La diplomacia, según Nicolás Maduro
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Abandonada por sus titulares y custodiada por agentes brasileños desde comienzos del pasado agosto, cuando Javier Milei ordenó el regreso a Buenos Aires de su delegación, la Embajada de Argentina en Venezuela ha sido el último escenario –en este caso internacional, dada su condición diplomática– de la ofensiva de Nicolás Maduro para perpetuarse en el poder. El clamor con que la comunidad internacional denuncia el pucherazo electoral y la posterior represión del chavismo para intentar acalla la voz de los demócratas, secundado incluso por quienes hasta hace unos meses se alineaban con el régimen de Caracas, ha tenido como respuesta el asedio de la Embajada argentina, en la que desde marzo se refugian seis líderes opositores. Maduro no solo despliega a sus sicarios en el interior de Venezuela, sino que envía un mensaje al exterior: la presión internacional no va a cambiar el rumbo de su tiranía.