Julio Borges Junyent: La democracia ha dejado de ser el lugar de encuentro
Por NELSON RIVERA
El libro que escribió junto a Javier Ormazabal Echeverría confronta los pensamientos de C. S. Lewis (1898-1963), famoso autor de las Crónicas de Narnia, y del filósofo Gianni Vattimo (1936-2023), autor de la noción del “pensamiento débil”. ¿Podría contarnos, de forma sumaria, quiénes fueron?
Básicamente C. S. Lewis es un autor conocido por sus famosas Crónicas de Narnia, pero además de estos libros tan populares, escribió una enorme cantidad de libros sobre temas relacionados con la filosofía y la visión cristiana del mundo, como por ejemplo, Mero Cristianismo, El problema del dolor, Los cuatro amores, Una pena en observación y la obra protagonista en nuestro libro que es La abolición del hombre, que son tres conferencias de C. S. Lewis en febrero de 1943, en plena guerra mundial. En La abolición del hombre Lewis ilustra la existencia de una verdad en los seres humanos que denomina El Tao para desligarlo de cualquier alusión sesgada al cristianismo.
En el caso de Gianni Vattimo se trata de un filósofo italiano, educado por grandes maestros como Gadamer y Pareyson. Su gran impacto se produce a partir de inicio de los años 80 cuando acuña la noción de “pensamiento débil”. Vattimo encarna, junto a otros autores, la filosofía, el sentir de lo que se ha llamado la posmodernidad. El debate que plantea nuestro libro es virtual y es muy rico por ser ambos iconos para la comprensión de la contemporaneidad.
¿Por qué Lewis, por qué Vattimo? ¿En qué campos del pensamiento estos dos hombres, que parecen actuar en esferas distintas y que vivieron en tiempos distintos, pueden ser comparados?
La selección de C.S. Lewis y de Gianni Vattimo es muy interesante. En primer lugar, porque sus trayectorias vitales, sus biografías, son contrarias: C.S. Lewis combatió en la Primera Guerra Mundial, fue un pensador ateo y materialista, es decir, que consideraba que solo existe la materia y que no hay nada trascendente o inteligente más allá de la materia pura y dura. De joven estaba influenciado enormemente por Freud. Sin embargo, luego de la guerra culmina sus estudios en Oxford y en sus conversaciones con sus amigos Tolkien (autor de El Señor de los Anillos), Barfield y Williams, logra una transformación hacia Dios primero y luego hacia el cristianismo, convirtiéndose en uno de los apologistas más leídos del siglo XX y del siglo XXI.
La trayectoria vital de Gianni Vattimo es la contraria. De ser un activista de la Acción Católica pasa a ser un militante de las juventudes marxistas. Luego desarrolla toda una filosofía llamada el pensamiento débil que busca erosionar y atenuar lo que él llama el pensamiento fuerte, por ejemplo, el cristianismo o el marxismo, porque lo ve como una amenaza violenta contra la convivencia social, porque ambos pensamientos asumen que son “La Verdad”. Teniendo esas trayectorias contrarias, es interesante que ambos autores son críticos de lo que se ha llamado la modernidad: el hombre como rey del mundo, la razón como diosa, el progreso como destino inevitable, la supremacía cultural, entre otros rasgos, pero ambos aportan puntos de vista diferentes a estos problemas. Es decir, ven muchos síntomas de manera igual, pero la cura que prescriben es totalmente diferente. Tan diferente que, para Vattimo, Lewis sería un totalitario. Y sin lugar a dudas, para Lewis, Vattimo sería también un totalitario.
Quiero preguntar, para ejemplificar, qué es el individuo de Lewis y qué para Vattimo y, en asociación con esto, cómo entienden la política, uno y otro.
Ambos autores tienen diagnósticos similares. Por ejemplo, cuando Vattimo y Lewis tratan de entender qué es un sujeto, qué es una persona, ambos parten de un diagnóstico común. Vattimo lo ve como un sujeto débil, como una pequeña vela que parpadea en la oscuridad. Como alguien que tiene una mirada muy miope de la realidad, una especie de ciego tipo Mister Magoo que no tiene la capacidad de acceder y entender al mundo y está todo el tiempo interpretando subjetivamente qué es lo que ve sin pretensión de que eso sea la verdad. Se trata de un ser que simplemente vive una fábula, que es la vida, sabiendo que sueña y que su principal meta es vivir sin neurosis y por eso acepta ese destino que es la nada, que es el nihilismo, entregándose a vivir su manera subjetiva de interpretar el mundo con total libertad.
