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El legado infantil del Rey Carlos III que quiere pasar a sus nietos

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Abc.es 
A sus 75 años, el Rey Carlos III parece tener un deseo muy claro: revivir junto a sus cinco nietos algunos de los momentos más felices de su infancia. Tras décadas de preparación y servicio a la corona, el monarca británico se encuentra en una etapa de su vida en la que los recuerdos del pasado cobran un significado especial, y uno de esos recuerdos está ligado a un lugar muy particular: el laberinto de Sandringham. Este laberinto, ubicado en una de las residencias reales más queridas por la familia, fue escenario de innumerables horas de juego y aventuras para el joven Carlos, que hoy busca transmitir esa misma experiencia a las nuevas generaciones. Desde que llegó al mundo el 14 de noviembre de 1948, Carlos ha vivido bajo la mirada atenta del público y las expectativas que conlleva ser el heredero al trono británico. Su infancia estuvo marcada por la ausencia frecuente de su madre, la Reina Isabel II , quien dedicaba largos periodos a cumplir con sus compromisos reales. Esta situación lo llevó a crecer rodeado de institutrices, tutores y personal de servicio, pero también de lujos y diversiones propias de la realeza, en un intento por compensar la distancia emocional y física de su madre. Entre todas las actividades y juegos que la corona puso a su disposición, hubo uno que quedó profundamente grabado en la memoria del joven Carlos: el laberinto de los jardines de Sandringham, una compleja red de senderos verdes en los que solía perderse, dejando volar su imaginación y sintiéndose, aunque fuera por un rato, libre de las obligaciones que desde tan pequeño tuvo que asumir. Es en este mismo laberinto donde ahora, como abuelo, sueña con ver correr y jugar a sus nietos, brindándoles un refugio donde puedan ser solo niños, alejados del escrutinio público y de la vida en Palacio. La relación de Carlos con sus nietos ha sido, hasta ahora, descrita por sus allegados como entrañable y llena de pequeños gestos de cariño. Aunque ha sido objeto de críticas por su estricto apego al protocolo en muchos aspectos de su vida pública, sus amigos cercanos insisten en que es un abuelo afectuoso , dispuesto a crear recuerdos memorables con los más pequeños de la Familia Real. Con la misma ilusión que él tuvo cuando niño, el monarca espera compartir con los hijos de su hijo Guillermo: Jorge (11 años), Charlotte (9 años), Luis (6 años); y de mejorar las asperezas mediáticas con su hijo menor, Harry, también le gustaría compartir con sus nietos Archie (5 años) y Lilibet (3 años), la emoción de explorar el intrincado laberinto de Sandringham, en un intento por entrelazar su propio pasado con el presente y el futuro de su familia. Según fuentes cercanas, Carlos III ha manifestado su deseo de que sus nietos puedan disfrutar de las mismas pequeñas alegrías que él vivió, y el laberinto de Sandringham parece ser el escenario ideal para ello. Para Carlos, este gesto es más que un simple juego; es un puente entre generaciones, una manera de recordar y revivir su propia niñez, marcada tanto por la soledad como por momentos de diversión que atesora con nostalgia. A medida que el monarca sigue su camino en el trono, también parece decidido a crear un legado familiar que trascienda la rigidez del protocolo real, uniendo a su descendencia a través de los sencillos placeres de la infancia que tanto significaron para él.