Cerámica: la mirada del maestro José Pareja sobre Lima
Habría que darse una vuelta por la Universidad Nacional Autónoma de Bellas Artes del Perú, o conocida aún en el imaginario como Bellas Artes, y ver sus últimas exposiciones y corroborar en la experiencia una impresión que va creciendo: el buen momento de las muestras de esta importante institución. Al respecto, La República dio cuenta, hace un par de meses, de la exposición antológica dedicada al escultor Antonio Greison Fossa, la cual tuvo una muy buena acogida por parte del público, que descubrió, en el más amplio sentido del término, a un maestro cuya obra debería ser más conocida.
No hay nada mejor para el desarrollo de una entidad artística que la valoración de su propia tradición.
En esta ocasión, hemos tenido la oportunidad de apreciar la muy buena exposición de cerámica Semblanzas y remembranzas. De vuelta al barrio de la Lima de ayer, de hoy y siempre de José Pareja. Pareja nació en Cusco en 1939 y estudió en Bellas Artes, en donde también fue profesor por muchos años.
Ubicada en el corazón del centro de Lima, Bellas Artes, a lo largo de los años, supuso un contacto de sus alumnos con una realidad inmediata en la que reinan las estructuras y personajes variopintos, escenario que pervive hasta el día de hoy, dicho sea. No son pocos los que no se han visto libres de su influencia, pensemos en artistas como Víctor Humareda –sin duda, uno de los más representativos e icónicos-, igualmente en Enrique Polanco y en Alfredo Alcalde.
Tras ver la muestra antológica de la obra de Pareja, el espectador queda arrobado no únicamente con la fuerza formal de su cerámica, sino del mismo modo hechizado con su mirada. Por eso, las 27 piezas que conforman Semblanzas y remembranzas, denotan una vía doble de expresión del artista: la visión individual y colectiva sobre Lima. En este orden de cosas, nos enfrentamos a una obra que exuda sensibilidad, pero a la vez una férrea crítica social. En este sentido, Lima (y el Perú, como se puede apreciar en algunas de las obras) para Pareja es el punto de partida para lo que consideramos el mejor homenaje del artista a la ciudad: sin afeites y sin idealismos.
Pensemos en las siguientes piezas de cerámica escultórica: “La yunta”, “Machu Zarpa”, “Madre recicladora”, “El organillero de la suerte”, “Hasta cuándo, Señor”, “Pescador norteño en mares tenebrosos”, “Las sahumadoras”, “Ya vuelvo, Pedro D´onofrio”. Hay pues una mirada, entre cercana y lejana, con la que el ceramista configura a sus personajes, adjudicándoles la suya propia, como si fuera una obligada marca de agua que solo algunos pueden llevar a cabo. Pareja, que tiene legitimidad como creador, puede tener ese privilegio.
Si la cerámica es la administración de la temperatura, Pareja consigue dar en el punto de su radiación. Basta ver el detalle en los rostros de sus personajes, en la fuerza poética de los gestos que revelan dignidad y a la vez crítica social, como ya indicamos. Este factor es el que termina conectando con los espectadores. Pareciera que los personajes intentarán decirnos algo, como si poseyeran una rabia contenida. No es más que la sensibilidad de Pareja que no se solaza en la excelencia formal, lo suyo es la denuncia social, contundente por fina, sin demagogias ni cálculos. O para ser más precisos: mediante la observación atenta.
Cuenta Pareja que su gusto por la plástica y la cerámica nació en la gran Feria de Tiobamba, en Maras, Cusco, adonde llegaban comerciantes de todo el Perú para el trueque y “entre ellos los alfareros con sus toros de Pucará. Yo era niño y veía con admiración el volumen de aquellos hermosos objetos rojos. Así nació mi interés por la cerámica”.
A sus 85 años, el maestro José Pareja se merece todos los homenajes. En lugar de hacer “carrera artística”, se dedicó a elaborar una obra que coloca a los hombres y las mujeres del Perú como centro de sus pulsiones. Por eso quedará. Busquen su trabajo.