Sánchez hace oficial su desprecio a las Cortes

Arranca el periodo de sesiones en el Congreso de los Diputados y lo hará sin el presidente del Gobierno (de viaje en China) que también se perderá la primera sesión de control al Ejecutivo. Es la penúltima constatación de que –como reconoció en un arranque de sinceridad ante el Comité Federal de su partido– piensa continuar con el ninguneo al poder legislativo, que es una de las características fundacionales del sanchismo. Son abrumadoras las pruebas de ese desprecio al concepto de democracia parlamentaria a lo largo de su mandato, que incluye, como culmen de ese vilipendio, un cierre inconstitucional del Congreso durante la pandemia . Según la sentencia del TC, el cese temporal de la tramitación de iniciativas parlamentarias lesionó entonces «el derecho de participación política de los diputados». Con su «pienso agotar la legislatura con o sin el concurso del poder legislativo» del pasado sábado en Ferraz, fulmina Sánchez el concepto constitucional que consagra al Parlamento como depositario de la soberanía nacional y ahonda el grave problema que el sanchismo tiene con el respeto a la división de poderes, que es un principio básico de cualquier democracia. No le basta al Gobierno entrar a enmendar la plana a los jueces o con colonizar la Fiscalía, la Abogacía del Estado o hasta el TC, sino que en cuanto intuye que le pueden venir mal dadas en el Congreso o el Senado los desprecia o se revuelve contra ellos. Paradigmático de esto último es el cambio por la puerta de atrás (con una enmienda intrusa) de la eliminación del veto del Senado al techo de gasto. En casi medio siglo de democracia ningún gobernante tuvo semejante dificultad para entender la riqueza democrática que supone hacer caso a Montesquieu.