Mateo, el futbolista eterno: «Toda España comparte el dolor por su muerte»
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Gabri ha dejado una camiseta de fútbol a Mateo «con la que jugar ahí arriba». Es rojiblanca, del EF Atlético Casarrubuelos. Está extendida, aferrada al suelo con cinta de carroceo de pintor, en el altar improvisado que han levantado a las puertas del polideportivo Ángel Tardío con mensajes escritos en cartulinas, alumbrados con velas rojas y blancas. En su campo de fútbol, el pequeño Mateo fue asesinado el domingo por la mañana y todavía resuenan los lamentos de sus familiares al oír la trágica noticia: «¡Qué hacemos ahora sin él!». A un kilómetro y medio, delante de otro altar en la preciosa iglesia de Mocejón, están los restos de Mateo dentro de un ataúd caoba de color beige. Sobre él, una corona de flores blancas; y a su lado, la familia que ha perdido trágicamente a un niño de 11 años. Don Rodrigo, el párroco, concelebra una misa de cuerpo presente junto a nueve sacerdotes de la zona. «Toda España comparte el dolor por la muerte de Mateo», retumban sus palabras en el abarrotado templo de San Esteban. Se oye del sosegado oficiante más mensajes para tratar de aliviar el duelo por Mateo, un apasionado del fútbol: «Se ha encontrado con Jesús donde ya no hay sufrimiento y dolor», «siempre nos acompañará y estará en vuestro corazón» o «ahora rezamos e invocamos a Dios y pedimos su fuerza». La iglesia se ha quedado pequeña y tiene sus tres puertas de acceso abiertas de par en par. Fuera, decenas de personas siguen la eucaristía. Dentro, dos guardias civiles de pie parece como si estuvieran custodiando el féretro. Son agentes del mismo cuerpo que resolvió su crimen en menos de 30 horas . En el fondo del templo, una mujer con un mensaje en una cartulina blanca adherida a un sombrero de paja pide justicia para Mateo. Justo detrás, una chica no para de pasarse un pañuelo de papel por sus ojos llorosos. El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, no ha podido acudir porque está en Fátima. El lunes sí estuvo en una vigilia por Mateo y hoy ha mandado un mensaje que don Rodrigo lee: «Mi oración y cercanía en este momento de dolor» . Termina la ceremonia. La mujer del sombrero, que también lleva pegado a su espalda otro mensaje solicitando justicia para el niño, grita: «¡Gol, gol, gol, Mateo es un campeón». El público repite y la señora arranca un sentido aplauso para el pequeño poco antes de que el féretro salga camino del cementerio. En el altar improvisado del polideportivo, más mensajes: «Te vamos a hechar mucho de menos. Te queremos mucho» . Ahora que no se lancen a criticarlo los indeseables que martirizaron en X a Asell, el tío de Mateo. Porque es textual, con h en el verbo echar. Cuando las palabras se escriben desde el corazón, se perdonan hasta las faltas de ortografía. Y ahora «que Mateo goce en la gloria», como le deseó don Rodrigo, con la camiseta de Gabri.