Elon Musk es un misil geopolítico descontrolado
Las grandes empresas y los multimillonarios suelen mantenerse al margen de la controversia política. Si ejercen el poder, prefieren hacerlo en las sombras.
Pero Elon Musk es diferente. En las últimas semanas, ha apoyado a Donald Trump y le hizo una entrevista con preguntas intencionalmente fáciles de responder en X, la plataforma de redes sociales de la que es propietario. Musk también mantiene una amarga disputa pública con el Supremo Tribunal Federal de Brasil, que prohibió X la semana pasada. Recientemente ha afirmado que la guerra civil es inevitable en Gran Bretaña y ha respondido a la detención en Francia de Pavel Durov, fundador de Telegram, publicando: "POV (punto de vista): Es 2030 en Europa y te ejecutan por darle ‘me gusta' a un meme".
La propiedad de X le ha dado a Musk un megáfono enorme para difundir sus opiniones. Pero enfocarse en su plataforma en las redes sociales oculta el verdadero alcance y la fuente de su poder geopolítico.
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El control de SpaceX, Starlink y Tesla le ha dado a Musk un papel central en la guerra de Ucrania y en la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China, así como un papel secundario en la guerra de Gaza.
En estos conflictos, el papel de Musk es más ambiguo que en las guerras culturales de Occidente. Sus impredecibles intervenciones - combinadas con un inmenso poder tecnológico y financiero - lo convierten en un misil geopolítico descontrolado, cuyos caprichos pueden redefinir los asuntos mundiales.
Cuando Rusia lanzó su invasión de Ucrania en 2022, uno de sus primeros objetivos fue cortar el acceso a Internet. Al darle a Ucrania acceso a Starlink, su servicio de Internet por satélite, Musk mantuvo a las fuerzas armadas del país en la lucha en un momento crítico.
Sin embargo, más adelante en el conflicto, Musk optó por restringir el acceso ucraniano a Starlink, con el fin de obstaculizar cualquier intento de atacar a las fuerzas rusas en Crimea. Musk citó el riesgo de una tercera guerra mundial como justificación. Esta acción - junto con su promoción de un plan de paz que incorporaba algunas exigencias rusas - hizo que Musk fuera mucho menos popular en Kiev. Pero su visión de los riesgos de una tercera guerra mundial no era tan diferente de la de la administración Biden.
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Donde Musk y el gobierno estadounidense se han distanciado de verdad es en el tema de China. La apertura de una enorme fábrica de Tesla en Shanghai en 2019 se considera en Washington un importante revés para el objetivo estadounidense de mantenerse por delante de China en las tecnologías clave del futuro. China es ahora el primer productor mundial de vehículos eléctricos y las autoridades estadounidenses creen que los fabricantes chinos han aprendido - y a veces robado - de Tesla.
La administración Biden está intentando convencer a las principales compañías tecnológicas estadounidenses para que se diversifiquen y abandonen China, y se sintió alentada cuando Musk programó una visita a India a principios de año, con vistas a abrir allí una planta de Tesla. Pero, en el último momento, Musk la canceló y se presentó en Beijing. En China, anunció una intensificación de la relación de Tesla con el país. La fábrica de Shanghai produce ahora más de la mitad de los Teslas que se fabrican en todo el mundo.
Los funcionarios estadounidenses señalan que la defensa de la libertad de expresión por parte de Musk - y su disposición a insultar a los líderes mundiales - no se extiende a China. X está prohibida en China desde hace tiempo, pero Musk se muestra escrupulosamente respetuoso con Xi Jinping, el dictatorial líder chino.
Otro dirigente extranjero que parece haberle tomado la medida a Musk es el israelí Benjamin Netanyahu. Musk ha sido acusado de promover teorías conspirativas antisemitas en X. Pero fue su propuesta de brindarles Starlink a organizaciones de ayuda en Gaza lo que realmente alarmó al gobierno israelí - que afirmó que esto ayudaría a Hamás. Tras una visita a Israel el año pasado, Musk acordó que sólo operaría Starlink en Gaza con la aprobación israelí.
La administración Biden está preocupada por muchas de las actividades de Musk. Pero sus compañías tienen capacidades tecnológicas de las que carece incluso el gobierno estadounidense. Para mantener a Ucrania conectada, cuando Musk vaciló, el Pentágono tuvo que contratar a Starlink. Cuando la NASA quiere transportar astronautas desde y hacia la Estación Espacial Internacional, SpaceX lo posibilita.
Si Musk habla y actúa a menudo como si fuera más poderoso que cualquier gobierno puede ser porque, en ciertos aspectos, lo es.
Pero los gobiernos conservan un poder clave que todavía se le escapa a Musk: la capacidad de hacer y aplicar las leyes. El enfrentamiento entre Brasil y X - y el arresto de Durov en Francia- son señales de que la era de la impunidad en las redes sociales está llegando a su fin en el mundo democrático. (Esta impunidad nunca existió en el mundo autoritario).
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Cada vez es más probable que las compañías de medios sociales estén reguladas de forma más parecida a las compañías de medios tradicionales, lo que tiene costosas implicaciones. El año pasado, Fox News tuvo que pagarle a Dominion Voting Systems u$s787,5 millones para resolver demandas por difamación, derivadas de la información de Fox sobre teorías conspirativas en torno a las elecciones presidenciales de 2020.
X está lleno de teorías conspirativas, algunas de ellas promovidas por el propio Musk. A pesar de toda su riqueza y su indudable brillantez como ingeniero y emprendedor, Musk seguirá sujeto a las leyes de los países en los que opere. Esa incipiente toma de conciencia puede explicar sus diatribas cada vez más furibundas contra Brasil, Gran Bretaña, la Unión Europea y el estado de California... y contra cualquiera que se atreva a interponerse en su camino.
X no es la fuente del poder de Musk. Pero podría marcar el punto donde se limita su poder.