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Август
2024

La cúpula del Ejército ruso desatendió los avisos de su inteligencia sobre una incursión de Ucrania: este es el motivo

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La semana pasada, las fuerzas ucranianas irrumpieron en la región rusa de Kursk, capturando hasta 1.000 kilómetros cuadrados de su territorio, con al menos 44 ciudades y asentamientos, y obligando a las tropas defensoras a retirarse, cuando no a huir en desbandada. La ofensiva, pronosticada por la inteligencia militar rusa pero sorprendentemente desatendida por los altos mandos de las Fuerzas Armadas, enfureció y puso muy nervioso al presidente Vladimir Putin y fue vista por muchos como un posible cambio de juego en la guerra en curso.

En mi opinión, la actual ofensiva debería calificarse de movimiento audaz e inteligente de Ucrania, ya que hace medio año sostuve que 2024 se convertiría en un momento crucial tanto para Moscú como para Kyiv, por lo que «Ucrania, y la coalición que la respalda, deberían intentar cambiar el curso de los acontecimientos lo más drásticamente posible» (LR, 24.02.2024, p. 15). Sucedió, y ahora habría que reflexionar sobre cuáles podrían ser los resultados tanto inmediatos como a largo plazo de la primera intrusión de un ejército regular extranjero en lo más profundo del territorio ruso desde la Segunda Guerra Mundial.

Lo que puede decirse es que el atentado demostró algo que ya se sabía de antemano: la política interior de Putin tiene como objetivo mantener a la población rusa al margen de la guerra en curso y animarla a vivir como si no existiera. Por lo tanto, el Kremlin desatendió la mayoría de las noticias inquietantes que llegaron recientemente de la línea fronteriza y prestó poca atención a la calidad de las «fortificaciones» construidas en las regiones vecinas para las que Moscú destinó miles de millones de rublos el año pasado. Putin prefiere restar importancia a casi cualquier desafío, incluso si tal negligencia costara cientos de vidas, que sobrevalorarlo, interrumpiendo el letárgico sueño de sus súbditos en todo el país. Es más, diría que parece tan loco por la guerra que no cambiará su curso porque miles de sus compatriotas tengan que sufrir la evacuación forzosa de sus ciudades y la destrucción de sus hogares.

La incursión fue calificada por muchos como un audaz intento, bien de elevar las apuestas en las futuras negociaciones entre Ucrania y Rusia, bien de hacer que las tropas rusas que combaten en Donbás sean reubicadas en nuevas posiciones. Pero lo que se ve sugiere que esas esperanzas podrían ser infundadas. Por un lado, el ataque provocó pocos cambios en el comportamiento del Kremlin: no sólo Putin se abstuvo de calificar la «operación militar especial» de guerra, sino que calificó el avance ucraniano de «provocación» y ordenó proclamar los acontecimientos en curso como «una situación de emergencia federal» a la que una «operación antiterrorista» debería ser la mejor respuesta.

No sólo no se ha anunciado la ley marcial en la región de Kursk, sino que tampoco se han aplazado o cancelado las elecciones regionales a gobernador previstas para los días 6-8 de septiembre. Se supone que los medios de comunicación federales rusos recibieron la orden de desviar su atención de los combates en territorio ruso y, en mi opinión, la historia será tratada como insignificante hasta que los ucranianos avancen hacia la ciudad de Kursk y aparezcan cerca de la central nuclear de Kursk (lo que, diría, difícilmente ocurrirá), o hasta que las fuerzas rusas consigan expulsarlos.

Por otro lado, no hay indicios de que el mando ruso afloje su control sobre las ciudades clave de Donbás, que los ucranianos están defendiendo con sus últimas fuerzas. También parece que las fuerzas ucranianas están tratando de ampliar el frente de su ofensiva en las regiones de Kursk, Bélgorod e incluso Bryansk, pero tal tarea podría necesitar demasiados soldados y armamento que no pueden desplegarse aquí durante mucho tiempo, ya que si todas estas regiones son atacadas a gran escala, la duración total de los combates entre Rusia y Ucrania casi se duplicaría.

Algunos analistas y activistas especulan con una «marcha hacia Moscú» o con el establecimiento de una «República Popular de Kursk» similar a las creadas por el Kremlin en el este de Ucrania en 2014. Consideraría ambas opciones poco realistas: un avance hacia Moscú necesita al menos más de 100.000 soldados y puede provocar represalias, incluido un ataque nuclear táctico; y la proclamación de una entidad autónoma necesita algunos partidarios entre la población de las tierras ocupadas, lo que no se ha manifestado en absoluto durante las últimas semanas. Teniendo esto en cuenta, yo diría que la ofensiva podría ser de corta duración, y no puede desarrollarse seriamente ya que el Ejército ucraniano puede enfrentarse a cercos a menos que amplíe la línea del frente hasta 100-200 kilómetros de ancho, pero en este caso necesitaría el doble de hombres de los que despliega ahora por toda la línea del frente ruso.

Las capacidades rusas en estos días siguen siendo bastante sólidas, y el éxito ucraniano, repito, viene principalmente del hecho de que el Kremlin nunca asumió que tal ataque pudiera tener lugar (lo que es extraño ya que esta opción existía desde el principio de la guerra; incluso sugerí en 2022 que Ucrania debería atacar a Bielorrusia, que podría ser contada como una potencia agresora ya que permitió a las tropas de Putin usar su territorio para la invasión y por lo tanto se convirtió en un objetivo legítimo, pero parece mucho más débil internamente de lo que es Rusia). A medida que el efecto sorpresa se evapore, la defensa rusa se hará más fuerte debido a los refuerzos, y si los ucranianos aumentan su presión, Putin puede llamar a una movilización universal porque se está produciendo una agresión contra la Federación Rusa –si ocurre, más bien sugeriré que el esfuerzo de movilización podría tener éxito y no causará protestas en todo el país, por lo que la afirmación del presidente Volodimir Zelenski de que el Gobierno de Putin comenzó con un «Kursk» [el submarino que se hundió en agosto de 2000 en el Mar del Norte] y terminará con otro Kursk parece bien prematura–.

Por lo tanto, se puede insistir en que la invasión del territorio ruso es una aventura oportuna, pero arriesgada. Dado que Putin no quiere «molestar» a sus súbditos y aparentemente no tiene intención de convocar otra movilización, podría ser un buen momento ahora para iniciar algún tipo de negociaciones de alto el fuego, pero dudo que si no se inician, pronto llegue un momento mejor para ellas...

Vladislav Inozemtsev es el director del Centro de Estudios Postindustriales de Moscú