, y no por la senda de la inmovilización y el retroceso por donde ha transitado, producto de su propia incapacidad para ponerse de acuerdo en el marco del respeto, dentro de los límites de la decencia.
El autor es ingeniero agrónomo.