La nueva presidencia de Sheinbaum, con A
Sucedió. Claudia Sheinbaum Pardo es la presidenta electa de México. En pocos días se convertirá en la mandataria (la que manda) de una de las principales economías del mundo, ¿la 12, la 13? De un país que, salvo en las olimpiadas, gana medallas en las grandes ligas (OCDE, G20, Consejo de Seguridad y la ONU…) y con autoridad moral para mediar en conflictos.
Claudia, la activista universitaria, la científica, la ambientalista, la hija de una familia de destacados migrantes, la exesposa, la madre, la abuela, la esposa, la amiga, la compañera (diría el ocurrente legislador que no puede aceptar la “A”), la administradora pública eficaz, la cofundadora, la que triunfó entre sus pares, la que convenció a morenistas y líder de representar mejor la continuidad, la edificadora de dos segundos pisos, el del Periférico y el de la cuatroté, abre nuevas expectativas.
No vale la pena atorarse (como nudo en el pelo, mientras más se jala, menos se desenreda) en la inútil discusión sobre la continuidad del mando obradorista: el obradorismo, sin Obrador, lo representa Sheinbaum. Por eso ganó, por eso obtuvo tantos millones de votos más que el propio AMLO, por eso le van a poner la banda presidencial.
En política, un proyecto de nación, una élite en el poder, un movimiento, un dirigente, fracasan cuando no tienen éxito en la sucesión de sus liderazgos, cuando no tienen cuadros de relevo. Uno de los logros de Andrés Manuel López Obrador (junto con Biden, por cierto) fue aumentar la esperanza de vida… pero de los políticos. Sin embargo, el abanico etario de la cuatroté es amplio y sí se observan nuevas generaciones. Una tentación de maximato sería contraria al éxito sucesorio y al deseo de trascendencia histórica.
La nueva presidencia de Sheinbaum enfrentará imperativos, desafíos, apoyos, nuevas lealtades. Lo mismo que dificultades, traiciones e intentos de sabotaje propios del ejercicio del poder, pero más peligrosos por tres razones: la fuerza de los intereses afectados, porque aún hay más severidad en la cultura política al juzgar a las mujeres y porque la crisis de representación de las oposiciones trasladará parte de la disputa por el poder al seno de Morena y sus aliados.
Por su formación, por su personalidad y carácter, por su discurso, por su militancia convencida, se puede afirmar que Sheinbaum inaugura una nueva lógica del poder en la continuidad del proyecto de la cuatroté: apelar al pueblo y al saber experto, simultáneamente. Recurrir al conocimiento para construir soluciones a los problemas de los más desfavorecidos: primero los pobres.
Sheinbaum tiene 100 propuestas que integra en un programa de gobierno que esbozará en su discurso de toma de posesión. Ha seleccionado diez prioridades, se va a centrar en ellas con la minuciosidad que la caracteriza. Va a delegar la política partidista hasta donde pueda, y no siempre se podrá. La interlocución con el Congreso también la delegará hasta donde tenga eficacia su equipo.
La nueva presidencia es portadora del consenso que le dieron las urnas. Si para el beneficio de todos, las decisiones públicas serán a favor de los pobres (quintaesencia de la cuatroté), y si el saber experto y el conocimiento (aportación de Sheinbaum) dictarán el contenido de esas decisiones, entonces el disenso provendrá de la ignorancia del saber, o por estar al servicio de intereses particulares (legítimos o no).
La nueva presidencia se escribe con A. Volveré al tema, pero anticipo con el mensaje que Martha Hernández le dedicó a Claudia en la edición del 3 de junio de El País: “Ante cada decisión relevante pregúntate en qué afecta, beneficia o impacta a las mujeres, a la equidad, a la igualdad sustantiva. Usa todo tu poder en favor de las mujeres, primero las pobres, primero las excluidas, primero las violentadas, pero en favor de todas”.
Lecturas sugeridas: Presidentas y primeras ministras en democracias postransicionales, Verónica Montecimos, Prometeo.
Tecnopopulismo, Christopher Bickerton y Carlo I. Accetti. Katz.