Los kakataibo y la defensa de su territorio
En marzo pasado, en un sobrevuelo que integrantes de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep) hicieron en avioneta sobre territorio de la Reserva Indígena Kakataibo Sur, descubrieron que el narcotráfico ha incursionado en el lugar y que incluso ha construído pistas de aterrizaje para poder sacar la droga desde esos alejados lugares. De igual manera también se pudo verificar la presencia de campamentos madereros asentados ahí para actividades de tala legal.
Los kakataibo están organizados en la Federación Nativa de Comunidades Kakataibo (Fenacoka), actualmente presidida por el Apu Marcelo Odicio, y agrupa a una docena de comunidades asentadas entre Huánuco y Ucayali. Además de ellos, hay población kakataibo viviendo sin contacto con la civilización en la profundidad de la reserva indígena. Ellos podrían ser los más afectados por la presencia de intrusos en su zona de tránsito porque cualquier enfermedad, para la cual no tienen defensas, podría acabar con todos ellos.
“Cuando nostros denunciamos el peligro que enfrentamos por el narcotráfico, la tala ilegal y la presencia de colonos que se apropian de nuestras tierras, no solo actuamos en defensa de nuestros territorios. También estamos en defensa de nuestros hermanos que están en situación de aislamiento y que, igual que nosotros, corren peligro. Las enfermedades o la violencia contra ellos, porque no tienen cómo defenderse, podría desaparecerlos”, explica Marcelo Odicio, lider de la Fenacoka. Él ha llegado a Lima con otros dirigentes para dar a conocer estos problemas.
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La presencia de grupos indígenas en aislamiento en la zona se ha comprobado hace mucho tiempo por el hallazgo de campamentos rústicos, huellas de pisadas en algunos senderos y herramientas hechas de piedra. No se sabe a ciencia cierta cuánta población kakataibo no contactada hay, pero se conoce que se desplazan en grupos por la reserva.
Comunidades en peligro
Las comunidades Kakataibo que colindan con la reserva se han convertido en la primera línea de defensa de esta zona protegida de 150 mil hectáreas. También son los primeros defensores de los terrenos de sus propias comunidades, pero están perdiendo la batalla contra los sicarios del narcotráfico, la tala ilegal y el tráfico de tierras: hasta la fecha seis de sus dirigentes han sido asesinados e incluso en el último mes, otro líder de su comunidad fue secuestrado, pero salvó la vida porque logró escapar. Ahora, cansados de no ser escuchados por la autoridades, se han organizado en una ‘Guardia indígena’, para hacer frente a los intrusos.
Cuenta Marcelo Odicio que cuando era líder de la comunidad de Yamino, entre el 2017 y 2021, recibió varias amenazas de muerte de manera directa. Eran personas que se acercaban y lo amenazaban por no dejar entrar a colonos a su territorio. Ahora que es presidente de la Fenacoka ya no ocurre tanto, pero dice que siempre debe estar alerta y contar con la protección de sus hermanos kakataibo porque quizá esperan que se descuide para atacarlo.
El crimen organizado tiene un ‘modus operandi’ en la zona: se organizan como colonos, crean caseríos y se asientan ahí, muchas veces con el apoyo o la complicidad de una autoridad regional. Esos colonos aparentemente se dedicarían a la agricultura o ganadería, pero en realidad son la avanzada del crimen organizado: siembran coca que va a dar al narcotráfico o se apoderan de territorios para la tala ilegal. Cuando los kakataibo quieren defender su territorio o denuncian ante las autoridades, llegan las amenazas o incluso la muerte.
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“Este es un problema que enfrentan hace muchos años, pero se vió agravado a partir de la pandemia. Eso llevó a que las actividades ilegales fueran más fuertes, que las mafias se sintieran más confiadas de amenazar o atacar a los líderes. A los dos meses de pandemia es que asesinan al primer lider kakataibo, que era Arbildo Melendez, de la comunidad de Uni Pacuyacu y a partir de ahí ha habido seis asesinatos”, explica Miguel Macedo, del Instituto del Bien Común (IBC), que monitorea el tema y facilitó la llegada de los dirigentes kakataibo a Lima.
El dirigente Willy Pino, que fue líder de su comunidad, Mariscal Cáceres, de 2014 a 2017, cuenta que durante su gestión erradicó cocales y desalojó a varios colonos, y por ello recibió amenazas. Tiempo después lo fueron a buscar para que, como Apu de su comunidad, los dejara hacer una pista de aterrizaje en una zona que ya tenían escogida. “Hasta me ofrecieron plata, pero los rechace”, dice. En otra oportunidad también le ofrecieron dinero y hombres para que desaloje del lugar a los erradicadores del Corah, el programa del gobierno contra los cultivos de hoja de coca. Volvió a rechazarlos.
Los kakataibo han informado a las autoridades de distintos ministerios e instituciones oficiales sobre los peligros que los amenazan, pero hasta ahora se ha hecho poco. Han aportado pruebas sobre las zonas cocaleras, las pistas de aterrizaje, la invasión de sus tierras. “Eso es real y avanza cada vez más. Pero acciones concretas no existen”, dice Marcelo Odicio.
¿Qué piden los kakataibo? Piden que el Estado garantice el aseguramiento de sus tierras comunales y detenga las invasiones. Ahí debe haber una coordinación con el gobierno regional porque ellos son, muchas veces, los que permiten la aparición de estos caseríos que son fachada de las mafias que los amenazan.
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Si no son escuchados dicen que la ‘Guardia indígena’ formada entre las comunidades tendrá que enfrentar con las armas que tienen (arcos, flechas, lanzas) las amenazas que se ciernen sobre ellos. “La responsabilidad de la Fenacoka es estar vigilante, protegiendo nuestras comunidades y la reserva, donde viven nuestros hermanos en aislamiento. Aun con riesgo de nuestra vida”, comenta Odicio. Nadie quiere eso. El gobierno es quien debería defender su derecho a la tierra, los bosques y a vivir en paz.