El Presupuesto 2025 va a ser una hoja de ruta voluntariosa, pero reveladora
Mantener una relación civilizada con el Congreso parece un objetivo tortuoso para la Casa Rosada. La razón no es ningún misterio: reside en el carácter del propio Javier Milei, a quien le cuesta desprenderse de sus diatribas de campaña contra la casta, sin que esa actitud termine embarrando la relación con la institución que debe convalidar la hoja de ruta de su gobierno.
Así fue como demoró seis meses la sanción de la Ley Bases y el paquete de alivio fiscal. Y así fue como las internas de sus bloques, combinadas con un diálogo poco constructivo con sus aliados, le provocaron derrotas en el recinto como la aprobación de una nueva ley de movilidad jubilatoria y el rechazo al DNU que reforzó el Presupuesto de la SIDE.
El Gobierno hoy se muestra entusiasmado con algunos resultados que empezó a mostrar la Ley Bases, como la perspectiva de una mayor caudal de inversión al amparo del RIGI, y la validación de ajustes en las leyes laborales que habían quedado trabadas en la Justicia. También es visible el efecto que causó la reglamentación del blanqueo de capitales, una herramienta que aportó mayor calma en el mercado cambiario que la intervención (esterilización, en el idioma BCRA) con divisas en el CCL.
Algunos de estos impactos positivos podrían haber llegado antes si Milei hubiera diseñado una estrategia negociadora en paralelo al envío de la ley, que le evitara perder tiempo y esfuerzos, como cuando ordenó retirar el proyecto y hacer volver todo a foja cero.
Traer al presente este escenario de idas y vueltas tiene una razón de ser particular: en menos de una semana, el Presidente prometió asistir al Congreso para presentar de manera personal el Presupuesto 2025. Será un hecho inédito, muy lejano al envío del proyecto a libro cerrado, sobre el filo del plazo legal, que caracterizó a casi todas las administraciones pasadas.
Milei anticipó que en esta ocasión la denominada ley de leyes mostrará un diseño particular: su contenido no fue elaborado con el criterio habitual de actualizar las planillas de ingresos y gastos, sino que plasmará un nuevo modelo de Estado. Tendrá déficit cero, lo que era fácil de anticipar, pero también deberá mostrar las cartas de lo que viene en materia de política económica. No solo proyectar crecimiento, inflación, tipo de cambio, sino un nuevo régimen monetario y un escenario fiscal sin impuestos que hoy son críticos para el fisco, como PAIS.
Lo que pasó con la Ley Bases debería ser el ejemplo de lo que no debería repetirse cuando toque debatir el Presupuesto. A un gobierno debutante se le puede disculpar cierta mala praxis. Pero nueve meses de gestión alcanzan para alumbrar una estrategia efectiva y constructiva. La pelota la tiene la Casa Rosada.