Crisis migratoria finalmente ocupa lugar en la Convención Nacional Demócrata
Chicago. Los miles de demócratas que llegaron a Chicago para la convención nacional de su partido esta semana se encontraron en las calles de la ciudad con un tema espinoso para la campaña presidencial de Kamala Harris: inmigrantes en busca de trabajo o que duermen en precarias carpas.
Sin embargo, el tema migratorio, que muchos votantes consideran decisivo en la elección presidencial de noviembre, solo se abordó este miércoles, en el tercer día de la Convención Nacional Demócrata. Se espera que el jueves Harris dé un discurso en el que acepte ser la abanderada demócrata contra el republicano Donald Trump.
La diputada por Texas Verónica Escobar, el senador Chris Murphy y el influenciador uruguayo Carlos Eduardo Espina, entre otros voceros, subieron al escenario del United Center para hablar de la frontera.
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Los voceros defendieron la noche del miércoles la imagen de Harris como la opción necesaria para garantizar la seguridad fronteriza y para impulsar una reforma del sistema migratorio.
La migración se convirtió en un asunto problemático para la gestión del presidente Joe Biden, de 81 años. Acosado por críticas a su avanzada edad y aislado por su partido, el mandatario desistió de buscar la reelección el mes pasado para dar paso a su vicepresidenta.
Trump, por su parte, canalizó el descontento esbozando una plataforma antimigratoria que promete el cierre de la frontera y deportaciones masivas, algo aplaudido incluso por algunos votantes latinos.
La desproporción de hispanos en la lista de oradores de los primeros dos días de la Convención Nacional Demócrata no pasó inadvertida para líderes de esa comunidad.
“Algo con lo que estoy muy decepcionado es... ¿Dónde están nuestras voces en esta convención?”, señaló Rey Gonzalez, presidente de El Valor, una organización sin fines de lucro.
“Hay varios estados en esta elección que serán extremadamente importantes para los demócratas, como Nevada y Arizona”, agregó.
46.000 migrantes en dos años
Chicago, a orillas del lago Michigan, recibió a unos 46.000 migrantes en los últimos dos años. Muchos de ellos llegaron en autobuses enviados por el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott.
El gobernador de Illinois, J.B. Pritzker, fue una de las voces demócratas que el año pasado, ante el aumento del flujo, confrontó a Washington y pidió medidas: “Esto es insostenible”, dijo en octubre a Biden.
Johanna, una venezolana que no quiso dar su apellido, fue una de las tantas inmigrantes que llegó de esa manera. En junio de 2023, atravesó la frontera sur de Estados Unidos proveniente del país caribeño junto a sus cuatro hijos.
“Nos montamos en un bus sin saber adónde íbamos. Llegamos aquí”, aseguró la mujer de 36 años.
Impedida de trabajar mientras resuelve su situación legal, Johanna vende empanadas y arepas en la calle, siempre huyendo de la policía que la remueve de las aceras.
Otros migrantes ofrecen fruta picada en carritos de comida o esperan a la salida de ferreterías para conseguir empleo. Algunos piden dinero.
Génesis Arteaga, una ecuatoriana de 20 años, se sienta en las ajetreadas aceras de la ciudad con su hija de meses y un cartel pidiendo donaciones. Mientras tanto, su esposo, de 22, busca trabajos temporales en construcción.
“He intentado trabajar en limpieza, pero no me dejan por la niña. No me queda más que esto”, dijo Arteaga.
Los migrantes tienen que esperar meses antes de poder solicitar un permiso de trabajo, y sus casos demoran cada vez más debido a la saturación del sistema migratorio. Esto incrementa la presión en los gobiernos locales, que tienen que estirar recursos para albergar a los recién llegados.
“Todas estas grandes incertidumbres y su incapacidad de trabajar dentro del sistema para conseguir un nivel básico de supervivencia hacen que algo adicional a esto sea impensable”, consideró la activista Alejandra Oliva, quien ayudó a migrantes en gestiones legales durante el pico de la crisis.
Oliva sostiene que, al centrar los esfuerzos en una política represiva y de cierre de fronteras, Washington pierde tiempo y refuerzos.
“Este sistema, increíblemente punitivo, no funciona”, añadió.
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Crecimiento del sentimiento antimigratorio
Para los recién llegados, la elección presidencial de noviembre se siente ajena. Dicen saber poco o nada de Kamala Harris, pero les preocupa una eventual victoria de Donald Trump.
“Se la pasa diciendo que nos va a deportar”, comentó la también venezolana Luisa Pacheco, que comercializa frutas en el centro de Chicago los fines de semana. “Esa Kamala tiene que ganar”.
Encuestas recientes revelan que el sentimiento antimigratorio ganó más espacio en la sociedad estadounidense.
Sin embargo, para Oliva, esto es solo una forma en la que los estadounidenses drenan su insatisfacción con la economía.
“Es más fácil culpar a los migrantes que exigirle a los políticos que han fallado a la gente”, señaló.