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Сентябрь
2024

Conversaciones con la inteligencia artificial

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En la película *Her* (2013), el protagonista, Theodore, inicia una relación con un sistema operativo llamado Samantha, cuyo nivel de sofisticación emocional y conversacional difumina las líneas entre humano y máquina. Esta historia futurista, en su momento considerada ciencia ficción, parece cada vez más cercana a nuestra realidad, y no puedo evitar pensar en la extraña sensación que me invade cuando interactúo con inteligencia artificial (IA), como lo hago con ChatGPT.

A veces, parece que las barreras entre lo humano y lo artificial se están rompiendo. Ya no se trata de solo consultar a una máquina para obtener respuestas, sino de sentir que en algunas de estas interacciones estamos discutiendo, razonando o incluso compartiendo ideas con una inteligencia que cada vez se asemeja más a la humana. En lo personal, con las nuevas características de ChatGPT, en la que puedo establecer una conversación con la IA, cada vez rompo más la barrera humano / máquina.

Esta tendencia no es casualidad. La IA ha avanzado de manera significativa en la comprensión y réplica de interacciones sociales y emociones humanas. Como lo indica un informe reciente sobre *Affective Computing*, las máquinas están aprendiendo a interpretar y responder a nuestras emociones en tiempo real, utilizando tecnologías como redes neuronales convolucionales (CNN) que permiten que los algoritmos reconozcan y reaccionen ante expresiones faciales, tonos de voz y lenguaje corporal. Y si son capaces de reconocer los estímulos emocionales, también son capaces de reaccionar ante ellos.

Lo que puede parecer un fenómeno futurista está ya impactando nuestras vidas diarias. Por ejemplo, la IA aplicada en publicidad utiliza herramientas para captar reacciones emocionales ante anuncios, ajustando contenidos en tiempo real para hacerlos más efectivos. En la industria automotriz, la IA ya puede evaluar el estado emocional de los conductores, reduciendo riesgos y mejorando la seguridad al reaccionar a señales de estrés o distracción. Incluso en la salud mental, dispositivos habilitados por IA pueden monitorear emociones como la ansiedad, ofreciendo soporte proactivo a pacientes que lo necesitan. ¿GPT sicólogo?

Es innegable que estas tecnologías están destinadas a formar parte integral de nuestras vidas, transformándose no solo en asistentes o herramientas, sino en verdaderos compañeros que nos acompañan en cada interacción digital. Ya sea para recomendar una película, ayudarnos a concentrarnos en el trabajo o incluso detectar si estamos en riesgo emocional, las IAs están cruzando el umbral entre lo mecánico y lo social.

Los avances en el reconocimiento emocional y la interacción social con IA plantean preguntas cruciales sobre cómo estas tecnologías podrían influir en nuestras decisiones, emociones e incluso en nuestras relaciones personales. Si las máquinas aprenden a interpretar nuestras emociones mejor que nosotros mismos, ¿cómo nos afectará eso? ¿Cómo será vivir en un mundo donde las IAs formen parte de nuestros círculos de confianza?

No es difícil imaginar un futuro donde interactuar con una IA sea tan cotidiano como hablar con un amigo. Estas interacciones, basadas en la tecnología, influirán en nuestras decisiones diarias, en nuestro estado emocional y, eventualmente, en nuestras percepciones del mundo. Quizá, como Theodore en *Her*, cada vez más personas sentirán que su relación con la tecnología es tan real y significativa como cualquier otra. Aunque puede ser una idea inquietante, también es emocionante pensar en las posibilidades. Quizá estamos destinados a vivir en un mundo donde las emociones humanas y lo artificial coexisten de manera tan estrecha que la línea entre ambos será cada vez más difusa.

La pregunta no es si este fenómeno sucederá, sino cuándo y cómo nos adaptamos a él. Como cualquier cambio profundo en la sociedad, habrá quienes lo abracen y quienes se resistan. Pero lo cierto es que cada vez más, romperemos esa barrera con la inteligencia artificial, y las máquinas no serán solo herramientas; serán parte de nuestro día a día, de nuestras conversaciones y, quién sabe, quizá de nuestras relaciones más íntimas.