Por su parte, Lewis parte de una visión del hombre que es de alguna manera equivalente al sujeto débil de Vattimo, pero que en su tradición es el ser humano caído por su egoísmo, vanidad y placer, sin embargo, es un sujeto que tiene dentro de sí una capacidad de entender la realidad. De manera que, de partida, ambos tienen una visión algo similar sobre qué es el ser humano. La gran diferencia es que para C.S. Lewis ese ser humano tiene una naturaleza, un software que le da capacidad de razonar y de abrirse a la existencia y acercarse a una realidad que existe fuera de él, que los trasciende, que es la Verdad, que es el Bien y que es la Belleza. Es lo que llama el camino del Tao en La abolición del hombre. Por el contrario, Vattimo tiene una visión del ser humano totalmente encerrada en sí mismo: es como si cada uno de nosotros viviera en peceras individuales con enormes dificultades para mirar quién está en la pecera de al lado e incluso para comunicarnos con quien está en la pecera del lado. Cada quien, viviendo en su pecera, su película, su sueño, su fábula inmanente que termina inexorablemente con la muerte.
Con respecto a la política, Vattimo asoma ya no una visión filosófica sino una agenda política. Él cree que la doctrina que mejor puede lograr una transformación en el mundo es el socialismo, que viene a ser como una bisagra entre el mundo político y el mundo social. Ahora esto es una gran contradicción: Vattimo asegura que vivimos en el pensamiento débil, rechaza cualquier ideología por ser imposición y por ser violencia, pero enarbola a rajatabla el socialismo y el comunismo “débil”. Lewis, por su parte, partiendo de la debilidad del ser humano, defiende que la democracia es el mejor sistema, no porque el hombre sea bueno, sino porque precisamente el hombre, el ser humano caído, es tan pecador, es tan egoísta, que se necesita un sistema que asegure que esa persona enferma de poder pueda salir del poder con total seguridad. Por supuesto, siguiendo la tradición de la filosofía clásica, creo que Lewis quisiera una combinación de los tres sistemas políticos: lo mejor de la monarquía, lo mejor de la aristocracia y lo mejor de la democracia.
La posmodernidad en jaque ordena algunas categorías fundamentales en el pensamiento de Lewis y de Vattimo y, provisto de ellas, analiza hechos actuales y controvertidos, cuestiones relativas a sexualidad, educación, comunicación, fe, y más. Al cerrar el libro uno tiene la sensación de estar en medio de una confrontación de amplísima escala, entre fuerzas que disuelven los fundamentos del mundo moderno como la familia, la verdad, la expresión o la educación, versus fuerzas que intentan —no sé si lo logran— resistir. ¿Le parece una reacción fundamentada a su libro? Si es así, ¿cabe pensar que con las herramientas que ofrecen Lewis y Vattimo podrían pensarse muchos otros hechos de nuestro tiempo?
Sí, la manera como preguntas en cuanto a lo que es el libro y lo que pretende es totalmente correcta. Nuestra primera intención es buscar que el lector pueda elegir entre dos visiones que están presentes hoy como si fueran blanco y negro; aunque el mundo no es todo blanco o todo negro, sino que también hay grises. Sin embargo, lo que nosotros queremos combatir es que tampoco todo puede ser gris, no todo es relativo. Quizás lo que caracteriza a nuestra época es que entre el blanco puro y el negro puro se ha preferido vivir en el gris puro, de manera que ese es el reto fundamental que nosotros queremos provocar en el lector, y ese gris puro es fundamentalmente la crisis actual o el estado actual del ser humano contemporáneo y es eminentemente una crisis de identidad.
Pensemos en un niño, un niño que no sabe ni quién es ni de dónde viene ni quiénes son sus padres ni de dónde nació ni en qué año nació ni a dónde va; así está un poco el hombre y la mujer de nuestro tiempo, no saben de dónde vienen, no les interesa saberlo, y por eso están, de alguna manera, fracturados de toda una tradición que es, en última instancia, la que te permite darle sentido a la realidad. Si a eso añadimos algo profético, que Lewis ve muy claro en la Abolición del hombre, que es el papel protagónico, alienante y dominante de la tecnología, entenderemos que nos encontramos en un momento muy muy crucial, que en el fondo se plantea blanco o negro en la vida entera: desde la discusión más pequeña que pueda tener una persona, como por ejemplo, qué libro leer hoy, hasta el debate sobre cómo entendemos el amor. Al final todo se reduce, o Vattimo o Lewis, o Nihilismo o Tao: o estamos dentro del túnel del nihilismo que no tiene salida, o por el contrario hay algo que es bueno, que es inteligente y que es bello, que trasciende el aquí y ahora, que es el Tao, la luz clara al final del túnel en el cual estamos.
