Como pajaritos
De vez en cuando, ya saben, hallan el cuerpo sin vida de algún anciano en su casa. Esa en la que seguramente durante largo tiempo vivieron hijos, esposos, ¿un perro? Entonces todo eran voces, risas, peleas, cacerolas, prisas… vida mala o buena, pero en compañía. Después los hijos se independizaron, la pareja falleció Quizá el perrito, muy añoso ya, todavía acompaña al que ahora hallaron muertecito en su casa.
En verano tardan más en entrar. Los hijos y los vecinos están de vacaciones. El perrito se ha ido comiendo el pienso que quedó en el cuenco. Gime, pero no le oyen. No tiene agua y hace un calor infernal. El ventilador sigue girando frente al cuerpo del anciano y del can huérfano. Pero sin agua no hay vida, y el amito se olvidó de tomar.
Dicen que los viejos dejan de sentir sed. Esa noche había millones de grados y él se notaba aturdido. La ola de calor brutal llevaba varios días zumbándole el cuerpo y la mente; atrapándole en esa jaula ardiente de la que no había forma de escapar. El anciano abría la ventana seca de viento Esa noche no tenía hambre tampoco, le dolía la cabeza y veía todo de un color ocre de sol. Se dejó caer en la cama y comenzó a calentarse, como la tierra.
Los expertos dicen que se produce una inflamación, un brote de enzimas que paraliza los órganos vitales. Convulsiones, pedida de conciencia, paro cardiaco. Fin. Los que tienen a alguien preocupado serán encontrados pronto. Los bomberos tirarán la puerta o entraran por esa ventana que no pudo dar aire fresco al viejo. Le cubrirán, y tal vez alguno se emocione cuando vea en el salón su foto de boda.
A otros les hallarán por el olor que rezuma hasta el descansillo. ¡Dios! ¿Es civilizado, próspero, un lugar que no prioriza el cuidado a sus ancianos? Y hay tantos solos. Sin fuerza para clamar insultos al puto mundo. Yéndose callados como pajaritos a ras del cielo.