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Argelia entierra el aperturismo en unos comicios sin sorpresas

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Abdelmadjid Tebune fue ayer proclamado oficialmente presidente de la República argelina al imponerse en la primera vuelta de las elecciones celebradas el sábado, según anunció a última hora del domingo la Autoridad Electoral Nacional Independiente del país norteafricano. No hubo sorpresas en unas elecciones presidenciales adelantadas que llegaban en medio de una situación de apatía -tras años de represión contra la oposición al régimen, incluida la detención de varios de sus líderes- que contrasta con la efervescencia social en que tuvieron lugar las de 2019, con el Hirak en pleno cénit.

Con el apoyo del aparato de poder militar, Tebune, de 78 años, se impuso a los candidatos Abdelali Hassani, líder del Movimiento de la Sociedad por la Paz (MPS) y Youcef Aouchiche, del Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), con un 94,65% de los votos.

Estas elecciones suponían un test para el régimen argelino cinco años después del Hirak o movimiento popular prodemocrático, que forzó la retirada del anterior presidente, Abdelaziz Bouteflika, tras dos décadas en el poder, 82 años y un deterioro de salud más que evidente, y reclamó un profundo cambio del sistema político-militar poscolonial que domina el país norteafricano desde la independencia de Francia en 1962.

La buena noticia para el régimen militar gobernante -el auténtico pouvoir en un sistema de fachada civil y democrática- es la tasa de participación, que, según la citada Autoridad Electoral alcanzó el 48,03 % de los 24 millones de argelinos llamados a votar. La cifra supera en nueve puntos al 39% de los comicios de 2019, que fue el índice más bajo en la historia de unas presidenciales en el país magrebí. Lejos quedan los datos del referéndum constitucional de 2020 y de las legislativas de 2021, ambas citas en torno al 23%. Según el mismo organismo, el voto exterior, recogido durante la última semana, también se incrementó diez puntos respecto a hace cinco años, al pasar del 8% al 19,57%.

En definitiva, las autoridades argelinas reclamarán que una parte de quienes en 2019 atendieron la llamada de la oposición a la abstención acudió este sábado a votar mayoritariamente por el candidato Tebune. El actual presidente del país puede presumir de que los ciudadanos han avalado la estabilidad y la experiencia de sus primeros cinco años al frente de la presidencia.

Con todo, los especialistas ponen en duda las cifras ofrecidas por las autoridades argelinas. «Los resultados de las elecciones no tienen ninguna credibilidad. Son propios de una dictadura que infla los porcentajes», asegura a LA RAZÓN la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid y especialista en Argelia Laurence Thieux.

Previsiblemente, el actual gobierno seguirá aprovechando en los próximos años una coyuntura favorable para el Estado argelino gracias al aumento de los ingresos derivados de las exportaciones de hidrocarburos a los mercados europeos -Argelia se ha beneficiado del veto a Rusia tras la guerra en Ucrania- para incrementar el gasto (y lograr la paz) social. Durante la campaña, el actual presidente prometió elevar las ayudas a los desempleados, las pensiones y la construcción de vivienda social.

Con todo, el candidato secularista Abdelali Hassani denunció en la jornada de ayer supuestas irregularidades en el recuento en favor de la candidatura de Tebune en los colegios electorales, aunque evitó aseverar que las citadas incidencias hubieran afectado al resultado final. Ni Tebune ni la Autoridad Electoral se habían manifestado al respecto al cierre de esta edición.

A pesar del respaldo popular obtenido en estos comicios por el actual presidente y de la desmovilización de la oposición, Tebune, que no habrá alcanzado la mitad del mandato cuando cumpla los 80, tendrá que enfrentarse a una sociedad joven cada vez más distanciada del régimen que ya avisó en 2019 con manifestaciones masivas en demanda de reformas reales. Y una sociedad que afronta los mismos problemas que en otras latitudes, tales como el desempleo o la inflación, a los cuales el Estado ha sido incapaz de dar respuesta con eficacia en los últimos años a pesar de las promesas del Gobierno.