Juan Tallón pone a andar a Antonio Hitler Ferreiro y no se creerán lo que sucede después
Hay novelas y autores con las que resulta imposible hacerse un “clickbait”. Ni la mente periodística más retorcida puede transformar algunos argumentos o historias de plomo en el género cumbre del periodismo moderno. Ya se sabe que al “clickbait” le falta, a menudo, calidad y escrúpulos, pero no me digan que no es divertido jugársela. Algunas piezas de este tipo son verdaderas obras de arte y otras dan ganas de aporrear al autor. Sin aspirar a lo primero, pero con la promesa de que esta no será de los segundo, nos hacemos un “clickbait” con Juan Tallón (Vilardebós, 1975), que acaba de publicar “El mejor del mundo” (Anagrama), una novela en la que el protagonista, natural de Ourense, se llama Antonio Hitler Ferreiro.
¿Por qué Hitler? Vaya atrevimiento...
No fue una decisión gratuita, ni provocadora, aunque la provocación es más que admisible siempre y cuando no sea eso, sino que busque algo o tenga un justificante. También fue una decisión arriesgada, pero el apellido presta varios servicios en la novela. Primero, abunda en la experiencia de la extrañeza. Cuando lees por primera vez el nombre y los apellidos del protagonista, recibes un impacto ante el que necesitas aclaraciones, necesitas, por lo tanto, seguir leyendo. También se produce una caracterización casi automática del personaje. Antonio Hitler Ferreiro es un nombre que ya le da profundidad. Y también requiere un enganche histórico, porque te preguntas si tiene sentido que exista hoy ese nombre en una persona de origen gallego y yo creía tenerlo, porque vengo de Vilardebós, un pueblo en el que los alemanes extrajeron el wolframio de sus minas, estuvieron allí antes de que Hitler tuviera el poder. Y es interesante pensar que podría haber alguno que se apellidase así en los años anteriores, porque solo era un apellido más. Así que tiene ese respaldo.
Tenía entendido que todos los miembros de la familia Hitler se habían cambiado el apellido para desaparecer del mapa.
Es así. Pero pensemos que no tiene sentido que solo haya una línea familiar con ese apellido. Eso sí, cabe suponer que las que no están emparentadas con esa saga han debido pagar las consecuencias de las acciones de terceros y han tenido que renunciar a una parte de su identidad. La novela, aunque no lo plantea expresamente, plantea ese tema. ¿Cómo es vivir con algo que te estigmatiza no por una decisión o acción tuya o de tu entorno sino por alguien desconocido? ¿Cómo se sale adelante apellidándose de esa manera? ¿Cómo es tu infancia, cómo maduras, cómo de traumáticas son las adversidades y las humillaciones? ¿Se sale adelante? Bueno, pues mi personaje sí sale adelante, pero, con semejante estigma, hay que hacerlo de esa forma, quizá.
Pero eso no es nada. Lo que viene después es una deliciosa locura.
Es una locura, y a veces llega a ser fértil. Desde el primer momento existe esa tentativa de generar sentido en algo que no lo tenía y convertir un aparente disparate en una apuesta narrativa, arriesgada, pero que se podía controlar.
Habla de controlar y me preguntaba si en su cabeza estaba el mapa de la novela, o, como deja entrever en los agradecimientos hacia el final, la cosa se descontroló en la página.
La novela estaba trabajada en la libreta, un proceso que dura semanas o meses, y la idea pintaba sencilla. Partía de algo que era ininteligible: la extrañeza total de un personaje que regresa a casa después de una ausencia y que advierte poco a poco y con gran angustia que todo a su alrededor ha cambiado. Incluso su historia personal ya no es la que era. No reconoce a la gente alrededor. Era un planteamiento interesante y que en mi imaginación permitía un desarrollo sencillo, pero estaba muy confundido. Porque esa experiencia de la extrañeza tiene tales efectos que las dificultades a la hora de escribir iban sucediéndose. Cuando de pronto todo cambia y todo es nuevo para el personaje, yo tengo que gestionar situaciones con las que no estoy acostumbrado a trabajar. Y convertir la extrañeza en algo natural desde el punto de vista narrativo no es sencillo. Y claro, como tomaba otras decisiones que abundaban en la extrañeza como los nombres de los personajes, hicieron del desarrollo de la historia algo muy difícil.
¿Sucedía lo imprevisto mientras escribía?
