La historia olímpica de Mortadelo y Filemón
¿Quién sabe qué hubiera sido de los Juegos Olímpicos si Mortadelo y Filemón no hubieran velado por su seguridad durante años? Los Sherlock Holmes y Watson españoles perdieron a su creador en el verano de 2023, pero aún le dio tiempo de dejar a medias el libro dedicado a los Juegos de París que Bruguera ha publicado de forma póstuma.
Pero Mortadelo y Filemón han estado casi 50 años dedicados a cuidar de los Juegos Olímpicos y de su seguridad y ahora Bruguera se ha encargado de reeditar en un volumen conjunto todas las aventuras olímpicas de los dos investigadores de la TIA. Las «Olimpiadas del humor».
El volumen recoge los especiales que Ibáñez dedicó a los Juegos Olímpicos desde Montreal 76 hasta Barcelona 92. Con un regalo y una rareza. Porque esta edición incluye la reproducción del diseño original de la portada de Barcelona 92 que Ibáñez hizo a lápiz. La rareza es que la primera vez que su creador decidió enviar a Mortadelo y Filemón a cuidar de los Juegos, en Montreal, no se atrevió a llamar al volumen por el nombre original del acontecimiento y lo llamó Gatolandia 76.
Acababa de morir Franco y eran tiempos confusos, previos a la movida y a los locos años 80. Pero eran también los años de la Guerra Fría que tanto condicionaron los dos eventos olímpicos siguientes al debut de Ibáñez y de Mortadelo y Filemón.
La Guerra Fría también tiene su espacio, pero sólo Ibáñez es capaz de unir en un relato ciudades tan dispares como Moscú y Calasparra y de que aparezca el mismo Kruschev en una viñeta para deportar a los dos héroes de sus relatos a Siberia. El boicot en las viñetas de Moscú 80 no era a los Juegos sino al equipo español. Tiempos de lucha entre la T.I.A. y la S.O.B.R.I.N.A.
Las cosas de Ibáñez, que no se olvida de la crítica política, más presente que en ninguno en el cómic dedicado a Barcelona 92 en el que se pueden ver las peleas por aparecer en la foto entre Maragall y Felipe González, por ejemplo, o la falta de atención a las instalaciones deportivas de la ciudad en los años previos a la disputa de los Juegos. Es de destacar el detalle con el que Ibáñez retrata a los personajes reales para que sean perfectamente reconocibles.
Y siempre presente está la crítica a los dirigentes deportivos, esos que José María García retrataba como «maestros del buen comer y catedráticos del mejor beber» y que anteponen siempre esos humanos quehacereres a la preocupación por el deporte. Ibáñez, siempre un maestro del humor.