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Сентябрь
2024

Un cuarto de millón de mauritanos

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Hay mucho telespectador semianalfabeto que solo quiere oír aquello que refuerza sus miedos y sus prejuicios. Aquí estamos, ya en septiembre, hablando de la inmigración cual si fuera el principal de los problemas de la piel de toro

Sánchez reivindica desde Mauritania que “la inmigración no es un problema sino una necesidad” y aporta beneficios

El pasado lunes, en el comienzo de la nueva temporada de su programa mañanero en Antena 3, Susana Griso le dijo a Isabel Díaz Ayuso:

–Le quiero preguntar por la inmigración. ¿De dónde se saca que el Gobierno ha invitado a 250.000 mauritanos a España?

Ayuso abrió las manos en un gesto que pretendía subrayar que era evidente de dónde lo sacaba y respondió:

–De los titulares de todos estos días en distintos medios de comunicación. Y es muy propio de él, de los Gobiernos… Mira, cuando Sánchez viaja, digo: “A ver esta vez a quién invita”. Va a México, se sienta con la administración Biden, va a Ceuta… y dice lo que quiere el otro. Lo ha hecho con Puigdemont, al que también ha engañado. Engaña a todo el mundo. Tú te sientas con él y él te engaña y te miente a la cara. Te dice lo que tú quieres oír y pasa la pantalla.

La escena, de apenas 30 segundos, sazonada con las caritas, posturitas y manoteos de pija que caracterizan a Ayuso, es antológica. La presidenta de Madrid admite que habla exclusivamente a partir de “titulares” –de medios adictos a ella, cabe suponer–, y, a continuación, lanza una cortina de humo sobre su desfachatez con una verborrea sobre México, Biden, Ceuta y Puigdemont que le lleva a pontificar que Sánchez “engaña a todo el mundo”.

Sánchez, por supuesto, no ha invitado a un cuarto de millón de mauritanos a instalarse en España alfanje en mano y al grito de Alá Uakbar. Según la información sobre la entrevista publicada por Vertele, la cifra manejada en el bulo de Ayuso sería, en todo caso, la de inmigrantes anuales que necesita España para mantener su actual robusto crecimiento económico y garantizar el sistema de pensiones. Inmigrantes de toda procedencia, no exclusivamente mauritanos.

Y así arranca el curso político 2024-25. Con la cadena privada de televisión más vista del país tendiéndole la alfombra roja a su política de cabecera, Isabel Díaz Ayuso, la lideresa todas las Españas ultras; aunque esta vez Griso se viera obligada a corregir algunos de los disparates de su invitada. Y con Ayuso haciendo la distinción en ese programa entre la “buena” inmigración que ella promueve –la venezolana– y la “peligrosa” de magrebíes y africanos, gentes de otras culturas que suponen una amenaza para aquellas de nuestras hijas que vayan en minifalda por las calles.

Y el rollo cuela, claro que cuela. No sean buenistas, amigas y amigos lectores, hay mucho telespectador semianalfabeto que solo quiere oír aquello que refuerza sus miedos y sus prejuicios. Aquí estamos, ya en septiembre, hablando de la inmigración cual si fuera el principal de los problemas de la piel de toro.

De este asunto también hay información honesta y verdadera, claro que sí, solo que no llega a millones. Como la que daba el otro día este diario atribuyendo a las campañas políticas y mediáticas de las derechas –PP, Vox, Alvise– el hecho de que ahora muchos españoles se declaren inquietos por la inmigración. Sin embargo, la percepción de esos españoles tan asustados no se ajusta en absoluto a la realidad, como señala esa información citando estudios serios.

De muestra un botón: la gente piensa que la población migrante alcanza el 27,8% de los residentes en España cuando la cifra está diez puntos por debajo. Y aquí va otro: los dos países que desde 2015 más inmigrantes nos han aportado son Colombia y Venezuela, no Marruecos y el resto de África. Caramba, Isabel, va a ser que tenemos más posibilidades de “caribeizarnos” que de “islamizarnos”.

Bienvenidos sean todos, digo yo. Africanos, hispanoamericanos o asiáticos, todos son dignos de poder integrarse en una sociedad democrática basada en los valores de libertad e igualdad, de laicismo y justicia social. Somos nosotros, los receptores, los que debemos dedicar recursos a promover esa integración de nuestros nuevos vecinos en los criterios fundacionales de la Europa ilustrada.

Entretanto, los hechos indiscutibles son los siguientes. El primero, mucha gente quiere huir de la miseria, la guerra y la desertificación en África y Oriente Próximo, al precio incluso de arriesgar sus vidas en travesías peligrosísimas por desiertos y mares. El segundo, Europa no puede acogerlos a todos de golpe, debe regular su llegada y su integración. El tercero, España y Europa necesitan inmigrantes dados nuestros bajos niveles de natalidad, nos va el futuro en ello. El cuarto, lo urgente hoy en España es socorrer a nuestros hermanos de Canarias y Ceuta, cuyas capacidades de acoger a menores migrantes no acompañados están ampliamente superadas.

Pero el PP se niega a repartir esos niños por toda la geografía nacional por razones politiqueras –liarla parda, hacer ruido, salir en la tele, fastidiar al Gobierno, qué sé yo–, y, peor aún, rinde vasallaje a los más ultras presentándolos como peligrosos. Aún estamos esperando que la deslenguada Ayuso y el amoral Feijóo condenen como lo que es, una canallada, el bulo de los de Alvise que pretendía atribuir a un chaval magrebí el asesinato de Mocejón (Toledo).