¡Pobre jaguar!
El jaguar es el mayor depredador en la América tropical y una especie silvestre que está en peligro de extinción. Se estima que en Costa Rica quedan menos de 500. Para los mayas, el jaguar era un símbolo de poder, vida, fertilidad y muerte. Posee una vista, oído y olfato excelentes; es fuerte, inteligente, hábil y el único felino capaz de rugir en el continente americano.
El imponente animal, con el cual estudiamos el manejo de vida silvestre, nos indica cómo es la salud del bosque: dado que es un gran depredador, mantiene el equilibrio de los ecosistemas y regula las poblaciones de otros animales, con los cuales mantiene la estructura y dinámica del bosque.
Lamentablemente, el gobierno utiliza la imagen del jaguar como animal poderoso para hacer un símil con el desarrollo económico del país e impulsar su “proyecto jaguar”, que intenta debilitar a la Contraloría General de la República. Quienes impulsan esta iniciativa olvidan que el jaguar no solo es un felino poderoso, sino también un animal que propicia el equilibrio y la vida del bosque. La palabra clave es “equilibrio”, pues sin este perdemos el balance y caemos en el caos y la extinción de especies.
Si hacemos un símil entre la economía costarricense de los dos últimos años y su entorno con el jaguar, veremos que es un engaño, pues para mantener el ecosistema humano funcionando adecuadamente y en equilibrio, es necesario invertir en educación, salud, seguridad ciudadana y conservación de la biodiversidad, como lo hicimos durante años, siguiendo la guía de personas visionarias que gobernaron el país en los últimos 75 años.
Nunca, en mis 62 años, había visto el abandono de la educación que experimenta Costa Rica. En lugar de castigarla para ahorrar unos pesos, deberíamos estimularla para que llegue a todos los estratos sociales. Yo soy fruto de la educación pública nacional, vengo de una familia humilde y estudié gracias a las facilidades que se me brindaron en la escuela, el colegio y la universidad. Lamentablemente, la educación ha dejado de estar al alcance de todos.
Si hablamos de salud, las cosas no están mejor. Aquel sistema envidiado por muchos otros países ahora se ahoga en un mar de burocracia y falta de recursos. Es acongojante verse en listas de espera en la CCSS, donde hay que esperar hasta dos años para un procedimiento quirúrgico o para que lo atienda un especialista con urgencia.
Algo similar sucede con la seguridad: basta con analizar la cantidad de muertes diarias para darnos cuenta de que estamos entrando en un problema irreversible.
Cuando observamos nuestra relación con la biodiversidad, la preocupación crece. Costa Rica desarrolló la fama de país conservacionista gracias a la creación de las áreas silvestres protegidas en la década de los 70. Esto atrajo turistas sedientos de estar en contacto con la naturaleza, y se convirtió en una de las principales actividades para la captación de divisas.
Por eso sorprende la actitud del presidente y su ministro de Ambiente, quienes mencionan que no van a dejar “el bosque para los monitos”, pues ignoran que nuestra vida, la del ser humano, está estrechamente ligada con la de otras criaturas del planeta.
En lugar de hablar de minería a cielo abierto o extracción de petróleo, el gobierno debería fortalecer la conservación y el manejo de las áreas silvestres para el disfrute de las personas, pero sobre todo, pensar en la calidad de vida de quienes dependemos del bosque para obtener bienes y servicios como el agua, que cada vez es más escasa.
Pienso que nuestro país va por la senda equivocada. Si son tan amables, señor presidente y miembros del gobierno, rectifiquen el rumbo; acepten con humildad que se equivocan y propicien el diálogo con diferentes grupos. Creo que ustedes no se preocupan por buscar el equilibrio en las diferentes actividades que desarrollamos, lo que finalmente producirá un caos.
El jaguar es un animal de equilibrio en la naturaleza, pero el gobierno lo invoca en vano, pues no favorece la equidad en sus políticas sociales y económicas. ¡Pobre jaguar!, lo están utilizando.
Académico jubilado de la Universidad Nacional (UNA).