El libro dedica sus primeras páginas a un glosario, que facilita el recorrido subsiguiente. A continuación, línea a línea se siente el empeño por enunciar con pedagógica claridad. ¿Publicar un libro comprensible es una forma de debatir frente a las escrituras deliberadamente enrevesadas y oscuras? ¿Cómo son los lectores a los que ustedes le hablan en el libro?
El propósito del libro no es fácil, pero busca principalmente ser pedagógico y accesible a todo público (incluso quienes quieran leerlo de manera gratuita lo pueden descargar en https://julioandresborges.com/la-posmodernidad-en-jaque/). Por eso comenzamos por el glosario. Los libros que tienen glosario casi siempre lo ponen al final, en cambio nosotros le hemos dado importancia al glosario para aclarar los conceptos complicados que se encuentran subrayados en el texto para que la gente los pueda identificar y tratar de tener un primer sabor de lo que se quiere transmitir.
¿Cuál es nuestro propósito? Nos parece esencial contribuir a que el lector conecte ideas con vida. La cultura no es otra cosa que la capacidad de conectar lo que parece inconectable y cuando hablamos de ideas de filosofía no hay nada más bonito que ver un caso concreto de la vida real y entender la sala de máquinas de las ideas que están presentes y que están encarnadas en esa situación. Por eso cada uno de los temas que tratamos en el libro está acompañado de polémicas presentes hoy en la vida real, que reflejan el debate de Lewis y de Vattimo en la educación, la sexualidad, la democracia, la Historia, la cultura, para que la gente sepa que la filosofía no es un mundo aparte de la realidad, sino verdaderamente la sala de máquinas de la realidad. Lo más importante: todos tenemos la posibilidad de leer la realidad y entender ese idioma y poder debatir en ese idioma y saber cómo son los engranajes de las discusiones que nos quieren vender en la sociedad de hoy. Ortega decía que la claridad es la cortesía del filósofo y eso es lo que nosotros hemos tratado de hacer.
Se repite que hoy predomina en todas partes una política desprovista de ideas, signada por lo pragmático, la inmediatez y el oportunismo, ajena al interés público. ¿Qué opinión le produce este diagnóstico, le resulta exagerado?
Para nada resulta un diagnóstico exagerado. Después de la caída del Muro de Berlín, algunos pensadores dijeron que había llegado el fin de la historia y que la democracia liberal había llegado para quedarse. Lamentablemente fue al revés. Inmediatamente tuvimos nada más y nada menos que el 11 de septiembre, el socialismo del siglo XXI, las migraciones, la intensificación del cambio climático o más recientemente la guerra del Medio Oriente o la invasión de Rusia a Ucrania. Todo esto signado por algo que reconoce el mundo entero, que es la crisis de la democracia en todas partes del globo. ¿Qué queremos mostrar nosotros en nuestro libro? Que la crisis de la democracia tiene un origen muy claro: antes la democracia era el sueño de las naciones, porque era un espacio en el cual se podía lograr la magia de compartir una visión, a pesar de tener en muchos otros campos visiones contrarias y hasta contradictorias. Es decir, la democracia como la taima, como el espacio para soñar juntos o la democracia como el cemento que unía una sociedad plural. Lamentablemente esa magia se ha perdido. Esa magia estalló, la dinamitaron. ¿Por qué la dinamitaron? Porque ya no hay un sistema de creencias común en las distintas sociedades y la democracia ha dejado de ser el lugar de encuentro de los pueblos para convertirse en el campo de batalla de la actualidad.
Todo esto nace del predominio de ese gris que es el relativismo. La conversación pública mundial es muy pobre: ya no hay ideas, no hay una búsqueda de la verdad, sino que todo está simplemente privatizado en distintas corporaciones culturales o el subjetivismo radical predominando la fragmentación, el victimismo y la lógica amigo-enemigo. Por eso el espacio del centro político, que es la gran cultura de la democracia, donde nos podemos encontrar todos, no existe en el mundo de hoy. Ese es el gran reto de la sociedad y la democracia.
¿Cómo reconstruir la cultura del centro político en el cual pueda compartirse unos valores que son previos a la democracia? Que no se resuelven solo por el voto sino también por la cultura y que permiten dignificar la vida de todos los seres humanos. En la medida en que estamos lejos de esa realidad, en esa misma medida nosotros sentimos que la política se ha convertido en una tecnología del poder en la cual los seres humanos son, como decía Lewis, divididos entre controladores, que son los dueños de la tecnología, las redes, los medios, el Estado, las corporaciones y los controlados, que son los seres humanos que se creen enormemente libres, pero son, sin saberlo, súbditos de estos grandes poderes que están hoy en día marcando la pauta. La cultura del algoritmo nos enseña de modo diáfano que cuando tenemos un teléfono inteligente y navegamos libremente y nos sentimos reyes del mundo es quizá el momento de mayor control y sometimiento de nuestro día.
