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Август
2024

El poder de la envidia: «No solo no es mala, sino que es un motor de vida»

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Abc.es 
Hemos denostado injustamente a la envidia como una de las peores emociones del mundo cuando en realidad la envidia ha movido el mundo, lo ha hecho evolucionar y nos ha dado todo lo que tenemos. La envidia no es mala, todo lo contrario. La envidia es el motor de la vida , el impulsor del progreso y el mayor activador de la conducta y de los logros que alcanzamos. Gracias a la envidia existe la democracia, gracias a la envidia existe el voto femenino, la escalera social y todos los beneficios sociales y laborales que tenemos. Pero vamos por partes, a nivel psicológico la envidia es una emoción compleja en la que interviene un componente cognitivo; es decir, nace de la cognición . A diferencia de las emociones básicas, la envidia necesita un proceso de análisis , pensamiento y elaboración de la realidad para poder ser sentida: vemos algo, nos gusta, comprobamos que no lo tenemos y se despierta la envidia. Así de sencillo y así debe ser. La envidia, como todas las emociones, son necesarias para poder tener una vida plena y además nos aporta mucho. Por tanto, la envidia por sí misma no es mala ya que nos indica que hay algo o alguien que está mejor y nos dirige la atención y nos la focaliza hacia esa persona. Además, provoca una activación de la motivación , nos impulsa a la acción. En definitiva, el mensaje de la envidia vendría a ser algo así como: «Nene, mira qué bien le va a Paco con ese trabajo que se ha pasado todo el mes de vacaciones en la playa y tú no». Esa es la principal función de la envidia. Confrontarte con la realidad , sacarte de la comodidad , expulsarte del dulce terreno del autoengaño e impulsarte a la acción . Hasta aquí la envidia, señores y señoras. Lo que pasa a continuación tiene más que ver con la personalidad que con la envidia. Sí, ya me disculparán, pero tenemos personalidades nobles y personalidades tóxicas . Estoy simplificando mucho. Podríamos decir que algunas personalidades son constructivas mientras que otras personalidades construyen más bien poco. De esta manera, cuando una personalidad constructiva siente envidia hará todo lo posible por poder disfrutar también de ese placer o cualidad que envidia siempre y cuando sea de manera constructiva. Lo reconozco. Yo sentí envidia de las personas que habían visto mundo. Ahora puedo decir que he visitado una treintena de países por trabajo y por placer. También sentía envidia de las personas felices, que disfrutaban de su trabajo y que tenían libertad para no hacer cada día lo mismo y eso que acabo de describir es justamente mi vida y mi trabajo. Un día, muy jovencito, sentí envidia de una conocida alpinista a la que le hice de guía de rafting porque iba toda conjuntada con una marca de ropa de montaña que le patrocinaba. Ya hace más de diez años que soy embajador de una conocida marca de ropa de montaña. Sí, he sido un envidioso y lo sigo siendo . Lo acepto. Sin vergüenza ni culpa, con orgullo y satisfacción ya que la envidia que siento es el motor que me impulsa a tener una vida mejor y para conseguirlo no he hecho nada más que estudiar lo que hacen las personas a las que envidio y tratar de hacerlo incluso mejor. Punto. Nada más ni nada menos. Analizar, asimilar, mejorar y llevarlo a la práctica. Pero también hay personalidades tóxicas que utilizan estrategias tóxicas para conseguir lo que envidian o para que la persona a la que envidian deje de disfrutar de lo que ellos envidian. Es lo peor. Lo sé. Ni para mí, ni para ti. Estas personalidades no son capaces de gestionar lo que ven y prefieren desplegar un amplio abanico de estrategias tóxicas y poco éticas a atreverse a trabajar por lo que quieren. En este caso, incluso, no es que la envidia sea mala, es que no despierta nada bueno en estos perfiles, porque no hay nada bueno que despertar. Puedes descubrir otros consejos de Tomás Navarro ( @tomasnavarropsi en instagram) para poner límites a aquellas personas que nos hacen daño en su obra ' Tus líneas rojas' (Zenith/Planeta). Y además, puedes leer aquí otros artículos de Tomás Navarro en ABC Bienestar .