La grave crisis de Pakistán lleva a las mujeres al mercado laboral
Amina Sohail se abre paso con su moto en el intenso tráfico para ir a recoger a su próximo pasajero. Pero en su camino atrae miradas: ver a una mujer conduciendo no es algo habitual en la ciudad pakistaní de Karachi.
La joven de 28 años es la primera mujer en su familia en acceder al mercado laboral, un patrón cada vez más habitual en los hogares urbanos ante las crecientes dificultades económicas de este país del sur de Asia.
"No me fijo en la gente. No hablo con nadie ni respondo a quienes hacen sonar el claxon. Yo hago mi trabajo", afirma Amina, que se unió a principios de año a una empresa de transporte que traslada mujeres por las polvorientas calles de esta ciudad poblada por 20 millones de personas.
"Antes pasábamos hambre. Ahora comemos al menos dos o tres veces por día", agrega.
Pakistán, potencia nuclear, vecina de India y Afganistán, está hundida en un ciclo de crisis económicas y políticas y depende de los rescates del FMI y de préstamos de países aliados para saldar su deuda.
La prolongada inflación ha duplicado el precio de algunos suministros básicos como el tomate. Las facturas de gas y de electricidad han aumentado un 300% respecto a julio del año pasado, según los datos oficiales.
Amina solía ayudar a su madre a cocinar, limpiar y cuidar de sus hermanos menores hasta que su padre, el único que aportaba ingresos en el hogar, se enfermó.
"El ambiente en casa era estresante", recuerda la mujer. Dependían de otros familiares para conseguir dinero. "Fue entonces que pensé que debía trabajar".
"Mi visión cambió. Trabajaré abiertamente como cualquier hombre, no importa lo que piensen", explica.
"Cásala"
Pakistán fue la primera nación musulmana en tener una primera ministra en los años 1980, tiene varias empresarias que aparecen en las listas Forbes y también cuenta con mujeres en cargos de la policía y el ejército.
Sin embargo, gran parte de su sociedad opera todavía bajo códigos tradicionales que obligan a la mujer a tener permiso familiar para trabajar fuera de casa.
Según la ONU, solo un 21% de las mujeres pakistaníes participan en el mercado laboral, casi la mitad de ellas en zonas rurales donde trabajan en los campos.
"Soy la primera chica en mi familia con empleo, tanto del lado de padre como de madre", afirma Hina Saleem, una operadora telefónica de 24 años que trabaja en una fábrica de cuero en Korangi, una zona industrial de Karachi.
Su madre aprobó su decisión después de que su padre muriera, pero otros familiares más lejanos se opusieron.
A su hermano menor le advirtieron que trabajar podía llevar a comportamientos sociales inaceptables, como elegir ella misma a su marido.
"Mis tíos decían: 'cásala'", recuerda Hina a la AFP. "Hubo mucha presión sobre mi madre".
"Cambio" en la clase urbana
En los cambios de turno en la fábrica, de los autobuses que llevan a los trabajadores hasta la planta sobresalen un puñado de mujeres entre la multitud de hombres.
La adolescente Anum Shahzadi, también empleada en esta fábrica, fue animada por sus padres a buscar trabajo una vez terminó la educación secundaria.
"Qué sentido tiene la educación si una chica no puede ser independiente" reflexiona la joven de 19 años.
Bushra Khaliq, directora ejecutiva de la asociación Mujeres en Lucha para Empoderarse, asegura que Pakistán vive "un cambio" en las mujeres de clase media urbana.
"Hasta ahora, la sociedad les decía que cuidar de sus casas y el matrimonio eran el objetivo último", dice a la AFP. Pero "cualquier crisis económica y social trae muchas oportunidades".
En el caso de Farzana Augustine, el cambio llegó ya pasada su juventud. El año pasado, con 43 años, ganó su primer salario después de que su marida perdiera el trabajo durante la pandemia.
"Mi mujer tuvo que tomar el relevo", explica Augustine Saddique a la AFP.
"Pero no hay nada por lo que estar triste. Somos compañeros y llevamos juntos esta casa", asegura.