Eso es. Aunque yo acoto mucho los márgenes en los que quiero que transcurra la historia y en el saber hacia dónde voy, y conozco las etapas que conducen hasta el final, hay siempre margen a la improvisación. Y fruto de las decisiones que se improvisan cambian las previsiones que tenías y tienes que seguir estableciendo nuevos caminos para avanzar y eso es muy emocionante, pero es complejo para ti. La dificultad lo vuelve más emocionante.
¿No se llegó a desbordar ese marco?
No, pero las primeras versiones tenían elementos erráticos. Y ahí es donde las personas que te rodean, los lectores de confianza y las editoras te ayudan a encauzarlo. La novela conoció una docena de versiones y bueno, se fue ajustando a lo que ahora es.
Los primeros compases de la novela hablan de la relación entre padre e hijo y la reflexión del capitalismo del padre, emprendedor clásico, y la segunda generación, con otras ideas.
Es una novela sobre la ambición, incluso sobre las modulaciones de ésta. El creador de la empresa tiene un objetivo más modesto o controlado que el que más adelante maneja su hijo, que es desmedida. Primero quiere desbancar a su padre de la dirección de la empresa para dar cumplimiento a una superambición, de pensar en grande. Y ahí se enfrentan ambas. Una segunda en la que pesa la consecución del éxito al precio que sea. Con la intención de que no es tanto hacer las cosas bien como conseguir el éxito en sí mismo.
¿El capital no tiene ética?
Bueno, yo he intentado desarrollar en el libro un personaje que tiene una aspiración y alcanzarla está por encima de otro propósito al precio que haga falta. Y eso exige tener un umbral muy bajo de moral. Él no tiene barreras.
El protagonista tiene un doble conflicto: con su apellido en sentido histórico, y con su padre, más inmediato.
Tiene una relación muy conflictiva con su padre, casi desde el nacimiento, porque puedes suponer que nunca le proporcionó afectos. Y se genera un rencor familiar insuperable. Y tú necesitas, como en el caso de Antonio Hitler, reivindicarte y vencer a tu progenitor, “matarle”. Pero ese conflicto está también junto con el del apellido.
Vive una noche de los infiernos donde todo cambia.
El punto de inflexión que es esa gran extrañeza que sucede en la historia exigía recorrer previamente una serie de pasos que, cuando estallase la extrañeza, estuviésemos confusos sobre cómo se había podido llegar ahí. Y construí el capítulo del descenso a los infiernos como una gran noche de la que salen tanto el personaje como el lector confundidos. Más adelante, al recibir más información, podemos empezar a sospechar que esa noche pasó algo y que en ese instante se produjo lo que se manifiesta un par de días después.
¿De qué inspiración bebió para esta historia?
Pues fíjate, los grandes referentes que tuve para esta novela, porque eran casi un punto de acceso de lo quería hacer, era las propuestas especulativas y fantásticas de autores como Borges y Cortázar que plantean escenarios de realidades que se duplican, las ideas del doble, por una parte. Y, en segundo lugar, Kafka, porque la situación que genero en la novela en la que el personaje no tiene una explicación lógica para lo que le pasa, remite a personajes de “El proceso” o “La metamorfosis”. Lo que ha pasado no tiene ningún sentido, está más allá de la explicación lógica. Esa angustia e impotencia que ha de sentir el personaje cuando no reconoce nada de los que lo rodea o no sabe quién es él, todas esas emociones, era importante Kafka como referencia para desarrollarlas.
Dice el narrador: ”La vida es pura nostalgia de una vida diferente”.
Todos sentimos la necesidad de imaginarnos una vida diferente, la añoranza de algo que nunca hemos vivido. Esas vidas que proyectamos son siempre a mejor. Sería más feliz si las cosas fuesen por aquí. La novela plantea la posibilidad de una vida peor, que es lo que le pasa a Antonio Hitler, expulsado a una existencia donde aparece todo el más satisfactorio, es decir, con un entorno familiar que lo quiere y recíproco, una relación afectiva con su padre, un trabajo estimulante, reconocimiento social y prestigio, tiene dinero... Pero eso no lo satisface, él quiere menos, lo que tenía antes. Él había alcanzado sus sueños, y cuando los alcanza, le son arrebatados. Quiere volver a ahí.
¿Sería su vida intercambiable por otra distinta?
Creo que no se pueden cambiar como un género, como un producto. Una vida es inevitable que cambie, pero no lo hace con la instantaneidad que querrías, aunque a veces se puedan tomar decisiones radicales que exigen determinación o un espíritu suicida. El cambio es la gran evidencia de la existencia de la vida. Todo cambia y no se puede detener. El cambio es la máxima evidencia de la vida.