El culebrón que vino del frío, por Mirko Lauer
La percepción pública es que llamarlo fuga tiene cada vez menos sentido. Vladimir Cerrón es un dinámico actor de la cúpula política, con contactos que ministros y congresistas le pueden envidiar. Lo que por cientos de días ha sido una persecución bamba ha pasado a ser una condición de eminencia gris, algunos dicen que hasta transnacional.
En otras palabras, Cerrón ha pasado de delincuente prófugo a verdadero problema para Dina Boluarte y su equipo. Después del incidente del automóvil presidencial en Pisco, nadie en la calle duda que ella y su ministro del Interior encubren al jefe de la bancada Perú Libre. Las investigaciones de la fiscalía ya han comenzado, y van a seguir.
Por su parte, no haberle pedido la renuncia al ministro Santiváñez cuando había una perfecta oportunidad ha sido una manera en que Boluarte buscó proclamar su propia inocencia en el encubrimiento. ¿La presidenta está siendo chantajeada y políticamente extorsionada?
Si calibramos el ánimo de Cerrón, este ha cambiado. Ahora suelta menos gracias desde la plataforma X. De modo que si no puede ser capturado, tampoco parece cómodo suelto. Aun si fuera cierta la leyenda urbana de los ocho militares cubanos que lo protegen, el peligro de toparse con la cárcel se le ha convertido en algo a tomar en cuenta.
La situación ha precipitado una confrontación entre los encubridores de Cerrón y el Poder Judicial. Los encubridores funcionan cada vez más como un poder chicha dedicado a lanzar petardos (y a recibir orines y piedras de la población). Cerrón ya es otro de los desgastadores del gobierno, y acaso pronto lo será más.
Hay frases clave en este culebrón interminable. Por ejemplo aquella en que el titular de Interior amenaza a la prensa que ose informar sobre sus audios con el capitán Culebra, mientras declara que la voz ministerial en esos audios no es la suya. Pero no se necesita mucho peritaje, pues la trayectoria del personaje tiene elocuencia suficiente.
¿Qué va a pasar ahora? Cerrón no puede acompañar a la cúpula del poder desde el automóvil presidencial hasta el 2026 y tampoco podría seguir co-gobernando si algún policía desorientado lo mete preso. Es lo que se llama una papa caliente del valle del Mantaro. Pudo haber salido del país, ¿por qué no le dejó el negocio al hermano Waldemar?