La simple observación del estado de cosas en el mundo nos sugiere un panorama de creciente complejidad, ahora atizado por preguntas urgentes como las guerras, el auge del autoritarismo populista, el inminente crecimiento de las brechas económicas y sociales producto de la revolución digital, etcétera. En este marco de cosas, ¿es sostenible una política sin ideas, sin plataforma conceptual o de principios?
Desde la época de Alexis de Tocqueville, cuando escribió La democracia en América, él veía con claridad esta pregunta que haces: la democracia era inviable si no había algunos valores que la sostuvieran. Hoy en día lo que predomina es la visión diferente. Se piensa que la democracia solo es viable en la medida en que todo sea relativo, es decir gris, que la democracia solo puede ser libre en la medida en que nadie quiera imponer algo llamado Verdad, lo que defiende Vattimo. Y creo que esta reflexión es la más importante de nuestro tiempo y es la que nosotros queremos reflejar con mayor claridad en nuestro libro.
Quien lee el enunciado anterior, que “la democracia es libertad y que nadie puede imponer la verdad y que todo es relativo”, a primera vista sentirá que esa frase puede sonar muy atractiva y quizás muchos digan, “eso es así, eso es la verdad, la verdad es que no hay verdad”. Pero inmediatamente, cuando lo llevamos al plano político y aparece un dictador diciendo, “la verdad es lo que yo digo porque la verdad es relativa y la verdad es lo que yo interpreto y la verdad es lo que dice mi partido y la verdad es lo que dice mi mayoría”, en ese momento todos comenzamos a temblar y a apelar a unos valores y empezamos a decir, “esto no es justo, esto no debería ser así”.
La mayoría no tiene derecho a atropellar y aplastar a las minorías y entendemos entonces que si la democracia no tiene algunas columnas y algunas vigas que sostengan unos valores, se va a devolver siempre contra la gente y engañosamente en nombre de la libertad. Si algo hemos vivido los venezolanos con claridad ha sido este drama, de manera que la democracia no puede ser únicamente la ley de las mayorías sobre las minorías, sino que tiene que ser también unas mayorías que entiendan que hay límites y que ellos no tienen toda la verdad, una mayoría que decide aprobar una ley donde volvamos a la esclavitud no puede ser acatada sin más porque la mayoría lo dice. Algo en nuestro corazón nos alarma y nos dice, “esto no está bien, esto no es justo, esto no es digno”. Si la democracia no logra reconstruir un pequeño núcleo de valores compartidos, entonces seguirá siendo lo que es hoy, el espacio de los personalismos, el espacio del espectáculo, el espacio de la posverdad, el espacio del relativismo, el espacio de la ley del más fuerte, el espacio del engaño, el espacio del utilitarismo, el espacio gris por excelencia y todo esto atenta lamentablemente contra los más débiles en todas las sociedades.
Quiero preguntarle por su actividad política. ¿Se ha alejado de ella? ¿Ahora en el exilio, piensa concentrarse en la investigación filosófica del presente?
No, para nada. La política no es de ninguna manera un oficio o una profesión que uno elige hacer o no hacer. La política es una vocación. La política es algo que te pide el cuerpo desde que naces hasta que te mueres. Naces político y lo vas desarrollando toda tu vida. Yo sigo haciendo todo lo que pueda desde lejos para ayudar a que haya un cambio en Venezuela y le doy todo mi tiempo a que eso pueda ser una realidad y admiro profundamente lo que ha logrado el pueblo venezolano y su liderazgo en estos momentos tan difíciles. Ya habrá tiempo para hablar de todas estas cosas en detalle, pero es una historia que merece ser contada y conocer la profundidad. Sin duda será una de las historias más hermosas de la libertad en el mundo entero. Trabajo en investigación ligado a dos universidades, pero todo está hecho y pensado en función de Venezuela.
Para cerrar, quisiera que nos hablara de Javier Ormazabal Echeverría, el coautor de su libro. ¿Comparten visiones del estado de cosas de la sociedad? ¿Cómo definieron aspectos como la estructura, el tono, los temas que incluiría el libro?
Javier Ormazábal es un joven filósofo español dedicado al tema de la belleza en Platón. Ha sido una gran experiencia escribir juntos este libro porque ya de por sí escribir es difícil y escribir a dos manos también es complicado si tú no tienes la generosidad, la grandeza, la paciencia para que uno y otro vayan discutiendo las cosas, pero también eso asegura que el libro sale mucho más digerido, mucho más pensado, mucho más trabajado. Ha sido una gran experiencia para los dos y creo que hemos aprendido muchísimo el uno del otro, yo, por supuesto, más de él que él de mí.
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