Al descubierto nuevos secretos del ciclo de vida del pulpo común
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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a través del Instituto de Investigaciones Marinas (IIM) de Vigo, ha concluido un ambicioso proyecto que desvela aspectos fascinantes y hasta ahora desconocidos del ciclo de vida y las costumbres del pulpo común. Bajo el título 'Ecología del pulpo común en la naturaleza: resolver sus incógnitas ecológicas para obtener una ordenación pesquera y una acuicultura sostenibles (ECOSUMA) ', esta investigación arroja luz sobre dos fases concretas de la vida del pulpo: la de paralarva y la juvenil, ambas previas a su madurez. El proyecto ECOSUMA, iniciado en 2020 y liderado por el grupo EcoBioMar, se centró en investigar la ecología de las paralarvas de pulpo antes de asentarse en el fondo marino. El trabajo de campo se realizó en aguas gallegas y del norte de Portugal, utilizando datos recopilados durante campañas de investigación biológica y oceanográfica a bordo del buque Sarmiento de Gamboa del CSIC , así como mediante muestreos subacuáticos. Además, se emplearon datos históricos de proyectos anteriores, abarcando los últimos 25 años en aguas cercanas al Parque Nacional das Illas Atlánticas de Galicia. Una de las principales incógnitas que abordó el proyecto fue el paradero de las larvas durante su crecimiento. Ángel González, investigador principal, explicó que «los estudios previos sugerían que todas las paralarvas que se encontraron en fondos de menos de 100 metros –alrededor de 3.000– eran recién eclosionadas». «Entonces nos preguntamos: ¿dónde están las larvas cuando van creciendo? Tienen que estar en algún lugar». En un muestreo ocasional, los investigadores encontraron paralarvas de mayor tamaño a mayores profundidades. «En fondos de más de 500 metros», explica el científico del IIM.Para desentrañar este misterio, el equipo realizó diversas pruebas de campo, involucrando a 20 investigadores en distintos turnos de 24 horas durante diez días. «Esto nos llevó a descubrir que las larvas migran hacia aguas más profundas a medida que crecen, llevadas por las corrientes marinas». Al aumentar de tamaño se hacen más pesadas, por lo que caen hasta el fondo marino y se van desarrollando hasta alcanzar las etapas más conocidas, las de pulpo juvenil y pulpo adulto. «Hasta esta fase no teníamos ni idea de qué ocurría», reconoce Ángel González. A su vez, los investigadores identificaron hasta 33 especies de presas exclusivas de las paralarvas , como copépodos, anfípodos hipéridos, larvas de cangrejos y calamares, cnidarios y algas, entre otros. Por otro lado, en los juveniles se localizaron 13 especies diferentes que les sirven como alimento, entre las que se encuentran anfípodos, gammáridos, cangrejos ermitaños y araña, peces e isópodos. Solo dos especies se detectaron en ambas fases, lo que pone de manifiesto la diversidad en la dieta y los hábitos en función de la etapa de vida del pulpo. Estas campañas no solo desvelaron nuevos detalles sobre su alimentación cuando están recién asentadas en el fondo. «Hemos investigado aspectos como los desplazamientos, su crecimiento y edad en estas dos fases». A través de los anillos de crecimiento en sus mandíbulas, establecieron entre cinco y 24 días la edad de las paralarvas, mientras que los recién asentados en el fondo marino oscilaron entre los 29 y 89 días, con un peso de 1 a 38 gramos. Los ejemplares más grandes, de entre 104 y 460 gramos, tenían entre 92 y 260 días de vida. También emplearon telemetría acústica para estudiar el desplazamiento de los adultos. Además de los descubrimientos sobre el pulpo común, el proyecto logró la creación de un biobanco con 1.700 muestras procesadas y almacenadas de mesozooplancton , incluyendo datos históricos de otras instituciones como el Centro Oceanográfico de Vigo del IEO. Este biobanco es un recurso valioso para futuros estudios y monitoreos. Conocer el ciclo de vida del pulpo también es importante para el desarrollo sostenible de la acuicultura y la actividad pesquera. Con los datos disponibles es posible hacer estudios de predicción y comprobar cómo influyen las condiciones oceanográficas en el número de paralarvas presentes cada año en aguas gallegas. Factores pesqueros y climáticos afectan a la abundancia de la población. «El cambio de temperatura, corrientes, etc., son factores muy importantes. Por eso la importancia de la monitorización. Cuando tienes datos climáticos y del número de larvas durante series temporales largas pueden llegar estudios mucho más clarificadores», explica el científico del IIM, que recuerda que «más del 90% de la mortalidad» del pulpo común se produce cuando son larvas. «Es una fase vital». El conocimiento de estos ciclos también es relevante para aproximarse a la sostenibilidad en las actividades ligadas a la pesquería. «Si nosotros no supiésemos cuándo estos animales se reproducen, las autoridades no podrían establecer una época de veda, por ejemplo. Las épocas de veda y otras medidas de ordenación pesquera v an en consonancia con el ciclo del animal«. De esta manera, los resultados de este proyecto han logrado atar cabos que estaban sueltos. «Hace 25 años por supuesto que había estudios sobre el pulpo, pero hemos ido completando el puzle de lo desconocido como saber qué es lo que comen las larvas, qué comen los adultos, cuál es su reproducción, qué edad tienen, cuál es su comportamiento…». Estos datos son relevantes para el acercamiento a la sostenibilidad de la acuicultura y el bienestar animal. Asimismo, el proyecto ECOSUMA no solo ha contribuido a la ciencia, sino también a la educación y concienciación pública. A través de charlas, artículos científicos y vídeos, se han compartido los hallazgos con un amplio público. La conservación del pulpo, como recuerda Ángel González, está en nuestras manos.