El superávit fiscal genera confianza pero no es un antídoto universal
El Gobierno espera que el superávit fiscal conseguido en los primeros siete meses del año genere una suerte de blindaje frente a las críticas de los que objetan la política cambiaria y la indefinición sobre el futuro del cepo.
El resultado fiscal, sin embargo, no es un antídoto universal. El virus de la incertidumbre requiere otro tipo de tratamiento, en el que la decisión de poner en caja el exuberante gasto del Estado es una condición necesaria, pero no excluyente.
El Ministerio de Economía anunció el resultado de julio cuando caía la noche del viernes. El superávit primario redondeó $ 908.000 millones, gracias a que los gastos cayeron 23% en términos reales, frente a ingresos que retrocedieron 4,9%. Como lo había anticipado el propio Javier Milei, esta vez no alcanzó para cubrir los intereses. El rojo fue de $ 600.000 millones, el primero de su gestión. Si tomamos en cuenta el acumulado en los últimos doce meses, el saldo positivo llegó a 1,28% del PBI, una tendencia que hace años que no se consolidaba de esta manera en la economía argentina.
Sin embargo, el número mágico no desarma todas las preocupaciones. El riesgo país sigue en torno a los 1500 puntos. Y si bien contar con superávit podría ser visto por los inversores como una garantía de que el sector público tendrá solvencia para hacer frente a su deuda, también hay que demostrar que tendrá dólares para pagarla. Por esa razón, el mercado no le quita el ojo de encima al ritmo de acumulación de reservas y a todas las decisiones que pueden acelerar el ingreso de capitales a las arcas del BCRA.
Una mirada hacia el interior de las cuentas públicas muestra que la principal razón del saldo positivo es la menor cantidad de transferencias frente a la inflación, tanto en prestaciones sociales como en gastos de capital. Ese efecto se va a moderar a medida que el índice de precios se desacelere y que la actualización de los haberes implique desconectar la licuadora. Por esa razón, de ahora en adelante ganan importancia los ingresos tributarios, que no se han recuperado por el menor nivel de actividad. ¿Cómo podría revertirse la tendencia? Facilitando inversiones con el levantamiento del cepo. Y la rueda vuelve a empezar.
En conclusión, hay una fortaleza fiscal que no está en discusión. De hecho, frente a las metas recalibradas del FMI, el acumulado a julio ya está por encima del objetivo que tiene el Palacio de Hacienda para todo el tercer trimestre, según la consultora ACM.
Lo que le resta al equipo económico, es conseguir que el rumbo que guiará al programa hasta la tercera fase no navegue en medio de una nebulosa. Si el momento de resolver estos pasos es el 2025, lo mejor sería transmitirlo.