Así ha sido la vida de Daniel Sancho en la prisión de Koh Samui
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El chef español Daniel Sancho (30 años) ha sido sentenciado a cadena perpetua por el asesinato premeditado del cirujano colombiano Edwin Arrieta en Tailandia, poniendo fin a un juicio que mantuvo en vilo a la opinión pública. El veredicto, anunciado tras una prolongada espera, marca un nuevo capítulo en la vida de Sancho. Desde que fue arrestado en 2023, la vida de Daniel en la prisión de Koh Samui, Tailandia, ha estado marcada por un torbellino de emociones, visitas controladas y un régimen penitenciario que, aunque más amable que en otras cárceles del país, sigue siendo duro. Ahora, con su reciente sentencia a cadena perpetua, se enfrenta a una vida tras las rejas que ha sorprendido a propios y extraños por su aparente tranquilidad. Koh Samui, conocida por ser una prisión «amable» en comparación con otros centros penitenciarios tailandeses, ha sido el hogar de Sancho durante más de un año. Ubicada en un entorno natural sereno, la cárcel alberga a alrededor de 500 presos , la mayoría cumpliendo condenas de hasta 15 años . No obstante, las condiciones siguen siendo duras: los reclusos pasan más de 14 horas diarias en celdas abarrotadas, donde el espacio es mínimo y la privacidad, inexistente. A pesar de ello Sancho ha sabido adaptarse a su nuevo entorno. Aunque inicialmente ingresó al módulo hospitalario, argumentando problemas de salud relacionados con una hernia de disco, la realidad ha sido muy diferente. El joven español ha pasado el último año practicando yoga y entrenando Muay Thai , una actividad contradictoria con su supuesta condición médica. Además, se ha convertido en una figura popular dentro de la cárcel, compartiendo su tiempo con otros reclusos extranjeros, como el español Carlos Alcañiz , con quien ha formado una estrecha amistad. A diferencia de la mayoría de los presos que viven en condiciones de hacinamiento extremo, Sancho disfruta de ciertas comodidades y más libertad de movimiento. Ha tenido acceso a un módulo mucho más tranquilo y con menos reclusos, lo que le permite escapar de la sobrepoblación característica de las prisiones tailandesas. Este trato diferenciado ha despertado suspicacias entre los medios locales e internacionales, que no dejan de preguntarse por qué el joven chef ha recibido un régimen tan particular. Por su parte, consciente de que su vida en prisión podría prolongarse indefinidamente, Daniel ha optado por mantener una rutina disciplinada. Además del deporte, ha encontrado en la lectura un refugio. Ha devorado desde libros de la Antigua Roma hasta las oscuras historias de Edgar Allan Poe y 'El Conde de Montecristo' de Alexandre Dumas, sumergiéndose en historias que le alejan de su cruda realidad. Uno de los puntos más comentados en torno a Sancho ha sido su supuesta buena relación con los guardias y otros reclusos. Fuentes cercanas al centro penitenciario aseguran que los presos extranjeros suelen disfrutar de ciertos privilegios, como acceso a mejores condiciones sanitarias o ser trasladados rápidamente al hospital en caso de enfermedad, un tratamiento muy diferente al de los reclusos tailandeses. Por otro lado, desde su entrada en prisión, las visitas a Daniel Sancho han sido restringidas y muy controladas. Solamente sus padres, Rodolfo Sancho y Silvia Bronchalo , junto con algunos miembros de la delegación diplomática española , han podido visitarle en persona. El acceso a otros visitantes ha sido estrictamente limitado, lo que ha generado un «blindaje» en torno a Sancho que no pasa desapercibido entre los medios de comunicación que siguen su caso. El futuro de Daniel Sancho en prisión no pinta alentador, ya que su destino ahora lo sitúa en la temida cárcel de Surat Thani, un centro penitenciario provincial conocido por sus duras condiciones. A diferencia de la relativa calma de Koh Samui, donde Sancho había conseguido establecer ciertas rutinas, en Surat Thani se enfrenta a un ambiente mucho más hostil. Con alrededor de 5.400 prisioneros , más del doble de su capacidad, esta cárcel es escenario de frecuentes registros policiales que dejan a los presos semidesnudos y sus celdas revueltas, redadas por posesión de drogas, y violentos enfrentamientos entre reclusos. Aquí, la convivencia será mucho más complicada, rodeado de presos condenados a cadena perpetua o pena de muerte por delitos graves, incluyendo tráfico de armas y estupefacientes. Sancho deberá esperar en este entorno adverso el resultado de sus posibles apelaciones, que podrían llevar alrededor de un año, en un proceso que aún podría alargar más su incierta estancia en Tailandia.