La derecha mexicana intenta convertirse en alternativa de poder
El próximo 24 de agosto, se celebrará en Ciudad de México la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC). El movimiento está intentando emular el éxito que ha tenido la derecha europea, donde gobierna en algunos países o bien ha sabido construir una alternativa poderosa desde la oposición.
En América Latina, fenómenos como el de Javier Milei se han dado en contextos extremos. Por tal motivo, resulta difícil que este movimiento, por lo menos en el corto plazo, cobre una mayor relevancia que los partidos de centro derecha tradicionales. En el caso de México, Eduardo Verástegui, quien encarna su cara más visible, no pudo recolectar las firmas necesarias para ser candidato a la presidencia en los comicios del pasado 2 de junio.
Intentando capitalizar el malestar hacia los partidos políticos tradicionales y la desafección política que hay en México, su movimiento –que tiene como bandera principal la lucha contra el aborto– todavía no termina de despegar. ¿La razón? El aborto no es un tema que hoy preocupe a la mayoría de los mexicanos. Más allá de su apoyo o rechazo, lo cierto es que la izquierda mexicana, y en buena medida los partidos tradicionales, hablan de los temas más importantes: seguridad, economía, pobreza y salud.
Verástegui apunta a oficializar un partido y tener candidatos para las elecciones intermedias de 2027, cuando se renovará el Poder Legislativo. Su éxito dependerá –más que de la gestión de MORENA y de Claudia Sheinbaum– de la capacidad de reinvención que tengan el PAN y el PRI; que hoy –ciertamente– viven un proceso de desgaste importante. Allí, Verástegui puede conseguir una rendija para crecer. Ya veremos si México tendrá como opción verdadera de poder a un movimiento antisistema, anticomunista y alejado, incluso, del centro derecha.