El suicidio de personajes públicos produce un "efecto contagio", sobre todo si nos resultan cercanos
Hasta hace una década, el silencio informativo ante el suicidio era la recomendación de la mayor parte de los organismos sanitarios y hasta de la propia Organización Mundial de la Salud (OMS). El motivo era evitar el "efecto Werther" o de imitación, es decir, que la comunicación del propio acto en sí, especialmente en el caso de personas famosas, provocaba un "contagio" por imitación en la población.
Este fenómeno, estudiado ampliamente en Sociología, toma su nombre de la novela "Las penas del joven Werther", de Wolfgang von Goethe, publicada en 1774. En la novela, el protagonista sufre por amor hasta tal punto que acaba por quitarse la vida. Fue una novela muy popular entre los jóvenes de la época, muchos de ellos llegaron incluso a suicidarse de formas que parecían imitar la del protagonista. De hecho, las autoridades de Italia, Alemania y Dinamarca llegaron a prohibirla.
El término lo instauró el sociólogo David Phillips en 1974. Philips elaboró un estudio entre 1947 y 1968 que demostró que el número de suicidios se incrementaba en todo Estados Unidos al mes siguiente de que el New York Times publicara en portada alguna noticia relacionada con un suicidio. También se conoce como efecto copycat, y es más probable que se produzca cuando el modelo es una persona célebre.
Un caso histórico es la epidemia de suicidios que siguió a la muerte de Marilyn Monroe en 1962. Lo mismo ocurrió en 1994 tras el suicidio del guitarrista y cantante del grupo Nirvana, Kurt Cobain.
Ahora, una nueva investigación de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) ha revelado la rápida y expansiva propagación de conductas suicidas tras los suicidios del actor Robin Williams, en 2014, y de la diseñadopra Kate Spade y el chef Anthony Bourdain, que ocurrieron con tres días de diferencia en 2018. Para ello, los científicos desarrollaron un modelo informático para examinar la dinámica subyacente al contagio del suicidio, tal y como se publica en Science Advances.
De esta forma, descubrieron que tanto los acontecimientos de 2014 como los de 2018 provocaron grandes aumentos en los pensamientos y comportamientos suicidas. Los hallazgos, proporcionan un marco para cuantificar el contagio del suicidio a fin de comprender, prevenir y contener mejor su propagación.
"El modelo que desarrollamos muestra cómo el contagio del suicidio, que incluye tanto la ideación suicida como las muertes, se propaga rápidamente después de las muertes por suicidio de celebridades cuyas vidas y trabajos son conocidos y probablemente significativos para grandes sectores de la población", destacó Jeffrey Shaman, coautor del estudio, decano interino de la Escuela de Clima de Columbia y profesor de ciencias de la salud ambiental en la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia, según recoge Ep.
Un modelo similar al de la expansión de una pandemia
Shaman es conocido por desarrollar modelos de influenza y SARS-CoV-2. El modelo de contagio por suicidio de los investigadores de Columbia tiene una estructura similar a los modelos que representan otros sistemas infecciosos, incluidos el número de individuos capaces de transmitir el contagio y el número de individuos susceptibles a la "infección".
El modelo estima que, tras el suicidio de 2014, se produjo un pronunciado aumento de las tasas de contagio, incluido un aumento de mil veces de la probabilidad de que una persona comenzara a idear el suicidio tras la noticia de la muerte de Williams. El resultado fue un pronunciado aumento de la ideación suicida, que se manifestó en un aumento del volumen de llamadas al 988 Lifeline (teléfono de atención a la conducta suicida en EE UU).
El caso de 2018 es similar, aunque la magnitud de los cambios en la tasa de contagio tras la noticia de los suicidios de Spade y Bourdain fue de aproximadamente la mitad. Entre los dos suicidios de famosos, el número de muertes por suicidio en exceso fue aproximadamente el doble tras el de Williams en 2014, lo que posiblemente refleje las diferencias en la comunicación y la atención de los medios tras cada suceso y el nivel de conexión de la población con el fallecido.
Ventana de dos semanas
En las simulaciones de 2014 y 2018, el aumento de las tasas de contagio duró unas dos semanas antes de volver a los niveles de referencia. Los investigadores afirman que, con el tiempo, el modelo podría proporcionar estimaciones en tiempo real del contagio y el riesgo de suicidio, lo que requeriría que el volumen de llamadas a 988 Lifeline y las muertes por suicidio estuvieran disponibles en tiempo real, pero actualmente no es así.
Además, se necesitan más investigaciones para desarrollar modelos alternativos, incluidos los que simulan las respuestas entre comunidades específicas y los que tienen en cuenta los esfuerzos de divulgación de los medios de comunicación y la salud pública.
"En última instancia, nuestro objetivo es trabajar para llegar a un punto en el que un modelo de contagio de suicidio pueda informar una respuesta rápida orientada a prevenir el suicidio", indicó Katherine Keyes, coautora del artículo, profesora de epidemiología y directora de SPIRT, una nueva iniciativa de Columbia que tiene como objetivo catalizar colaboraciones de investigación de salud pública para comprender mejor la crisis de salud mental e identificar soluciones.
No existe un único factor que provoque el suicidio o la ideación suicida. Sin embargo, una parte de la ideación suicida se ha atribuido durante mucho tiempo a procesos sociales o contagiosos. La proximidad o la familiaridad con personas que han tenido ideas suicidas, las han intentado o han muerto por suicidio puede inducir la ideación o los intentos de suicidio entre las personas susceptibles.
El suicidio fue la primera causa externa de muerte en España en el año 2022, con 4.227 fallecimientos por este motivo, lo que supone un incremento del 5,6 % respecto a 2021 y el récord absoluto de muertes por esta causa en nuestro país desde que hay registros. Sin embargo, seguimos sin tener un plan nacional para la prevención del suicidio. Estamos fuera del club de los 40 países que sí lo tienen, como EE. UU., Dinamarca, Nueva Zelanda, Austria, Suiza, Irlanda, Escocia, Alemania, Finlandia o Noruega, entre otros.