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Сентябрь
2024

El baby boom del oficialismo

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El baby boom y el olvido de Hermosilla

El periodista y presentador de Mesa Central, Iván Valenzuela, anunciaba como uno de los temas en pauta para la edición del domingo 1 de septiembre, el “Baby Boom del oficialismo”. Sin duda, uno de los temas de la semana: el anuncio de los embarazos de la ministra Camila Vallejo y la diputada Karol Cariola, junto a la polémica que se desató a propósito de los dichos del exministro Jaime Mañalich, quien en entrevista con Biobío señalaba la coincidencia de los dos embarazos bajo la sospecha de que “no son accidentes” y suponen una operación política. 

Las declaraciones de Mañalich tuvieron numerosas repercusiones, el propio presidente de la República, Grabriel Boric, repudió desde su cuenta de X los dichos, así como varias ministras, candidatas a las próximas elecciones de octubre, y diputadas del oficialismo y la oposición. La cuña del exministro fue tratada por lo bajo de miserable e inoportuna, como una forma de intromisión en la vida reproductiva de las mujeres, y una sospecha infundada sobre ambas políticas comunistas. Otros aprovecharon de remarcar lo evidente, que este “voladero de luces” machista era también un modo de virar la atención sobre el centro de la entrevista: la relación de Mañalich con el abogado Luis Hermosilla, que fue calificada por el exministro como “de médico-paciente”, en medio de la bullada y ya conocida influencia del abogado en el segundo gobierno de Sebastián Piñera, del que Mañalich fue ministro de Salud.

Remarcar la figura del Baby Boom no deja de ser insistente. En el fondo, asume por cierta la premisa de que hay una suerte de explosión de los embarazos en el oficialismo, lo que supone varias preguntas. El Baby Boom fue un periodo propio de la post guerra vivido en los Estados Unidos y Europa. Los boomers son parte de una generación nacida entre los años 1946 y 1964. Un estallido real de embarazos que se ha explicado como un modo de recuperar a la población tras las trágicas pérdidas de ciudadanos durante el periodo de las grandes guerras mundiales del siglo XX.

“Mujer tu nombre es engaño”

El embarazo de dos políticas de izquierda en edad reproductiva es, entonces, catalogado como un baby boom o una conspiración, dos tesis exageradas para un boom, y machistas para una conspiración.  

La filósofa chilena Alejandra Castillo describe a la historia de la política como “una historia de la sangre; primero como guerra, después como filiación” (De la filiación, los sexos y la familia sentimental, 2014), esto como una forma peculiar de dar paso a la política moderna. Para finales del siglo XVII, la filósofa recuerda que es común encontrar descripciones en torno a las mujeres como “débiles, frágiles, enfermas, sensibles y volubles, aptas para ser madres y para ser enfermeras”. El hombre y su aparición en lo público, era para filósofos como Jean-Jacques Rousseau, una exaltación de la racionalidad que no consideraba positivamente la aparición de las mujeres en el mundo de las letras y lo político; fuera del reino de la maternidad solo podrían ser consideradas como “(…) simulacro e impostura. «Mujer tu nombre es engaño», pareciera advertir Rousseau en su rotunda negativa de incluir a las mujeres en los asuntos públicos”, sentencia Castillo.

El engaño consistiría en que las mujeres solo podrían entrar en la política usando una “máscara viril”, impropia para el rol familiar destinado a ellas. Sobre las mujeres pesa una desconfianza y una serie de restricciones a la hora de decidir sobre sus cuerpos en materia reproductiva. Las mujeres “amarran parejas”, “se embarazan por el fuero” o, para el caso, urdirían un plan para mantenerse en política sin críticas, o aprovechando la maternidad para salir “limpias” de este periodo de gobierno. Tesis creativas, por cierto, en la medida en que no asumen que la maternidad es una responsabilidad para toda la vida, y el instante de la estrategia es momentáneo.

La planificación familiar es noticia desde que el mundo es mundo, pero se intensifica cuando comenzamos a hablar del surgimiento de la píldora. En ese momento las mujeres tenemos la posibilidad cierta de vivir un asunto incierto: ni concebir es tan fácil, ni la fertilidad se les da a todas. Es más, hoy se podría pensar que, dadas las bajas tasas de natalidad en Chile, el “aporte del oficialismo” es una muy buena noticia; pero en realidad el tema no se trata de confiar en la autonomía reproductiva de las mujeres o la realidad en torno a la concepción. “Mujer, tu nombre es engaño” sigue siendo una metáfora poderosa, sobre todo si osaste alguna vez apoyar el aborto o legislar en torno a él. Si para las mujeres llegar a la política sigue siendo una osadía, decidir con autonomía sobre el propio deseo y las decisiones sigue siendo una audacia, todavía más, si esas mujeres son comunistas.